TOROS
Manolo Mejía y Finito de Córdoba estuvieron
en plan de adefesios
Inválido, sin piernas, David Silveti dictó
cátedra de toreo y majestad
Pésimo encierro de Fernando de la Mora La gente
aclamó al rey
LUMBRERA CHICO
No habló con nadie en toda la tarde, no quitó
los ojos de lo que sucedía en el ruedo mientras le tocaba esperar
-esa vieja costumbre que practicó durante 10 años-, no perdió
la concentración un solo instante, volcado al interior de sí
mismo, no dudó sobre la importancia capital de lo que se había
propuesto y, llegada la hora de la hora, David Silveti fue un gigante de
la montera a las zapatillas.
No dio un paso ni un pase de más. Cada uno de sus
movimientos respondía a un cálculo preciso y, enfrentado
a la impredecible raza y sangre de los dos toros de Fernando de la Mora
que le tocaron en suerte, realizó dos faenas imponentes por la verdad
que expresaban, por la quietud serena a la que estaba obligado y por la
entrega devota a su arte y a su vocación de torero grande y de hijo
y nieto de toreros extraordinarios.
Dos
veces fue lanzado al aire y dos veces cayó entre las patas de las
bestias, sin perder la calma ni sentirse sorprendido, como si esas maromas
fuesen también parte del guión que tenía pensado ejecutar.
Pero cómo lanceó por verónicas, la silueta perfectamente
erguida, desmayando los brazos, marcando cada tiempo, sometiendo a los
bichos al imperio de la lentitud.
Con el primero de la tarde, Danza con Luna, un
espantajo de 472 kilos, paliabierto y rajado, el rey David -como
toda la tarde lo estuvo llamando el público- regresó al trono
de la sapiencia y el pundonor, veroniqueando con una cadencia ejemplar.
Después de la puya, que el animal regateó con mansedumbre,
citó en los medios y recreó la suerte de la gaonera ciñéndose
los pitones a la faja, antes de ser encunado y arrojado al cielo. Pero
de inmediato se reincorporó y terminó el quite con el capote
a la espalda, para rematarlo con una soberbia revolera.
Ya con la muleta, se hizo del manso en la zona de tablas,
las piernas fijas, el brazo apenas despegado del cuerpo, girando en redondo
hasta poner a la gente de pie. Y tal como se esperaba, mató mal,
pinchó varias veces, oyó un aviso, descabelló sin
cesar y se retiró al burladero entre aplausos y flores, antes de
ser llamado al tercio. Hora y media después -así de torpe
y accidentada fue la decimosegunda corrida de la Estafa Grande 2002-2003
en la Monumental Plaza Muerta-, cuando saltó a la arena Mar de
Nubes, cuarto de la tarde, cárdeno nevado, alto de agujas, con
541 kilos, el rey volvió a regir.
Hasta la puerta de picadores fue a buscar a su enemigo
y allí lo recogió con una verónica de la que el astado
salió suelto pero no pudo ignorar la estatua viviente que lo estaba
retando y tuvo que acometerla de nuevo para convertirse en parte de una
espléndida escultura en movimiento, donde el bovino iba y venía
y el capote flotaba, arriba y abajo, como una marea llena de poderío
y de majestad.
Preciso, exacto, con sólo tres chicuelinas camineras,
Silveti dejó al burel ante el caballo y, después de la vara,
otra vez en los medios, logró un pasmoso quite por tafalleras, con
un temple y una lentitud inverosímiles, para florear el capote en
un manguerazo de Villalta que puso en éxtasis a la afición.
Luego de brindar a su padre y a su hijo, se trasladó al mismo sitio,
debajo de la porra de sol, y allí dio cuatro pases por alto en un
mínimo de terreno. Y entonces, sin ir más lejos, comenzó
a torear en redondo, por la derecha y a media altura, entre gritos de "¡torero,
torero!" y "¡viva el rey!"
El toro le avisó por el lado izquierdo y no quiso
verlo más por ese flanco, pero al rematar una serie más de
derechazos con el natural de pecho fue empitonado, zarandeado en el aire
y aporreado en el suelo, pero se levantó intacto para seguir recreándose.
Por último, tal como se esperaba, pinchó tres veces, dejó
una media delantera y se alejó del cadáver bajo una intensa
llovizna y una tenue petición de oreja que había de traducirse
en una vuelta al ruedo y en una salida a hombros que avergozó a
los dos pasmarotes -Manolo Mejía y Juan Serrano Finito de Córdoba-
que estuvieron de relleno en el cartel.
Utilidades y pérd idas
Domingo 12 de enero de 2003
Espectadores |
12,000 |
Ingreso neto: |
840,000 |
Egresos |
|
David Silveti |
300,000 |
Manolo Mejía |
50,000 |
Finito de Córdoba |
100,000 |
Ganado |
250,000 |
Otros |
1,000,000 |
Subtotal |
1,700,000 |
Utilidades |
----------- |
Pérdidas |
860,000 |
Pérdidas anteriores |
7,046.000 |
Pérdidas acumuladas |
7,886.000 |
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