El destino me llevó a hacerme cargo del
espacio fundado por Novo, afirma la actriz
Jesusa Rodríguez se apresta a celebrar 50 años
de La Capilla
El foro, vanguardia en los años 50; por
su escenario pasaron obras de Cocteau, O'Neill y Williams Ahí
la también directora montó su primera pieza: ¿Cómo
va la noche, Macbeth?
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Fue el destino: cuando Jesusa Rodríguez era niña,
le daba miedo cruzar frente a la casona que ocupaba el número 13
de la calle Madrid, en Coyoacán, cerca de donde ella había
nacido y vivía. La atemorizaban los perros guardianes que, tras
las rejas de la entrada, se abalanzaban furiosos contra los transeúntes.
También le intrigaba la gente, "muy rara", que veía entrar
y salir del lugar. Ignoraba que ahí vivía un poeta y dramaturgo
llamado Salvador Novo, y que junto había un teatro llamado La Capilla,
concebido como un espacio para la experimentación teatral. En aquel
entonces, la niña Jesusa tampoco podía suponer que, décadas
más tarde, ahí nacería su propio proyecto teatral:
El Hábito. Al recordar y reflexionar sobre ese conjunto de circunstancias,
dice: "Para mí es un destino: nací en este barrio, sigo aquí
y soy la más feliz de trabajar a media cuadra de donde nací''.
El
próximo 22 de enero se cumplen 50 años de la fundación
de La Capilla. De algún modo heredera moral y continuadora del proyecto,
Jesusa Rodríguez -hoy consumada actriz, dramaturga y directora teatral-
se dispone a celebrar la efeméride.
En un texto publicado por la revista Teatro en
1954, Novo recuerda la génesis del proyecto: ''Hace cinco años
que un amigo arquitecto me aconsejó la compra de un terreno de mil
metros que daban muy barato -a treinta pesos metro cuadrado- en la calle
de Madrid número 13, Coyoacán. Era entonces difícil
hallar esa calle y llegar a ese número entre los baches de una abandonada
Colonia del Carmen. Fui a ver ese terreno. Había sido una hacienda,
y el pedazo que me proponían conservaba, casi totalmente en ruinas,
una pequeña capilla desmantelada y sucia. Admito que haya sido por
una deformación profesional, pero es el caso que le vi a esa capilla
cara de teatro, y que fue su existencia en el terreno (por lo demás
bonito, de buenas proporciones, con unos cuantos árboles) lo que
me decidiera a comprarlo -y dejarlo ahí, en espera de la ocasión
y del dinero necesario para construir en él alguna casa de productos
(uno tiene que proveer su vejez, ¿o no?) y para salvar de la ruina
y, adaptarla para su uso, el pequeño teatro que había visualizado''.
Novo adaptó la capilla como teatro y mandó
levantar tres departamentos en el predio, dos los rentó y en el
tercero abrió un restaurante, El Refectorio. Además de cronista,
poeta, escritor y dramaturgo -cuenta Jesusa Rodríguez en entrevista-
''Novo era un gran gourmet, un sibarita. Abrió el teatro
y el restaurante con la idea de que llegabas al teatro, pedías tu
cena y tu vino, y al salir de la función pasabas al restaurante
donde ya tenías tu cena servida. Fue un espacio de gran vanguardia
en los años 50. Aquí se representa por primera vez Cocteau,
a Eugene O'Neill, a Tennessee Williams y las obras de Novo. En ese entonces
los amigos de Novo eran López Mateos, María Félix,
que por cierto ya confirmó que viene al festejo de los cincuenta
años con Jorge Negrete y Frida Kahlo, y hasta el propio Salvador
Novo va a estar departiendo.
