Emilio Pradilla Cobos
ƑAdónde va el Centro Histórico?
El actual Gobierno del Distrito Federal desechó los programas parciales, los planes, políticas y acciones para el Centro Histórico propuestos con anterioridad y, sin elaborar un nuevo proyecto integral que lo ubicara en el desarrollo metropolitano futuro y diera coherencia en el largo plazo a sus acciones, tomó el camino del pragmatismo y el voluntarismo, buscando un impacto publicitario inmediato en la opinión pública.
En el Bando 2 y en su propuesta de Programa General de Desarrollo Urbano -devuelta sin aprobación por la Asamblea Legislativa- el Gobierno del Distrito Federal optó por la idea inviable de retornar la ciudad monocéntrica, dirigiendo la construcción de desarrollos comerciales y unidades habitacionales hacia las cuatro delegaciones "centrales" y restringiéndola en las demás.
Ahora su objetivo de "repoblar el centro" se enfrenta al hecho de que el bando produjo una situación de monopolio en la zona y exacerbó la competencia por el suelo disponible entre las actividades terciarias rentables y la vivienda popular que no lo es, elevando el costo del suelo hasta volverlo un peso excesivo para la producción de vivienda popular, que está pagando el mismo gobierno a costa de reducir las acciones y su calidad o dar un subsidio inflado a los beneficiarios.
El Gobierno del Distrito Federal aplica dos políticas contradictorias: retener o atraer población "humilde" (?) al Centro Histórico y, al mismo tiempo, revitalizarlo como prolongación del corredor turístico-financiero de Reforma, así como del turístico-eclesiástico Basílica-Catedral, acentuando la confrontación desigual por el suelo y los inmuebles entre actividades y actores sociales.
Para aplicar la segunda vertiente creó un consejo consultivo -que no ha operado-, sin incluir a los sectores populares residentes, y puso a la cabeza a Carlos Slim, el empresario más rico de México y América Latina, con sus empresas y fundaciones. En la práctica le entregó la promoción de la revitalización, al menos de sus partes más rentables: el corredor financiero, la Alameda Central y la zona de Las Vizcaínas. La entrega se hizo sin reglas conocidas, sin acuerdos formalizados, sin exigir beneficios recíprocos para los vecinos pobres ni para la ciudad. Además se ofreció a los inversionistas exenciones y estímulos fiscales. Y hoy el gran empresario publicita el Centro Histórico en folletos, revistas y medios electrónicos propios, maneja más de 50 inmuebles o predios en el Perímetro A en un esquema de asociación con los antiguos propietarios que lo exime de invertir su capital. Slim avizora colocar este patrimonio histórico de la humanidad en la Bolsa de Valores, mientras despliega la promoción inmobiliaria sobre la Alameda.
Obviamente sus acciones no van dirigidas a repoblar el centro de "gente humilde" (?), sino a hacer negocio con actividades rentables para turistas y usuarios de altos ingresos. Por el otro flanco, desde Tepito hacia el Zócalo, avanzan los bodegueros orientales (Proceso 1366, 5/1/03) y mexicanos expulsando residentes para ocupar los inmuebles con depósitos de fayuca, productos pirata y mercancía robada, también sin reglas ni condicionantes, ni beneficios para la ciudad o los pobres del rumbo, y con grave riesgo para los inmuebles patrimoniales.
Otros programas del Gobierno del Distrito Federal, como la construcción de la plaza Juárez en la Alameda, el apoyo a la plaza Mariana o la renovación de la infraestructura, la pintura de fachadas, el desalojo de vendedores ambulantes, el incremento de la vigilancia policiaca y la aplicación de la Tolerancia Cero, de Giuliani, focalizada en el corredor financiero del Centro Histórico -que analizaremos en otra ocasión-, sirven de apoyo directo a la acción empresarial.
Somos conscientes de que en el patrón neoliberal de acumulación imperante, en ausencia de opciones de cambio democrático, el capital privado tiene el papel protagónico en cualquier proyecto urbano, pero lo que cuestionamos es que un gobierno, que se dice "de izquierda", tome pragmáticamente la vía de rescatar y revitalizar una zona patrimonial de la importancia del Centro Histórico sin un proyecto explícito, integral e inserto en una propuesta global de desarrollo urbano; que establezca discrecionalmente, sin convocatoria pública, una relación privilegiada con un gran empresario y lo ponga al frente del proyecto; que no fije reglas claras y transparentes, públicamente conocidas, para esta intervención; que no dé participación o protección a los residentes o usuarios pobres del área que puedan salir afectados; que no establezca convenios o contratos formales que regulen los aportes de cada sector y la distribución equitativa de los beneficios, y que excluya del organismo consultivo a los sectores populares a los que dice privilegiar.
El riesgo es que el camino tomado se vuelva un factor adicional de expulsión de los pobres del Centro Histórico, lleve a un rescate parcial y superficial de corte puramente mercantil y sea, en el mediano plazo, otra decepción más para los capitalinos.