TAMBORES DE GUERRA EN PARIS Y LONDRES
El
gobierno británico, que en el discurso ha sido el más estrecho
aliado de Estados Unidos en el empeño bélico contra Irak,
pasó ayer a los hechos y ordenó la movilización de
miles de reservistas y su envío al golfo Pérsico. Adicionalmente,
Londres mandó a la región una fuerza aeronaval compuesta
por un portaviones, tres destructores, una fragata, cuatro barcos auxiliares,
un buque antiminas y un submarino. Así, y aunque las autoridades
británicas insisten en afirmar que el ataque militar a Irak "no
es inevitable", tal declaración parece orientada más bien
a calmar a una opinión pública que es mayoritariamente adversa
a la subordinación del gobierno de Tony Blair a los delirios bélicos
de George W. Bush.
En forma sorpresiva la presidencia francesa dio señales
ayer de un golpe de timón en su postura -hasta entonces contraria
a la guerra contra Irak- y ordenó al ejército galo prepararse
para un nuevo conflicto en el golfo Pérsico. Tras afirmar que las
fuerzas de su país seguirán siendo necesarias "en cierto
teatro de operaciones", el presidente Jacques Chirac advirtió que
"otros podrían abrirse pronto", en referencia inequívoca
al amenazado país árabe. Si bien es cierto que el jefe del
Elíseo condicionó la participación de su país
en una invasión a Irak a una decisión "explícita del
Consejo de Seguridad" de la ONU, no deja de ser inquietante que tal posibilidad
le parezca tan cercana al estadista francés que se sienta obligado
a poner en alerta a las fuerzas armadas francesas.
Washington, por su parte, intensifica el despliegue de
recursos bélicos en la región del golfo Pérsico. Ayer
se inició el envío a Qatar de personal y equipo para establecer
en ese emirato un centro de comando encargado de coordinar las operaciones
marítimas, terrestres y aéreas contra las fuerzas iraquíes.
Las autoridades inglesas y estadunidenses insisten en
que los aprestos militares tienen por función inmediata intimidar
al régimen de Saddam Hussein y obligarlo a renunciar pacíficamente
a unas armas de destrucción masiva que, a decir de los inspectores
enviados a territorio iraquí por el Consejo de Seguridad de la ONU,
no aparecen por ningún lado. Pero la movilización de recursos
militares es de tal magnitud que parece orientada, más bien, a empezar
la guerra, y a empezarla pronto.