INSPECTORES BAJO PRESIONES
Como
señaló el periodista irlandés Robert Fisk en un artículo
reproducido ayer en estas páginas, la preparación de la guerra
contra Irak por parte del gobierno de Estados Unidos pasa, necesariamente,
por la descalificación de la tarea del equipo de inspectores de
armas enviado por la ONU a ese país árabe, e incluso por
las personas que conforman el grupo. The Washington Post, periódico
supuestamente independiente y honorable, publicó hace unos días
una nota sobre la presunta afición de uno de los integrantes del
equipo que encabeza Hans Blix a realizar, en privado, prácticas
sadomasoquistas.
La información es despreciable e inmoral, no porque
sea necesariamente falsa, sino porque pertenece al ámbito de la
intimidad del experto y es, en consecuencia, del todo irrelevante para
evaluar su tarea. En cambio, el dato puede resultar útil al gobierno
de George W. Bush si los inspectores concluyen que en Irak no hay armas
de destrucción masiva y la Casa Blanca se ve obligada a descalificar
el trabajo de los especialistas para reconstruir su principal pretexto
bélico contra el país árabe.
De cualquier forma, el propio Bush y sus secretarios de
Defensa, Donald Rumsfeld, y de Estado, Colin Powell, han optado por adelantarse
a las conclusiones de los expertos y aseguran que, aunque éstos
no descubran los armamentos referidos, debe darse por sentado que Irak
los posee y que debe ser desarmado -ya no sólo de sus supuestas
armas químicas, biológicas o nucleares, sino "desarmado"
a secas- por la fuerza militar.
El régimen de Bagdad, por su parte, después
de unos días de cooperación plena con los inspectores, ayer
los descalificó como "espías de la CIA y del Mossad", cuya
tarea real consistiría en "proporcionar mejores condiciones e informaciones
más precisas para el ataque que se avecina".
Ciertamente, Irak tiene antecedentes para recelar de los
verificadores de armamento, toda vez que el anterior equipo de inspectores,
presidido por Scott Ritter, fue usado por Washington y Londres para obtener
información estratégica que orientara ataques aéreos
ilegales e injustificados contra el país árabe. Así
lo admitió posteriormente el propio Ritter, quien agregó
que Estados Unidos e Inglaterra buscaron, en todo momento, torpedear el
trabajo de los inspectores para provocar una nueva guerra contra el régimen
de Saddam Hussein.
Sin embargo, en la presente circunstancia, la descalificación
a priori de la tarea de los inspectores de la Organización de Naciones
Unidas sólo contribuye a acortar el camino a una nueva conflagración
en el golfo Pérsico.
La Unión Europea, Rusia y China deben exigir a
Bush y a Saddam -tan semejantes, a veces, en sus furores belicistas- dar
tiempo y oportunidad para que el equipo de expertos concluya su tarea sin
presiones porque es, por hoy, el único dique a la guerra.