''Yo llegué a esta casa en 1980. Nací aquí
en la esquina, en Madrid y Aldama. Apenas recordaba la casa. Me fui de
aquí a los tres años a otra casa también en Coyoacán,
pero recuerdo esa casa que me daba miedo porque había unos perros
que la cuidaban y por la reja de la puerta se te aventaban. Y bueno, venía
gente muy rara, como hasta la fecha, sin agraviar a los presentes (señala
al fotógrafo y al reportero). Nunca imaginé regresar a mi
barrio de niña. En 1980 yo necesitaba un lugar donde trabajar para
hacer Macbeth. Para entonces el teatro estaba derruido totalmente
y la casa estaba abandonada, porque Novo en sus últimos años
se enclaustró, después de todo el drama del 68 y de las críticas
por su apoyo a Gustavo Díaz Ordaz. Poco a poco la casa se fue viniendo
abajo.
''Lo interesante es que tras la muerte de Novo la casa
haya sido heredada a Salvador López Atuñano, un médico
ortopedista célebre, que trabajó 40 años como director
del Hospital Juárez. Es un hombre muy sensible a la cultura. Llegamos
a hablar con él, nos caímos bien, nos tuvo confianza y tuvo
a bien dejarnos hacer en esta casa la cantidad de necedades que hemos hecho
durante todos estos años. Me dijo: 'tú vas a hacer que continúe
la labor de Novo'. De no haber caído el teatro en las manos de alguien
como él, esta casa ya sería una bodega de la Domecq. Para
Liliana Felipe y para mí fue la base de un proyecto cultural muy
modesto, con dos espacios muy distintos: uno en el que se presentara todo
tipo de teatro, ópera, miniópera, teatro de experimentación,
y el otro, El Hábito, que fue un laboratorio de experimentación
sobre sátira política y música, donde además
cupieran muchas generaciones.
''Me rentó el teatro. Aquí estrené
la primera dirección teatral que hice en mi vida, Macbeth, con
el título ¿Cómo va la noche, Macbeth? Después
pusimos un homenaje a Frida Kahlo, que se llamó Trece señoritas,
y Donna Giovanni. En el 84 nos fuimos de gira por Europa y el teatro
volvió a quedar en manos de Salvador.
En 1990 Liliana y yo decidimos regresar y hacer de este
lugar nuestra casa de trabajo. Salvador López nos rentó el
teatro, lo remodelamos, le hicimos un telar, y convencimos al doctor que
en los espacios que ocupaban los departamentos nos dejara abrir un cabaret
o un café-teatro. Mantuvimos la fachada, tumbamos paredes, hicimos
columnas y abrimos El Hábito, que empezó a funcionar el 3
de noviembre de 1990, con la presentación del mítico dueto
de las hermanas Aguila".
El acuerdo de Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe
con López Antuñano les dio una ventaja invaluable: independencia:
"No podíamos plantearnos un teatro de sátira política
financiado por el gobierno, porque entonces te cierran la boca y ni modo
que patees el pesebre. Lo que más nos gusta a nosotras es andar
pateando el pesebre lo más fuerte que se pueda; esa es nuestra vocación
autentica, es la vocación de un teatro de sátira política.
El teatro- cabaret es un espacio de sátira, de crítica, de
caricatura política. Entonces no nos queda más que ser independientes,
además de que es muy bonito poder decir todas las chingaderas que
se te ocurran. No logro saber cómo se hace, por ejemplo en Plaza
Loreto, un proyecto de teatro crítico si el dueño es Carlos
Slim. A menos que te toque alguien tan liberal o tan legal como Ricardo
Salinas Pliego, que se da chance hasta de tomar con violencia las instalaciones
del Canal 40. Hay que ver que él sí es un terrorista transgresor,
nosotros no llegamos a tanto. Tenemos gran admiración por su capacidad
terrorista.
''Al ser un proyecto independiente, cada día es
más cuesta arriba. Porque esto vive de su público, y cuando
un país se va depauperando como el nuestro, obviamente que los bolsillos
de los comensales se van vaciando y es más difícil sostener
un espacio. También está la agresión continua que
recibimos de las instituciones del gobierno: la Secretaría de Hacienda,
la Tesorería, el IMSS, el Infonavit, que ven a este espacio como
un negocio; no entienden lo que es un proyecto cultural independiente.
De todos modos, Liliana y yo pensamos que un teatro que no vive de su público
es lo que podríamos llamar en términos académicos
una gran mamada; un teatro debe vivir de la gente que lo quiere ver y,
si no, cierra.
