Juan Gustavo Cobo y su antología de los premios Rulfo
''La mejor literatura de AL se urde con sigilo y rigor''
El volumen reúne en 500 páginas los discursos de diez galardonados con el reconocimiento ''más sólido de la región''
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
La mejor literatura en español no es la que publican los grandes consorcios editoriales ni la que producen los "autores mediáticos" o los maquiladores de best-sellers, sino la que en muchos casos se urde sigilosamente, con rigor y perseverancia, con pasión por el lenguaje; es minoritaria y, a veces, casi anónima. Eso dice haber constatado el escritor y crítico colombiano Juan Gustavo Cobo Borda al preparar y prologar la antología Premio Juan Rulfo, una década -editada por la Universidad de Guadalajara y el Fondo de Cultura Económica-, en la que se glosa vida y obra de quienes han obtenido el más importante galardón literario que se otorga en América Latina, instituido con la intención de promover, estimular, reconocer y difundir la literatura de la región.
''Es un deleite para mí -explica Cobo Borda en entrevista- poder ofrecer esta antología para que, ahora sí, se pueda debatir esa cuestión que nos tiene tan convencidos de que la literatura son las grandes luminarias narrativas y las grandes figuras mediáticas, y el auge de las novelas de mujeres o el fin del realismo mágico o las máquinas narrativas del posmodernismo. Yo me río, me río y me río de toda esta cuestión, porque al fin lo que queda son esos pequeñitos textos de Juan José Arreola hablando de Dulcinea, sufriendo sus amores contrariados; los pequeñitos textos de Augusto Monterroso burlándose de un pequeño monstruo llamado imperialismo estadunidense; los pequeñitos textos de Eliseo Diego tan llenos de luz nostálgica sobre las calles de La Habana.''
Más allá de modelos y escuelas
El Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (su nombre completo) nació auspiciado por la Universidad de Guadalajara, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y otras diez instituciones mexicanas -públicas y privadas- agrupadas para el efecto en una asociación civil no lucrativa. El premio lo han ganado Nicanor Parra (chileno, 1991); Juan José Arreola (mexicano, 1992); Eliseo Diego (cubano, 1993); Julio Ramón Ribeyro (peruano, 1994); Nélida Piñón (brasileña, 1995); Augusto Monterroso (guatemalteco, 1996); Juan Marsé (español, 1997); Olga Orozco (argentina, 1998); Sergio Pitol (mexicano, 1999); Juan Gelman (argentino, 2000); Juan García Ponce (mexicano, 2001) y Cintio Vitier (cubano, 2002).
Cobo Borda -poeta, ensayista, ex director de la Biblioteca Nacional de Colombia y ex agregado cultural de su país en Argentina y España- ha sido en tres ocasiones jurado del Premio Juan Rulfo. ''Los jurados -apunta en el prólogo de la antología- veníamos de todos los puntos cardinales, y si bien muchos lucían el uniforme de profesores, el hospitalario clima y la atmósfera de auténtica libertad espiritual los despojaba de sus manías y nos confabulaba a todos en una apasionada búsqueda de la verdad: Ƒquién era el mejor? ƑDebíamos reconocer lo eximio o revelar lo aún desconocido? Había entonces que superar modas y escuelas, ideologías y fronteras, y convocar la atención, en principio de todo el continente, en torno a un único creador. No ha sido esta una década perdida. Al antologarla veo cómo gentes disímiles pospusieron intereses ante el objetivo mayor: la buena literatura. Aquella que se mira a sí misma y revisa la tradición. Y no por ello deja de proponer su intransigente ímpetu creativo. Aquella que siempre iba más allá, al cambiar lo que existe. Al cancelarlo o deformarlo, son astuta ironía.''
-ƑCómo se gestó la antología Premio Juan Rulfo, una década?
-Considero al Premio Juan Rulfo el más razonable, coherente y significativo en el ámbito de la lengua española. El hecho de que sean siete jurados y que casi todos sean críticos literarios o creadores le ha dado una suerte de continuidad admirable al premio. Al sobrepasar una década, me di cuenta de que uno ingenuamente piensa que todo el mundo tiene que saber y conocer a Arreola, a Olga Orozco o a Julio Ramón Ribeyro. Entonces, en una de las tres ocasiones en que fui jurado dije: lo importante de los premios no es sólo el reconocimiento a los autores, sino también que nuevos lectores tengan acceso a a su obra, que vean por qué se le premió. Me parece muy significativo que casi todos los galardonados en su discurso de recepción del premio son muy reflexivos sobre lo que es la literatura. Es el caso de Olga Orozco, o esa especie de collage dadaísta que hizo Nicanor Parra. Son textos que podían ser estimulantes para una persona que se inicia en las letras. A partir de las palabras de Eliseo Diego o de Monterroso se iba a meter en la literatura de un modo muy entrañable y muy vivo. Busqué, al proponer el libro y hacer la selección, que pudiéramos ver cómo era la vida interna de la literatura.
''Quería mostrar un poco eso y le propuse a los organizadores del premio que ya era hora de contar qué habíamos hecho los jurados, cómo habíamos justificado los premios y, al mismo tiempo, diéramos una especie de balance crítico general del premio. Precisamente porque eran tan estimulantes, tan valiosos, los textos de estos creadores, que valía la pena por lo menos darle al lector el anzuelo apetitoso de una antología de cada uno de ellos para que si luego querían se entregaran de lleno a leer completa La feria, de Arreola, o las novelas y cuentos de Juan García Ponce, que son tan inagotables y tan llenos de mundo, de carne, de cuerpos, de gatos, de palomas. Y al mismo tiempo mostrar que los jurados no somos unánimes, que no todos estamos de acuerdo, pero precisamente ese disenso, esa confrontación, de lo cual no está exento el premio, forma parte de la multiplicidad libérrima de la literatura."
