En 2002 investigadores de la UNAM recibieron en promedio dos distinciones por semana
Científicos de México destacan a nivel mundial, pese a desventajas y barreras
Difícil tener primicias en la materia con escasez de recursos, infraestructura e insumos: Drucker
La física Ana María Cetto considera injusta la valoración de la ciencia según modelos del exterior
KARINA AVILES
En un mundo globalizado, donde la investigación científica está monopolizada por las grandes potencias y sólo 1 por ciento de los científicos del planeta son latinoamericanos, México ha logrado sobresalir con cientos de investigadores premiados internacionalmente y tres premios Nobel que respaldan el esfuerzo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), por mantener al país en el primer plano de la ciencia y las humanidades, pese a que las políticas presupuestales pretenden "asfixiar" estos quehaceres científicos.
Tan sólo el año anterior, los científicos de la UNAM recibieron en promedio dos distinciones por semana. En el campo de la ciencia básica, Ana María López Colomé obtuvo el Premio L'Oreal-UNESCO, que se otorga a las mujeres de ciencia más destacadas de los cinco continentes. La física Ana María Cetto se convirtió en la primera mexicana que ocupa el cargo de directora general adjunta del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con sede en Viena y en la primera latinoamericana que es nombrada secretaria general del Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU, por sus siglas en inglés).
El Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002 fue otorgado a los científicos Luis de la Peña Auerbach y Ricardo Tapia, en el área de ciencias físico-matemáticas y Naturales, así como a los profesores eméritos Adolfo Sánchez Vázquez, en la rama de historia, ciencias sociales y filosofía y a Luisa Josefina Hernández, en lingüística y literatura. Por tercer año consecutivo, la bioquímica Gloria Gutiérrez Venegas obtuvo el premio que otorga la fundación Glaxo Smith-Kline, que reconoce trabajos inéditos en el área de investigación biomédica a nivel nacional e internacional.
En el campo de las humanidades, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez fue distinguido también con el doctorado Honoris Causa en la universidad de Buenos Aires y recientemente recibió idéntica distinción de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. La obra teórica y la trayectoria académica del científico social Pablo González Casanova fue reconocida en Brasil con el doctorado Honoris Causa de la Universidad del estado de Río de Janeiro, y también le fue otorgado el mismo doctorado de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, sólo por mencionar algunas de las distinciones logradas por los universitarios.
Ardua labor
Pero realizar esta tarea no ha sido fácil. Los investigadores mexicanos compiten en una carrera contra gigantes, donde la batalla no sólo es hacia el exterior, frente a las condiciones de ventaja que tienen los científicos del primer mundo, sino en su país, donde a veces ya no pueden continuar con sus trabajos porque se acabó tal sustancia y no hay dinero para comprarla, el equipo se descompuso y aquí no existe la pieza para echarlo a andar, los recursos se retrasaron y, en consecuencia, los proyectos fueron frenados.
De acuerdo con datos de la UNAM, entre 1993 y 2002 se ha registrado una caída de 56 por ciento en el presupuesto gubernamental de apoyo a los proyectos de investigación realizados en la universidad, lo que en cifras representa una disminución de 276 millones a 122 millones de pesos.
Aunque las comparaciones no siempre resultan equitativas, en ocasiones dan una idea del estado en que se encuentran las cosas. El gasto por investigador en la universidad es de 784 mil 467 pesos anuales, cantidad que incluye el salario, equipo, infraestructura, luz, teléfono, agua, etcétera. Mientras que el gasto que se hace en un investigador estadunidense es de 2 millones 381 mil 456 pesos, o sea, tres veces más, establecen datos del Subsistema de la Coordinación de la Investigación Científica (SIC) de la UNAM.
El desdén hacia la ciencia no sólo se queda en el poco apoyo por parte del gobierno sino también de la iniciativa privada. Entre los países de la Organización para la Cooperación de Desarrollo Económico (OCDE) las naciones con menor participación del capital privado en el financiamiento de la investigación son México, con 24.5 por ciento; Portugal, con 21.3 por ciento, y Grecia con 24 por ciento.
La carencia de recursos, la tardanza en el acceso a la infraestructura y la obtención de los insumos necesarios para hacer ciencia, advierte el científico René Drucker, conforman un sistema en el que "es difícil que los investigadores puedan tener primicias".
El coordinador del SIC explica que un investigador mexicano para conseguir una sustancia para su laboratorio tiene que pasar por solicitudes, permisos, aduanas y, luego, esperar varias semanas a que los insumos lleguen del extranjero porque el país no los produce. En cambio, un científico que vive en un país del "primer mundo" sólo tiene que levantar el teléfono para hacer el pedido y tenerlo en su laboratorio en menos de 24 horas.
