AGRO: A QUIENES BENEFICIA EL TLCAN
Ayer,
en el contexto de la visita a nuestro país del primer ministro de
Irlanda, Berthie Ahern, el presidente Vicente Fox reiteró la rotunda
negativa de su gobierno a analizar siquiera la demanda de renegociar el
capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN), cuya entrada en vigor, el pasado primero de enero, ha
generado vastas movilizaciones campesinas de protesta.
El tema ha polarizado al país: entre los aliados
del gobierno en el rechazo a cualquier modificación al instrumento
comercial destacan, como es natural, los representantes de sectores para
los cuales éste ha resultado conveniente: comerciantes, propietarios
y socios de maquiladoras, así como líderes e ideólogos
del sector privado, tales el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), la
Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) y la rectoría
del ITAM. El discurso de quienes defienden el TLCAN en sus términos
actuales se centra en los beneficios de ese acuerdo para los consumidores
y para los exportadores, beneficios que, en su lógica, se derraman
al conjunto de la población nacional.
En la demanda de adecuaciones al tratado comercial confluyen,
en cambio, ligas y organizaciones agrarias, organismos sindicales, agrupaciones
civiles, partidos de izquierda, activistas sociales, investigadores, académicos
y trabajadores intelectuales. Esta coalición, aún embrionaria,
ha hecho hincapié en la grave amenaza que representa el ingreso
a nuestro mercado de productos agropecuarios procedentes de Estados Unidos
y Canadá, en la medida en que millones de depauperados campesinos
mexicanos se verán sin posibilidad alguna de competir con sus tecnificados
y capitalizados rivales del norte, se verán expulsados de sus lugares
de residencia y se producirá en el país un desajuste demográfico,
social, cultural, económico y, a la postre, político, de
enormes dimensiones.
Ayer, el presidente Fox, al defender la negativa a modificar
el TLCAN, puso en evidencia la percepción del problema por parte
de su gobierno. Habló de los "100 millones de consumidores mexicanos"
presuntamente beneficiados por el acuerdo comercial, como si la totalidad
de la población nacional tuviera posibilidad de adquirir productos
de importación en los anaqueles de los supermercados; fundamentó
su confianza en la competitividad de los agricultores nacionales afirmando
que éstos gozan de precios favorables en diversos insumos ?electricidad
para bombeo de agua, diesel, fertilizantes e insecticidas?, y pareció
dar por hecho que todos, o casi todos los labriegos del país, fueran
propietarios u operadores de cultivos de alto rendimiento; manifestó,
en suma, una percepción paradisiaca ?y equivocada? del país
y de su población, semejante a la que exponía, en su tiempo,
Carlos Salinas, promotor y responsable de la firma del TLCAN.
La actual administración debiera darse cuenta de
que agricultores capitalizados y competitivos, como los Fox y los Usabiaga,
cuyas empresas sin duda tienen mucho que ganar con el libre comercio, distan
de representar al conjunto de la población agraria de México.
Esta, en su gran mayoría, se encuentra en vísperas de un
desastre mayúsculo, y su tragedia terminará por impactar
negativamente la estabilidad democrática, la seguridad, el estado
de derecho y acaso también la viabilidad de la nación.