Empresarios, líderes sindicales y gobierno,
únicos ganadores: investigador de la UAM
Reinstaura relaciones corporativas el proyecto de reforma
laboral foxista
Lo más grave es el avance de las demandas de
los industriales, afirma Enrique de la Garza
FABIOLA MARTINEZ
El proyecto de reforma laboral impulsado por el gobierno
foxista representa "un nuevo pacto corporativo" entre empresarios, Estado
y sindicatos tradicionales, afirmó Enrique de la Garza, especialista
en el movimiento obrero mexicano y procesos productivos.
Lo más grave -subraya- no sólo es la "restauración
de las relaciones corporativas", sino el avance de las demandas históricas
de la iniciativa privada en cuanto a flexibilidad laboral, entendida por
los representantes patronales como sobrexplotación de la mano de
obra sin compromisos para compartir las ganancias ni elevar la capacitación
o la creatividad del trabajador.
De
la Garza, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana
y autor de una veintena de obras en torno al tema, explicó que en
el proyecto de ley, redactado a convocatoria de la Secretaría del
Trabajo y Previsión Social, se incluyeron, además de los
principios de la doctrina social de la Iglesia católica ("el respeto
a la persona humana como base del derecho y la empresa entendida como una
comunidad de intereses"), elementos surgidos de la doctrina gerencial de
la calidad total.
Lo anterior redunda en dos temas centrales -incluidos
en la iniciativa- presentados como única opción para generar
más y mejores empleos: flexibilidad del trabajo y restricciones
a la libertad de asociación, contratación y huelga.
En cuanto al primer elemento destaca el ajuste del número
de trabajadores a las necesidades productivas de la empresa, principio
que se evidencia en contratos a prueba -sin responsabilidad para el patrón
en cuando a indemnización por despido- y contratos de capacitación
hasta por tres meses.
De la Garza explicó que la flexibilidad no es sólo
numérica (respecto a la cifra de obreros empleados), sino también
funcional; es decir, aquella que plantea jornadas laborales discontinuas,
ampliación pactada de tareas y cambio de días de descanso.
A las definiciones anteriores, perfectamente delineadas
en el proyecto de reforma, se agrega una tercera posibilidad: flexibilidad
salarial, que es más "pobre" que las anteriores porque no ofrece
compromisos explícitos de compartir las ganancias de productividad
a través de bonos más allá de pagos ínfimos
por asistencia o puntualidad.
El investigador, coordinador del doctorado en Estudios
Sociales de la UAM-Iztapalapa, aseveró que es "totalmente falso"
que el método anterior sea la única vía para elevar
la productividad y la competitividad. Lo que sucede, dijo, es que empresarios
y gobierno insisten en imponer el modelo maquilador, que incluye mayor
intensidad de mano de obra (trabajo más a prisa) y bajo salario.
"Lo que sucedió aquí (en la iniciativa)
es que salen ganando los patrones, los dirigentes del Congreso del Trabajo
y el mismo gobierno al firmar la continuidad de las relaciones laborales
corporativas, que han garantizado la paz laboral en México durante
tanto tiempo", expresó.
En consecuencia los grandes perdedores son los trabajadores
y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), en especial la dirigencia
del sindicato de telefonistas (integrante de la presidencia colegiada de
la UNT), la cual creyó que mediante su propuesta de un nuevo pacto
social productivo, exitoso en Telmex, podía ponerse a la cabeza
de las reformas. "Pero este proceso mostró que las ideas no bastan
si no se cuenta con la fuerza necesaria para impulsarlas", dijo.