''Aquí a nadie le interesa hacerse rico; lo que
importa es que el proyecto avance y continúe. De todos modos han
sido muy apasionantes los 12 años de El Hábito, en los cuales
se han presentado alrededor de 500 espectáculos: música,
presentaciones de libros, obras de teatro. La labor es muy enloquecida,
pero muy apasionante. Sin este espacio jamás hubiéramos tenido
la posibilidad de volver a oír cantar a las hermanas Aguila; Enrique
Alonso, Cachirulo, volvió aquí a hacer cabaret para
adultos con el mismo público que eran los 'niños-Cachirulo'
y que lo habían visto en la tele en blanco y negro, y que regresaban
ya adultos a verlo en el cabaret, pitorréandose de sí; Chavela
Vargas, que había dejado de cantar por 13 años, aquí
volvió a hacerlo. Es un lugar que admite diferentes expresiones.''
De
los incontables espectáculos que se han presentado en El Hábito,
uno de los que Jesusa Rodríguez recuerda con mayor placer es
El juicio a Salinas: "Tuvo mucho éxito. Lo hicimos a raíz
de la presentación de un libro de Helio Flores sobre Carlos Salinas
de Gortari. Cuando se presentó ya se oía en las calles: 'Juicio
a Salinas, juicio a Salinas'. En el espectáculo Salinas se subía
al escenario a ser juzgado por el público. A las dos semanas de
haberse estrenado, Zedillo mete a Raúl Salinas al bote, y El Hábito
se atiborró, porque la gente decía: 'se adelantaron'".
En ese tiempo fue muy elogiada la interpretación
que Jesusa Rodríguez hizo de Salinas: "Claro, es que somos almas
gemelas. Aunque parece ser que ahora él se dedica a imitarme y a
hacer gestos como los míos. Para mí fue muy divertido pitorrearme
de Salinas durante todo su sexenio, a pesar de que el propio Carlos Monsiváis
me dijo cuando empecé: 'no hagas eso, no tiene humor, te va a matar'.
Yo le dije: 'pues lo tengo que hacer'. Y lo hice. No sabes lo horrible
que es ponerse la jeta de Salinas durante tantos años. Pero a fin
de cuentas sentí que era una máscara y que había que
usarla. Luego, cuando salieron las máscaras en la calle, dije: 'bueno,
ya me liberaron de ese problema, ya lo están haciendo en cada semáforo'''.
El Hábito es un sitio de crítica política
al que asisten "los políticos de todas clases: una vez hicimos un
homenaje a Rigoberta Menchú: era una pastorela en la que el mesías
era niña y la que nacía era Rigoberta. Ella vino y era genial
verla ahí sentada. Tener la oportunidad de conocerla y acercarse
a ella fue muy bonito. Otro día cayó Manuel Bartlett, justo
el día que se cumplían los ocho años de la muerte
de Manuel Buendía. Fíjate, qué mal gusto de venir
al cabaret político ese día. Me acuerdo que lo pusimos como
trapeador. No volvió nunca, por supuesto''.
En el año 12 de existencia de El Hábito,
Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe se disponen a celebrar el 50 aniversario
de su casa madre, el teatro de La Capilla, y a seguir trabajando: "La pasión
y el entusiasmo son los mismos, pero la edad ya no. Hemos discutido mucho
que a 12 años nuestras amigas se quedan dormidas antes de llegar.
Ya estamos viejitas, ya los horarios nos pesan, el trabajo de 12 años
en un cabaret está cabrón, pero a la vez es una gran felicidad.
Hace 20 años llegué por primera vez a esta casa; me podía
desvelar tres días seguidos y no dormir. Ahora estamos cansadas,
pero estamos encontrando gente joven que tiene ganas de continuar. Nuestra
tirada es poder compartir este espacio con otras gentes que puedan continuarlo.
Cansadillas naturalmente estamos, pero no desapasionadas. En el fondo esta
casa se sostiene porque es un proyecto de amor, el que existe desde hace
22 años entre Liliana y yo''.