Recibe hoy, junto con José Emilio Pacheco,
el honoris causa por la UV
El nivel cultural de la clase política vive
una caída vertical: Florescano
No importa si son ''de izquierda, centro o derecha'',
dice
La sociedad, principal interlocutor de la educación,
opina
CESAR GÜEMES
Enrique Florescano, quien la noche de hoy recibe en Jalapa
el doctorado honoris causa por la Universidad Veracruzana (UV) junto
con José Emilio Pacheco, señala que es determinante valorar
la presente altura intelectual de la clase política mexicana: ''Sin
duda, ha caído verticalmente el nivel cultural de los políticos
mexicanos, sean de izquierda, centro o derecha". Y el problema va más
allá, dice en entrevista desde la Universidad de Yale, donde se
encuentra impartiendo un curso de historia mexicana: ''Por su parte, las
instituciones académicas y sus investigadores están muy lejos
de la sociedad a la que pertenecen".
De
su forma de trabajo, que lo ha hecho publicar de manera constante en los
recientes años varios libros de ensayo, manifiesta: ''La decisión
más importante, y que me ha beneficiado, es no aceptar más
compromisos administrativos o de índole distinta a la que implican
la investigación y la enseñanza. Y para realizar mis planes
el único método que aplico es el señalado por Carlos
Fuentes: muchas horas frente a la mesa de trabajo. De manera particular,
puedo decir que por las mañanas me dedico a labores que me dan el
sustento, y las tardes y noches son sólo para leer y escribir. Soy
un tipo abierto a las ideas de los demás, así que los viajes
académicos como el que ahora realizo me son muy útiles, porque
confronto mis tesis y teorías con lo que hacen otros investigadores
en diferentes sitios".
Conocimiento disminuido
-¿En la administración pública mexicana
se tomará en cuenta el trabajo de los historiadores?
-Cuando era estudiante me acuerdo que el nivel cultural
de los políticos era muy alto. Al discutir de algún asunto
político, los funcionarios estaban preocupados por leer bien El
laberinto de la soledad, de Paz, un libro que por aquella época
era indispensable para entrar en cualquier conversación. Al paso
del tiempo, los secretarios de Estado comenzaron a aparecer con fichas
de trabajo que les escribían ayudantes que estaban al tanto del
acontecimiento histórico y cultural del país. En cambio,
hoy ya ni siquiera ocurre eso: ha caído verticalmente el nivel cultural
de los políticos mexicanos, sean de izquierda, centro o derecha.
El conocimiento que antes daba la literatura, la historia y la economía
como parte de la comprensión del país está gravemente
disminuido. Eso habla de un severo problema educativo, que es el desafío
mayor del país. El conflicto que enfrentamos es la falta de aprecio
de las ciencias y la cultura como principios fundamentales que deben sustentar
a una sociedad.
-Es riesgoso que la política nacional sea conducida
por personas que en su mayoría parecen provenir de un país
distinto.
-Así es, y observo también una innegable
responsabilidad doble. Pienso que las instituciones académicas y
sus investigadores están muy lejos de la sociedad a la que pertenecen.
Uno de nuestros grandes retos es entender a la sociedad como el principal
interlocutor de la educación. Si no restablecemos ese lazo, el distanciamiento
será mayor entre quienes dirigen al país y la realidad nacional.
Difícil, la rescritura: JEP
La literatura es resistencia
CESAR GÜEMES
Escritor tanto como rescritor de su obra que no termina
de rescribir mientras continúa escribiéndola, José
Emilio Pacheco recibe hoy por la noche en Jalapa el doctorado honoris
causa por la Universidad Veracruzana. El reconocimiento se suma a los
muy diversos laureles públicos obtenidos a lo largo de su trayectoria,
que comenzó en 1963 con Los elementos de la noche, que incluye
los premios nacionales de Poesía y el de Periodismo Literario, el
Xavier Villaurrutia y el Magda Donato.
El
autor de poemarios clave para las letras mexicanas como No me preguntes
cómo pasa el tiempo o Los trabajos del mar, y de piezas
de fina relojería narrativa en novela y relato como Las batallas
en el desierto y El principio del placer, escribe para rescribir,
tal como lo ha explicado para estas mismas páginas. Respecto de
si ha pensado en la posibilidad de no rescribir, de permitirle a los textos
seguir siendo tal cual fueron concebidos, respondió para La Jornada
en su momento:
''Lo he pensado, pero en cuanto los vuelvo a ver, no resisto.
Si resistiera, imagínate cuántos problemas me evitaría.
Ahora, si los dejara tal como aparecieron sería privilegiar al autor
y no al texto. Y lo que importa es lo escrito. De modo que si vuelve a
aparecer, tengo que entregarle a quien vaya a leerlo el mejor trabajo posible.
Luego, rescribir es verdaderamente atroz, es muy difícil, porque
además no puedes salirte de lo que ya tienes. Simplemente se vuelve
al mismo texto y se trata de hacerlo mejor. Aunque veamos también
la parte melancólica: es un lujo que no puedo darme porque ya no
tengo muchos años por delante."
Locura por la corrección
Y abundó entonces con claro sentido del humor:
''Así como otros tienen la locura de la fama o del dinero, yo tengo
la de la corrección. Y no quisiera hacerla porque es una lata terrible,
es más difícil rescribir que escribir, pero en cuanto veo
el texto publicado me digo: eso no puede quedarse así. Y lo hago
de nuevo, trato de mejorarlo. Casi siempre mis correcciones son supresiones,
vuelvo al texto más veloz, más condensado. Le quito lo que
le sobra".
Narrador y poeta, poeta y narrador, explicó así
el inicio de su vena como escritor: ''Primero, curiosamente, apareció
el narrador. Todo mundo empieza por escribir poemas. Y es verdad que a
mí me gustó mucho leer versos desde niño, pero a partir
de los seis años me acerqué a las historias de piratas y
a pequeños cuentos. Los primeros poemas que hice son más
tardíos".
El método de trabajo en un hombre tan prolífico,
ya que a la escritura personal suma las traducciones y la cátedra,
merece atención particular.
En sus propias palabras, el sistema de escritura ''es
muy variable, sobre todo con los poemas. Yo diría que un novelista
sí tiene que fijarse una cuota diaria de trabajo porque de otro
modo no nace la obra. Con los poemas es muy difícil. No es recomendable
forzarse a hacer un poema diario. Lo que sí creo es que hay que
trabajar constantemente, sin tratar de hacer cosas nuevas, sino revisando
lo anterior o acercándose a la labor de traducción. Sobre
todo, nunca forzarse. Para escribir todo es malo: si tienes éxito,
es pésimo; si no, también. La literatura es resistencia.
Nada se te da gratis".