JAZZ

Antonio Malacara

Gilberto Gil, ministro de cultura en Brasil

EL NOMBRE DE Gilberto Gil, uno de los más importantes iconos de la música brasileña (y vaya que esto es mucho decir) empezó a multiplicarse entre las pláticas de estas tierras (las mexicanas) a partir de que Eugenia León incluyera uno de sus temas, Si pudiera hablar con Dios, en su primer disco solista: Luz (1984). Y pareciera imposible, pero las cosas no han mejorado mucho, casi nada. La inefable belleza de la música brasileña sigue entrando a cuentagotas en nuestro país, y la obra de grandes maestros como Chico Buarque, Caetano Veloso, Airto Moreira, Edu Lobo, Gal Costa, Milton Nascimento o Gilberto Gil, por mencionar sólo algunos, es disfrutada por unos cuantos aferrados que tienen que recurrir a los discos de importación.

PERO HOY NO vamos a hablar de la historia universal de la infamia ni de la miopía de nuestro mercadeo musical. Queremos mejor hablar de Gilberto Gil como el nuevo ministro de Cultura de Brasil, cargo que asumió la semana pasada a invitación expresa del señor Lula da Silva. Entrevistado por Joaquim Ibarz para el diario La Vanguardia, de Barcelona, el artista bahiano respondía así a las críticas por haber aceptado un ministerio, después de haber mantenido siempre una postura hipercrítica hacia el poder:

"ME HE TRANSFORMADO en el vidrio al que antes tiraba piedras. Pero así es la vida: uno se traslada de un lado a otro de lo que está sucediendo. Pero ser ministro de Cultura de un gobierno que preside Lula no choca con mi defensa de la justicia y la igualdad social."

Impulso a la diversidad

EN CUANTO A sus planes de trabajo apuntó: "...En un país con tanta riqueza y creatividad cultural, este cargo debe servir para impulsar su enorme diversidad. No se trata de subvencionar artistas, sino de facilitar su creatividad... Queremos fomentar la creatividad y las formas de expresión de la sociedad. El fomento de la cultura nacional hace que los pueblos recuperen su autoestima y contribuyan con mayor decisión al desarrollo. Brasil, con todo su potencial económico, humano y cultural, debe valorarse y ubicarse como una importante referencia mundial."

AHONDO DE MANERA por demás interesante cuando se le cuestionaron los cómos: "Con un proyecto consistente y creativo de radicalismo social, me propongo reducir la distancia que existe entre este ministerio y el ciudadano. La cultura abandonará el área restrictiva y excluyente de las concepciones académicas, y los ritos y la liturgia de una supuesta clase artística y cultural. La política cultural no puede apostar todas sus fichas a los vientos, sabores y caprichos del dios mercado. En muchos casos será preciso superar la visión de corto alcance, de estrechez de miras y aun de ignorancia de los agentes culturales".

No hay diferencia, sólo matices

Y DE ESTA larga entrevista recogemos un final que, a pesar de hablar específicamente de Brasil, se puede transportar a cualquier país de nuestra América: "Cada pueblo tiene su cultura, (pero) no existen diferencias entre las culturas, (no son) mejores ni peores, simplemente hay matices de igual valor. Yo soy un negro mestizo que ha vivido muy de cerca formas de discriminación totalmente inaceptables para un país latinoamericano; discriminación que es consecuencia de la falta de un cordón umbilical, basado en el conocimiento cultural entre los diversos pueblos que habitan en el extenso territorio brasileño. La cultura debe ser en Brasil parte del proyecto de construcción de una nación que va en busca de su verdadera identidad y de la justicia social, un país que se transforma".