Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 3 de enero de 2003
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Política

NOVENO ANIVERSARIO DEL ALZAMIENTO ZAPATISTA

Desclasificaron objetos claves en su historia

Exponen en Monterrey los orígenes del EZLN

En la muestra se puede observar el "arma más mortífera" del movimiento: un mimeógrafo Gestetner 320

BLANCHE PETRICH ENVIADA

Apodaca, NL, 2 de enero. Para dejar constancia de que hay historia y memoria, en un pueblo semirrural de nombre Mezquital, engullido por la industriosa mancha urbana de Monterrey, la Casa Dr. Margil abrió la exposición del pequeño museo de sitio con objetos de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), fundadas en 1969, y de su sucesor, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se levantó en armas el primero de enero de 1994.

La muestra se titula La rebelión de los 70 nace en silencio, crece en silencio, vive en silencio. En el recorrido, el visitante puede descubrir las claves que el EZLN ha decidido empezar a "desclasificar" sobre sus antecedentes y desarrollo a lo largo de 33 años.

El pequeño folleto impreso que nos guía sugiere empezar por la cochera. Bajo el tejado de lámina yace un viejo escarabajo Volkswagen blanco y despostillado. En su interior, en medio de los asientos delanteros, la joroba que suelen tener esos autos en el centro está levantada y un foco estratégicamente situado por los museógrafos muestra el hueco tubular donde se transportaron documentos y "objetos" por las carreteras de la República Mexicana.

El secreto de las flores

Caminando hacia la entrada de la casa de un sólo piso, se puede observar, a mano derecha, un hoyo y dentro de él un barril. Bien tapado con una plancha de concreto y con floridas macetas encima, durante años sirvió para ocultar los documentos vitales del movimiento rebelde. El doctor Margil Yáñez guardaba los papeles, su esposa doña Beatriz regaba las plantas.

A unos pasos de la puerta de entrada saluda desde el muro una fotografía del abogado César Yáñez Muñoz, cuando tenía unos 27 años. El es Pedro o Manuel, el fundador y dirigente histórico de las FLN. En 1974, a punto de ser capturados por una batida del Ejército en el rancho El Chilar, en Ocosingo, él y varios guerrilleros emboscaron a la unidad y causaron cuatro bajas entre los soldados. Huyeron hacia la selva y nunca más se supo de ellos.

Frente al muro con este retrato hubo originalmente un horno de leña con un buen tiro para la salida del humo. La fachada, ideada por el arquitecto Fernando Yáñez, también militante de la organización, resultó perfecta. En las diferentes visitas de la policía judicial o del Ejército nunca se descubrió que debajo del horno arranca una escalera hacia un sótano de techos bajos y buenas dimensiones, escondite de armas y combatientes.

Ahí, hoy todavía, se encuentra "el arma más mortífera" de la organización, nos advierte el guía mientras desciende al subsuelo, cuyo piso está cubierto de aserrín. Es un mimeógrafo Gestetner 320, aun hoy en óptimas condiciones, aceitado y listo para entrar en acción. Ahí se imprimieron, nos dicen, miles de cuartillas con los documentos internos que a lo largo de 33 años formaron los fundamentos teóricos y prácticos de este movimiento.

En una esquina hay un enigma con el sello típico del subcomandante Marcos. Rojo sobre negro, una cartulina con el número tres. Perpendicular a su lado, un espejo. Y un letrero: "Que la esperanza tome nuevos bríos cuando se enfrente al espejo". El visitante mira dos números tres con motivo del 33 aniversario de la fundación de las FLN. En ese mismo sótano hay dos banderas pequeñas, una con la estrella roja de cinco puntas y otra tricolor, con el verde y el rojo algo apagados, reliquias que acompañaron a los insurgentes en otras décadas. Sobre las repisas de pino, ya pandeadas, dos cajas de lámparas de neón. Sin las balastras, sirvieron también para el traslado y almacenamiento de armas.

