Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 3 de enero de 2003
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Política

Luis Javier Garrido

El peón

En el escenario de América Latina, México no es ya más que un peón de Washington y de las trasnacionales y eso aisla cada vez más a nuestro país.

1. La llegada en 2003 a dos gobiernos latinoamericanos de presidentes reformistas -Lula en Brasil y Antonio Gutiérrez en Ecuador- y el hecho de que la administración Bush no haya logrado hasta ahora derrocar al gobierno constitucional del presidente Chávez en Venezuela, a pesar de los millones de dólares que ha gastado, está lejos de constituir un motivo de aliciente para el gobierno de Vicente Fox, que podía haber visto en estos acontecimientos la ocasión para impulsar a escala continental políticas que frenen el neoliberalismo depredador, pero según todos los signos el nuevo contexto continental está por el contrario siendo motivo de grave preocupación.

2. La política exterior del foxismo se ha sustentado hasta ahora en la tesis aberrante de que siendo Estados Unidos, desde la caída del muro de Berlín, la única superpotencia, no era posible para el nuevo gobierno mexicano no alinearse con Washington, sin tomar en consideración que el gobierno republicano de George W. Bush, luego del 11 de septiembre, actuase, ya no de manera encubierta sino con profundo cinismo, por encima del orden jurídico internacional, lo que dejó a México con una política exterior pragmática, alejada de sus principios tradicionales, en un plano de servilismo, con la consecuencia de que los intereses de México se hallan cada vez más desprotegidos.

3. Los cambios políticos en Brasil, Ecuador y Venezuela están teniendo, quiérase o no, un impacto continental, y han producido una nueva situación que propicia una serie de iniciativas, tras de las cuales el factor fundamental son los pueblos que están respaldando a esos nuevos gobiernos y que van a impulsarlos a otras políticas, y esto pone al gobierno foxista en una disyuntiva. El gobierno de Fox, por un lado, está quedando en entredicho por su papel como instrumento del Departamento de Estado que actúa como su auxiliar para sabotear cualquier iniciativa molesta para Washington y, por el otro, como un gobierno de la derecha más reaccionaria, que se niega a escuchar el debate que se ha abierto en torno del fracaso del neoliberalismo en América Latina y de las políticas alternativas que urge ir definiendo.

4. México tiene un gobierno que es visto desde el exterior no sólo como de extrema derecha sino sobre todo como carente de autonomía, pues sirve como peón al gobierno estadunidense, y el que además se admite que está muy lejos de ser una democracia pues subsisten el autoritarismo y la corrupción y se ha agudizado la violación a los derechos de los individuos y de los grupos sociales, como se ve todos los días, de manera que los cambios en el continente no hacen más que resaltar el carácter derechista y antinacional de Fox.

5. La visión que del gobierno foxista se tiene en Latinoamérica dista mucho de la del "gobierno del cambio" que infructuosamente fabrican los publicistas de Los Pinos. Y es que, Ƒcómo puede pretender ser democrático un gobierno que viola de continuo los derechos de los pueblos indios, negándose a reconocer sus garantías fundamentales y los acuerdos firmados por sus antecesores? ƑCon qué autoridad puede presentarse como democrático un régimen en el que la televisión se halla en manos de dos monopolios, y un comando armado de uno de ellos, Televisión Azteca, toma por la fuerza las instalaciones del Canal 40 y el gobierno no actúa, aunque todo mundo tiene la presunción de que el operativo fue alentado y protegido desde Los Pinos?

6. Las formas se han perdido también, y si miembros del gobierno foxista aplaudieron en 2002 el intento de golpe de Estado de la CIA en Venezuela y Fox se ha negado a ayudar a Chávez con petróleo, no esconde tampoco su disgusto por la llegada de Lula a la presidencia brasileña, manifestándolo con el berrinche de negarse a asistir a Brasilia a la toma de posesión.

7. El gobierno de Bush, centrado en su demencial guerra contra Irak, ve ahora con profunda preocupación a Latinoamérica, y no parece tener más respuesta que la de la fuerza. Andrés Oppenheimer, quien pulsó las opiniones en Washington, decía en El Noticiero de Canal 2 (30 de diciembre) que en los dos escenarios que se manejan en los círculos de poder, el de una América Latina dividida en México y Centroamérica, por un lado, fieles a Washington y al neoliberalismo, y una América del Sur según ellos convulsionada por su rechazo a la globalización y abandonada por Estados Unidos, o el de un continente dividido en el que varios países suramericanos (Colombia, Perú) permanecerían fieles al neoliberalismo, la pieza clave es el gobierno foxista.

8. Este gobierno representa, sin embargo, cada vez menos al pueblo de México que, como el de Argentina o los de Bolivia y Perú, busca su camino al margen de su propio gobierno. ƑNo era ese acaso también el mensaje de los 30 mil campesinos zapatistas que ocuparon el primero de enero San Cristóbal?

9. El gobierno de Vicente Fox no parece empero dispuesto a rectificar y a modificar la orientación neoliberal de sus políticas, que tienen como objetivo central servir al capital trasnacional y al gobierno de Bush, por lo que el actor político fundamental de los meses por venir va a ser cada vez más el pueblo, como ya se vio en 2002. Entre ese pueblo que quiere un cambio de rumbo y el gobierno foxista que está empecinado en no dar marcha atrás el abismo es ya muy profundo, y Fox se equivoca si cree que podrá prevalecer por medio de la propaganda. La resistencia a sus políticas, lo mismo en las comunidades rurales y urbanas que en la sociedad en general, va a ser el rasgo fundamental de las luchas sociales que vienen.

10. El gobierno de Fox podrá servirle a Washington tratando de aislar a los gobiernos del continente que buscan una vía propia para América Latina, incluso simulando, como lo hizo en su campaña, que busca con ellos salidas comunes a los problemas de todos, pero el hecho irreversible es que son los pueblos los que están impulsando los cambios que se están produciendo en el continente, y que el gobierno foxista no puede impedir que éstos se encuentren, dialoguen e impulsen tales cambios y que de la resistencia pasen a iniciativas novedosas. La otra globalización es la que juega contra los intereses oligárquicos que representa el foxismo.

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