TOROS
El equino salió por la puerta grande y recorrió
las taquerías aledañas al coso
En su despedida de la Plaza Muerta, el caballo Cagancho
cortó dos orejas
Inmundos novillos de Vistahermosa El juez Balderas
tuvo otro ataque de apendicitis
LUMBRERA CHICO
Por primera vez, desde que la memoria recuerda, la gente
fue a la Monumental Plaza Muerta (antes México) a disfrutar el arte
taurino de un caballo. A nadie le interesaba el cartel compuesto por el
rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza y los peatones mexicanos Oscar
San Román y Fermín Spínola (que triunfó el
domingo anterior). Mucho menos el encierro de la vacada guanajuatense de
Vistahermosa, o el apego a una de las tradiciones más antiguas de
nuestra cultura popular. No: el público fue a los toros únicamente
por ver a Cagancho.
Y
ante una muchedumbre estimada en 22 mil espectadores, el feo y basto pero
estupendo corcel negro cuatralbo, que se hizo universalmente famoso con
el nombre de guerra del gitano Joaquín Rodríguez, entró
en el ruedo en punto de las 5:25 de la tarde, peinado con un listón
blanco sobre la crin, vestido con una silla de montar a la usanza andaluza
y vendado en las cuatro extremidades con albas polainas de algodón.
En la arena estaba Golondrino, toro castaño
de 480 kilos perteneciente al hierro de De Santiago, al que Pablo Hermoso
había incluido por sus cojones en el sorteo y al que acababa de
clavarle tres fulminantes rejones de castigo en buen sitio, después
de lucirse, sin pena ni gloria, ante Trianero, el primero de la
tarde, éste sí de la ganadería (o invalidería,
más bien) de Vistahermosa, que trajo cinco novillos de arrastre
lento, porque era así como se arrastraron por los suelos a causa
de su mansedumbre y debilidad.
Pero dijimos que en la arena estaba Golondrino,
y Cagancho pegó la carrera, espoleado por su jinete, y los
tendidos enloquecieron en el acto pasmados al contemplar cómo desafiaba
al bovino con cites estatuarios, cómo le ofrecía el cuerpo
y se lo ocultaba al momento de la reunión, cómo templaba
los pitones con los ijares galopando de costado, cómo lo remataba
con el pase de pecho abanicando la negra cola, cómo se paseaba delante
de él acercándole la grupa a los belfos, cómo, en
suma, dejó impresa en el cemento fresco de la posteridad su inmarcesible
grandeza de caballo torero.
Nueve minutos duró la faena realizada por Cagancho,
que llegó al clímax cuando Pablo Hermoso lo abrazó
con fervor y lo besó en el cuello, estampándole un chupetón
que ahí queda. Luego el navarro lo mandó a descansar y montado
en Mariachi clavó tres rosas, cada una más trasera
que la otra, antes de matar de un bajonazo de efectos retardados. El público
sacó entonces los pañuelos y aunque era una minoría,
el juez Ricardo Balderas, que está irreconocible, no vaciló
en conceder la oreja, mas como ésta fue pitada por un puñado
de inconformes, creyó que le pedían la segunda y, alegremente,
las dio.
Pablo Hermoso ordenó que Cagancho saliera
de nuevo, esta vez para llevarlo al centro del redondel, cortarle un mechoncito
del copete y acompañarlo a dar la vuelta al hilo de las tablas,
para que recibiera los ramos de alfalfa de las mujeres y los terrones de
azúcar de los niños. Pero a medio trayecto alguien le colgó
sobre el pecho la bandera mexicana y le amarró un gallo giro sobre
la grupa. Por último, su amo lo despojó de la silla y de
la carona y lo dejó partir, desnudo como vino al mundo.
Al término de la séptima función
de la Estafa Grande, en la que San Román y Spínola porfiaron
con las moribundas reses de Vistahermosa, uno clavando banderillas y otro
ejecutando un quite mixto por lopecinas (o chicuelinas invertidas, vieja
suerte reactualizada por El Juli) y gaoneras, Cagancho salió
a la calle por la puerta grande de la Muerta y transportando a Pablo Hermoso
recorrió los puestos de tacos y garnachas que rodean la mole de
Mixcoac, antes de retirarse a su hotel donde a la hora de cerrar esta crónica
aún celebraba con una manada de yeguas de Polanco y Santa Fe.
Fuentes siempre bien informadas aseguran que ahora el
noble equino se irá a Estados Unidos a trabajar como ejecutivo de
Procter & Gamble, porque si esa transnacional contrató para
tal efecto a un burro como Ernesto Zedillo, con más razón
incluirá en su crew a un señor caballo como Cagancho.
Utilidades y pérdidas
Domingo 15 de diciembre de 2002
Espectadores |
22,000 |
Ingresos netos |
1,540,000 |
Egresos |
|
Cagancho |
1,300,000 |
Oscar San Román |
33,000 |
Fermín Spínola |
33,000 |
Ganado |
200,000 |
Otros |
1,000,000 |
Subtotal |
2,566,000 |
Utilidades |
---------- |
Pérdidas |
1,026,000 |
Pérdidas anteriores |
3,640,000 |
Pérdidas acumuladas |
4,666,000 |
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