Otro muro luce un periódico mural, con una fotocopia casi ilegible del primer ejemplar de Nepantla, el órgano oficial de la organización. En esa comunidad del estado de México cayó la casa de seguridad conocida como la Casa Grande, donde murieron casi todos los combatientes. Se exhibe también la ampliación de una foto polaroid que muestra los impactos de bala sobre la casa de tejas de Nepantla. La gráfica fue tomada pocos días después del cruento ataque, aun con la judicial y el Ejército cercando la zona, por otra guerrillera que poco tiempo después también cayó, Aurora, Julieta Glockner.

Hay dos fotos más: una de la primera casa de la familia Yáñez en Monterrey, en la céntrica calle de 15 de mayo, ya destruida, cuna original del primer núcleo guerrillero, y otra más, tomada ya en 1984 "en algún lugar de Chiapas", con un grupo de guerrilleros indígenas.

De regreso a la primera planta, con piso de parqué, se camina hacia el fondo, en el lugar de honor, a otro muro donde una República Mexicana con trazo infantil se ve "abrazada por el mar", y en torno a él, enmarcados, los rostros de los primeros caídos de las FLN: Manuel, Salvador, Murcia, Alfredo, Aurora, Manolo, María Luisa, Gonzalo, algunos de los "abajo firmantes" de aquellos que comparecieron "el día sexto del mes de agosto del año mil novecientos sesenta y nueve" para "conspirar contra las sombras y tinieblas que opacan el mundo y su sol", según el poema Relación de hechos que firma al calce El Capitán, con letras invertidas y una calavera con su cruz de tibias. El Capitán fue un seudónimo de Marcos.

"Yo, la patria -dice ese poema- sabré guardarles su lugar en la historia y velaré por su memoria como ellos velaron por mi vida." Ahí, en ese muro, les hace guardia un jarrón de rosas blancas.

Escaleras arriba hay una biblioteca que lleva el nombre de otro combatiente caído, Carlos Vives. Es la única biblioteca pública gratuita de El Mezqital.

En el salón aledaño hay más vitrinas con objetos varios en exhibición. Una, con documentos y publicaciones. Ahí están varios ejemplares de La Verdad, un órgano interno de los años 80; Voz proletaria y Lucha proletaria, cuadernos de análisis marxista-leninista. Las pastas rojas de otro cuaderno, Conciencia proletaria, repiten su nombre en ruso, vietnamita, francés.

Está la portada fotocopiada de un libro que fue de lectura rigurosa para todos los combatientes zapatistas y pre zapatistas, Sobre el problema de la guerra y la paz, publicado en 1971. Fue el primer libro escrito por los dos máximos dirigentes, César Yáñez y Salvador, el segundo al mando. Y también un curso para el aprendizaje de la lengua tzeltal y un manual de Técnica para reparar zapatos, algo vital para la sobrevivencia. Otro libro de gran interés es Nada es gratuito en la historia, un análisis de la experiencia armada de Arturo Gámiz y Pablo Gómez, los chihuahuenses que lanzaron el asalto al Cuartel Madera.

Ya de la época en la que el subcomandante Marcos se había incorporado están los manuscritos del curso de combate urbano, impartidos por él mismo, y una copia escrita a máquina de los Convenios de Ginebra, que fueron estudiados para los reglamentos de la organización.

Otra vitrina exhibe un dibujo a lápiz, minimalista, firmado por Diego Rivera y dedicado en 1934 a Pablo Neruda: regalo de una organización guerrillera chilena a las FLN. Hay cronómetros y brújulas diversas, restos de los implementos que requería la vida guerrillera. Un teodolito y un telémetro, de uso para ingenieros civiles, fueron usados en diversas ocasiones para prácticas militares. Dos radios aún útiles, uno de marca Yaesu y otro más Kenwood, que sirvieron durante décadas para la comunicación desde la selva y las sierras a las ciudades, complementan esta muestra.

Finalmente otra vitrina contiene objetos de la historia más reciente: una laptop que sirvió a Marcos durante la caravana "del color de la tierra" en la primavera de 2000 y los gafetes que usó el enlace político Fernando Yáñez en el Congreso Nacional Indígena en Nurio y en el recinto legislativo.

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