El Mesías, de Haendel, cierra hoy el programa de la orquesta
Concluye temporada 2002 de la OSN
ARTURO CRUZ BARCENAS
Hoy, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) concluirá sus actividades de 2002, que han dejado buenos recuerdos, como el hecho de haber sido nominado su más reciente disco al Grammy. Para despedirse, interpretará El Mesías, de Georg Friedrich Haendel, bajo la batuta de Enrique Arturo Diemecke, en el Palacio de Bellas Artes. El pasado viernes fue la primera parte del adiós al año que acaba, con el mismo programa. Y fue exitosa. Al final, el director de orquesta pidió al público que cantara la parte más conocida, la de la resurrección. La solicitud fue de la siguiente manera: "šAleluya, que cada quien agarre la suya!".
Participaron como solistas Irasema Terrazas, Carla López, Rogelio Marín y Oziel Garza Ornelas, así como los coros de la Secretaría de Marina y Convivium Musicum. Haendel estrenó El Mesías el 9 de abril de 1742, el cual es considerado su oratorio más célebre. La grandeza de la obra deriva parcialmente de la inusitada fusión de elementos en su interior: la ópera italiana, la tradición coral inglesa y la ductilidad rítmica de la música francesa. A ello se suma un espíritu legendario que -vía los liberalistas- hace eco de las gestas homéricas, y la presencia del coro, a la vez como comentario y protagonista a la manera de la tragedia griega.
El Mesías no es, como las pasiones de varios músicos barrocos, una narración teatral del martirio y la ascensión de Cristo. Al contrario, todo es concebido épicamente a modo de extenso y profundo credo de la fe cristiana. El texto suele eludir detalles narrativos.
La llegada de El Mesías
Desde el anuncio de la llegada de El Mesías, hasta su resurrección y Gloria al lado de su padre, la letra es directa y sintética. "šCanta, oh, hijo de Jerusalén. Mira, tu rey viene a ti. El es el salvador justo. Y hablará por las naciones!" Es la espera de siglos para que "entonces el ciego verá y el sordo oirá". Antes, el ángel que se aparecerá a María y José, para anunciarles que serán padres del hijo de Dios. Las letras reflejan los misterios de la fe cristiana, el profundo espíritu del sacrificio del cordero, el cual morirá para el perdón de los pecados.
Subraya Haendel que la llegada del Mesías es luz, ante la sombra de quienes mueren en el pecado, en la sombría muerte. El nacimieno de Jesús implica la fe y el deseo de pedir "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". Cuando esto ocurre, el arte o la fe, según sea la creencia de cada quien, provoca suspiros, muestras de sentimiento. La fuerza de la obra entra en uno de sus clímax. Es el Cristo milagroso. "Suave es su yugo y ligero es su peso".
Después vendrá el sacrificio del Cordero, que fue despreciado y rechazado. Sufre dolor, pesar. "Es sabio en padeceres". La otra mejilla. Las ovejas descarriadas. Y el reclamo del compositor: "ƑPor qué se han enfurecido las naciones y maquinan proyectos? ƑPor qué los pueblos maquinan vanos proyectos? ƑPor qué se han embravecido tanto las naciones? Se rebelaron los reyes de la tierra y los príncipes se aliaron?", en una letra con un mensaje de gran actualidad.