-La revisión de estos autores, de sus obras y discursos, Ƒle ofreció sorpresas? ƑQué descubrió?
-Sí, me ofreció muchas sorpresas. Uno siendo jurado se vuelve más aún de lo que pedía Baudelaire sobre la crítica. El pedía que fuera parcial, apasionada y política. Ahora me doy cuenta de que, en ese afán, a veces uno tiene imágenes un poco estereotipadas de autores de los que leyó un texto y lo marcaron y lo deslumbraron o simplemente quedaron como parte de uno, pero uno no conoce la totalidad de su obra. Por ejemplo, me hacía falta leer una parte de Parra, Eliseo Diego, a Olga Orozco y a Gelman. Me conmovió el caso admirable de Gelman que, ante la muerte de su hijo y de su nuera, entró en un periodo naturalmente de silencio, de exilio, de muerte, de sequedad espiritual, y cómo recuperó la voz apelando a los poetas de la España sefaradí, los arábigo-andaluces. Fue tan sorprendente ver cómo un hombre enmudecido por el horror de la represión, que perdió todos sus fervores y estímulos revolucionarios como miembro del grupo montonero, amenazado de muerte por sus propios compañeros cuando renunció, se internó en la lectura de los místicos españoles, de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa, y poco a poco, volviendo el verbo sujeto y el sujeto verbo, y alterando el magma del idioma, volvió a recuperar la voz.
''Y el caso de Nicanor Parra en su veta de juglar populachero, de guaso chileno, me hacia reír a carcajadas cuando lo volvía a leer. Detecté un timbre cercano al Martín Fierro, cercano a la voz popular, y leyendo sus poemas tan sarcásticos vi que no había descubierto lo infinitamente gracioso que hereda de la voz popular, áspera, borracha y sarcástica del pueblo renegando de todo.
-En esta revisión Ƒle entraron dudas? ƑDijo: nos equivocamos con alguien?
-No. Para confesarlo ahora, aunque yo no fui jurado en esa ocasión, pero como que no entendí el hecho del premio a Marsé. No por demérito del autor, pero no entendía qué era lo que se buscaba premiar en Marsé, si su obra narrativa o el hecho de traer un escritor de España para incorporarlo a esto. El premio ya se había como naturalizado en América. Al traer a Marsé me preguntaba si era el escritor más representativo de España en ese momento. Si era eso lo que se quería o era que su obra ha ido evolucionando de una forma renovadora, como es el caso de Nélida Piñón, cuyos cuentos femeninos eran de una dureza inclemente, reveladores sobre la mujer mirando al hombre como el hombre había visto a la mujer: de un modo instrumental; cuentos sumamente profundos, difíciles a veces en su carácter filosófico más que narrativo. En su caso, para mí sí fue incorporar un nuevo territorio, un nuevo mapamundi que en la novela brasileña ella lo encarna muy bien.
''También encontré algo que me hizo mucha gracia: familias de escritores. Una de ellas era un trío sumamente jocoso, en ciertos modos pícaro, lúcido, travieso: Julio Ramón Ribeyro, Augusto Monterroso y Sergio Pitol. Los tres eran absolutamente malvados, los tres sabían más de literatura de lo que debía saberse, los tres andaban impunemente por el mundo, Pitol yéndose a Polonia y a Rusia y a las traducciones vienesas; Monterroso, siempre con sus clásicos latinos, que se la pasaba con sus Virgilios y sus Horacios; y Julio Ramón Ribeyro, lector devotísimo de Chéjov y Maupassant. Los tres eran tan perversos y tan gozosos que tenían además una cosa que me parece muy bonito reivindicar: son grandes animales literarios.''
Admirable tolerancia hasta en crisis
-ƑEl premio ha estado a salvo de condicionamientos extraliterarios, geográficos o políticos?
-A mi modo de ver, sí. Ha mantenido una suerte de continuidad admirable. Pude ver que en las tres ocasiones que estuve como jurado y en la preparación de esta antología era admirable la tolerancia hospitalaria de México al lograr que 12 instituciones públicas hayan mantenido un premio de 100 mil dólares durante una década que, según dicen los economistas, fue una década perdida, con lo cual se demuestra que no saben nada porque en literatura, en poesía, no fue una década perdida.
-ƑEl premio ha tenido repercusiones de orden estético o mercadotécnico?
-Creo que sí. El premio también ha llamado la atención sobre ciertos creadores, ha irradiado en zonas que nunca nos imaginamos; la difusión del premio ha alcanzado dimensiones muy amplias. Figuras como Olga Orozco o Nélida Piñón ya tenían una especie de aura consagratoria en el buen sentido de la palabra, no eran luminarias de televisión, llegaron a más gente que se apuntaba a oírlas, a ver qué tenían que decir, a conseguir sus libros. Y eso seguramente implicó que la editoriales, que antes no les ponían mucha atención, pusieran en circulación sus libros. Y otra cosa que me pareció buena de haber hecho esta antología es que ya hay una o dos nuevas generaciones de lectores posteriores, gente que nos pregunta ''Ƒcómo, usted conoció a Arreola, a Nicanor Parra?'' Entonces, estamos en la capacidad de inventar la leyenda, la literatura es inventar leyendas, pero al mismo tiempo exige que nuestra leyenda tenga una base sólida, como se muestra en las 500 páginas de esta antología.