Si el gobierno continúa retrasando esta actividad lo único que pasará "es que México no logre estar en la frontera de la ciencia", subraya. Según datos publicados en el World Competitiveness Yearbook 2002, donde se clasifica a 49 países por grado de competitividad internacional, México ocupó uno de los últimos sitios al estar en el lugar 38 en el gasto corriente que hace por habitante en investigación y desarrollo experimental, el cual se ubicó en 20 dólares por persona.
En infraestructura tecnológica y científica, el país se colocó en los lugares 44 y 49, respectivamente, inferiores a los de países como Brasil, que se ubicó en los sitios 34 y 41; España, que se colocó en 35 y 32, y Corea, que se ubicó en 19 y décimo sitios.
El ingenio del científico mexicano
En su laboratorio de bioquímica de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Odontología, la investigadora Gloria Gutiérrez habla sobre el ingenio del investigador mexicano para contender contra una serie de obstáculos, y aun así lograr investigaciones de primer nivel.
Mientras muestra su laboratorio en donde se ve que muchos de los frasquitos de las sustancias y los equipos tienen el sello inconfundible de made in USA -a propósito, las importaciones mexicanas de insumos y equipo para las actividades científicas y tecnológicas el año pasado ascendieron a 10.8 millones de dólares, de las cuales 58.2 por ciento se realizaron en Estados Unidos- la investigadora revela su técnica que ella misma califica al estiProcuraduría Federal del Consumidor.
La estrategia tiene un principio fundamental: "No puede haber ni un solo desperdicio". Tan sólo menos de una gotita mal utilizada de una sustancia para amplificar genes traería una pérdida de 600 pesos, que es su valor. En este laboratorio se tiene cuidado hasta de cómo se cierran y abren los frascos porque si se hace mal, se echarían a perder; los medios de cultivo que se compran son en polvo en lugar de líquidos, porque son más baratos, y sólo "preparamos lo indispensable" en materia de cuantificación de células porque "si nos pasamos, no podríamos comprar otras sustancias nuevas".
Calcula que "80 por ciento" de las actividades se dejan de hacer por razones económicas y lamenta que alrededor de 40 por ciento del tiempo de un investigador se vaya en actividades que no son las suyas. Además de ser administradores, los científicos mexicanos tienen que conseguir sus fuentes de financiamiento, regatear precios, ser sus propios "publicistas" y hasta "reparadores de equipo", indica.
Para Ana María Cetto, secretaria general del ICSU, dedicarse al quehacer científico en un país de los llamados periféricos "se vuelve una actividad muy cuesta arriba" por los motivos antes expuestos. Pero también considera que ha sido injusta la valoración que se hace de la ciencia conforme a los parámetros de las publicaciones internacionales.
En el Informe General del Estado de la Ciencia y la Tecnología 2002, publicado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se establece que "tan sólo cuatro naciones concentran 59 por ciento de la producción científica mundial medida en artículos".
El monto registrado en 2001 colocó a Estados Unidos en el primer lugar con 250 mil 128 artículos científicos publicados, 34.1 por ciento del total mundial, seguido por Japón, con 70 mil 574 artículos (9.61 por ciento); el Reino Unido, con 67 mil 813 (9.24 por ciento) y Alemania con 64 mil 960 artículos (8.9 por ciento).
México tuvo una participación de 0. 67 por ciento con 4 mil 968 artículos, de los cuales 50 por ciento son de investigadores de la máxima casa de estudios. Dicha producción fue similar a la que tuvo Argentina, con 4 mil 294 artículos (0.58 por ciento) y por encima a la que registró Chile, con 2 mil 15 publicaciones (0.27 por ciento).
Ana María Cetto indica que así como un científico tiene que estar enterado de lo que se hace en el resto del mundo, también debe mirar hacia adentro, hacia los problemas nacionales: "Si los investigadores nos divorciamos de nuestro contexto es entendible que la sociedad no comprenda por qué es importante la ciencia".
El problema no sólo es que importemos del extranjero "sustancias, también soluciones". Los investigadores de aquí tienen toda la capacidad, el obstáculo en ocasiones es que "no se tiene el mínimo de recursos para continuar los proyectos en marcha", indica.
Pese a todo ello, los investigadores de la UNAM, con 25 por ciento del presupuesto global que se destina a la investigación científica del país, generan 50 por ciento de la investigación de la misma. Y con un presupuesto cinco veces menor al de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) -la proporción es 63 mil millones de pesos de la UCLA contra 12 mil 937 millones 456 mil 841 pesos de la universidad- la institución destina 25.6 por ciento de sus recursos totales a la investigación.