Adolfo Gilly
2003: el año en que estaremos en peligro
Si ponemos en relación el asalto de los comandos
de Ricardo Salinas Pliego y Tv Azteca en el cerro del Chiquihuite, la pasividad
(o la anuencia) de las autoridades federales frente a esta banda armada,
y el artículo de Jenaro Villamil: "Cerisola, el silencio y el cinismo"
(La Jornada, República de Pantalla, 5 enero 2003) donde,
además de referir estos hechos, enumera las recientes operaciones
de cierre, compra o inminente quiebra de varios periódicos (Novedades,
El Día, Excélsior, unomásuno,
La Prensa, hasta el momento), debemos deducir que estamos ante un
proceso de restructuración general de los medios de comunicación
en el país.
Ricardo Salinas Pliego, el protector y defensor de Paco
Stanley, con sus métodos de acción está dando la pauta
de las formas y los ritmos que se quiere imprimir a este proceso, en el
cual a la violencia invisible del dinero se asocia a la violencia espectacular
de los comandos armados.
La actitud del gobierno federal en este caso del Canal
40 no parece obedecer a resignación e impotencia, sino más
bien a que este tipo de acciones se corresponde con los planes y programas
de la alianza entre las finanzas y la sólida derecha mexicana, cuyo
representante en el poder es el presidente Vicente Fox con su equipo de
gobierno.
A la restructuración de la banca de todos conocida,
se suma la restructuración de la agricultura que tendrá lugar
con la apertura de las fronteras conforme al TLCAN, y la restructuración
del trabajo que se prepara con el proyecto Abascal, en el cual se
combinan la flexibilidad para el empresario en el uso de la fuerza de trabajo,
la inseguridad para el trabajador en su empleo y la continua compresión
a la baja del salario (salario directo y salario social), de modo que la
precariedad y la peligrosidad del trabajo en las maquiladoras se convierta
en la norma para el trabajo industrial y en general para los asalariados
mexicanos.
Contorneando la resistencia de la UNAM, que no ha podido
ser doblegada, la restructuración de la educación superior
avanza mediante la creciente preminencia de las universidades privadas,
nacionales y extranjeras, en la formación de los cuadros y especialistas
en cuyos estudios y proyectos se sustentan las decisiones públicas.
La restructuración de la industria editorial y la creciente absorción
de editoriales medianas y también grandes en los grandes consorcios
que dominan el mercado del libro en el mundo forman parte igualmente de
estos dinámicos cambios en una sola dirección. Los pabellones
de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara fueron este año
muestra y vitrina de esta mutación en curso de la industria del
libro.
En los territorios de la política se ha acelerado
la restructuración del sistema de partidos, especialmente a partir
de la victoria del PAN en 2000. Los tres grandes partidos -PAN, PRI, PRD-
son en los hechos, en virtud de la legislación electoral y del financiamiento
público, meros administradores institucionales del voto ciudadano.
Cada vez más la política nos es presentada como una actividad
circunscrita al ámbito de las instituciones, cuyo ejercicio quedaría
de hecho restringido a los profesionales de la actividad política
en los puestos electivos federales o locales y a los funcionarios de los
partidos. Es más notoria esta deriva institucional y profesional
en el PRD, que había surgido hace casi cinco lustros de una inédita
irrupción ciudadana en la política a escala nacional.
Anotar esta constelación de restructuraciones no
es añorar un pasado que poco lugar dejó para añoranzas.
Es más bien comprobar la coherencia, la direccionalidad y el dinamismo
de las mutaciones que vivimos, a las cuales es ingenuo o impropio considerar
como una "transición a la democracia" o como una sumatoria de cambios
inconexos y azarosos.
Estas mutaciones serán aceleradas por la presión
de la política bélica de Estados Unidos y por la casi inevitable
guerra de Bush contra Irak y el universo popular y cultural de los países
árabes.
En el mundo de la comunicación, la restructuración
es también una puesta en orden. Voces molestas, ligeramente independientes
y a veces abiertas a la crítica, deben desaparecer o ser domesticadas
en primer lugar en los medios electrónicos, aquellos de mayor alcance
popular. Como todos sabemos, es lo que está sucediendo con el Canal
40.
Si esto es así, creo obligado dar la alerta: 2003
puede ser el año en que estaremos en peligro. La Jornada,
cuya salud y difusión parecen aseguradas por una amplia franja del
público lector que alentó su nacimiento y que desde entonces
la acompaña, no puede dejar de estar en la mira. No veo ningún
indicio en particular. Veo en cambio desenvolverse una situación
general en la cual este periódico va a terminar sobrando. No es
una empresa fácil someterlo a la aplanadora de la restructuración.
No imagino por cuál camino -puede haber varios- los poderes dominantes
intentarán hacerlo.
Pero veo con claridad que este periódico, nacido
a la mitad de los 80 en los prolegómenos de grandes movilizaciones
políticas y sociales cuyo anunciador y cuyo portavoz ha sido desde
entonces, ocupa un espacio de contrahegemonía informativa y cultural
que entre todos hemos sabido construir. A medida que se consolide la restructuración
en curso, este espacio se les volverá más disonante e intolerable
a los conductores y beneficiarios de aquel proceso. Pasadas las elecciones,
puede venir lo inesperado.
No estoy haciendo un pronóstico pesimista. Los
de este lado somos muchos, muy variados en ideas y en organizaciones y
razonablemente capaces, cuando queremos, para organizarnos y defender lo
que hemos construido y conquistado. Pero sí me parece necesario
poner este tema en discusión a partir de los hechos gangsteriles
del Canal 40.
Tampoco propongo una simple posición defensiva,
sino además una discusión seria sobre cómo engrandecer
estos espacios críticos independientes, para que esta amplia y dinámica
parte de la sociedad mexicana que dio origen y sostiene hasta hoy a La
Jornada como periódico propio, encuentre los medios para generar
también, en un futuro próximo, una radio y un canal de televisión
críticos, independientes y de primera calidad. Preocupaciones similares,
con sólidos fundamentos, exponía Julio Boltvinik en estas
páginas (La Jornada, Economía Moral, 4 enero 2003)
en sus "Reflexiones de Año Nuevo".