IRAK: GUERRA EN SUSPENSO
El
equipo internacional de inspectores de armas enviado a Irak por el Consejo
de Seguridad de la ONU realizó ayer, en ese país árabe,
su primera sesión de trabajo y culminó, sin novedades ni
sorpresas, la verificación de dos sitios "sospechosos" de producción
o almacenamiento de armas de destrucción masiva. La noticia es buena
para quienes desean la preservación de la paz y la estabilidad en
la región y en el mundo, pero mala para Estados Unidos, cuyo presidente,
George W. Bush, espera ansioso el menor pretexto para emprender una agresión
armada de gran envergadura contra Irak, agresión que viene siendo
planificada y preparada desde hace meses.
La de ayer fue sólo la primera jornada de una tarea
compleja y sembrada de obstáculos, en la cual se pondrán
a prueba el profesionalismo y la imparcialidad de los inspectores ?cuyos
predecesores realizaron, acaso sin saberlo, tareas de espionaje para Washington
y Londres y fueron por ello expulsados del territorio iraquí hace
más de cuatro años?, la astucia de Saddam Hussein para frustrar
los planes belicistas de Estados Unidos y la determinación de este
último país de destruir Irak, así sea sin más
apoyo internacional que el de Inglaterra, e incluso sin una coartada mínimamente
verosímil.
Debe tenerse en cuenta que el arranque de la misión
de los inspectores en Irak significa el inicio de un régimen de
allanamiento, incursión y quebranto de la soberanía y de
la seguridad del país árabe. Este se ha visto obligado, en
virtud de los términos de la resolución 1441 del Consejo
de Seguridad, no sólo a prescindir de cualquier clase de armas químicas,
biológicas o nucleares, sino también, en los hechos, a renunciar
a cualquier potestad, reserva y autoridad sobre sus instalaciones industriales,
militares y administrativas, a entregar cualquier información confidencial
de Estado que le sea exigida y, por ello, a exhibir ante los enviados todos
sus aparatos de defensa, inteligencia, represión y seguridad.
Habida cuenta de la prisa estadunidense por lanzar una
incursión armada sobre Bagdad, no va a ser fácil para las
autoridades de Irak entregar a su enemigo toda la información que
requiera para hacer más fluidas y exitosas sus acciones de guerra.
Pero si el régimen de Saddam presenta la menor resistencia u objeción
a la tarea de los inspectores, se precipitará la agresión
estadunidense. Tal es el dilema del momento presente para los gobernantes
iraquíes.
El cumplimiento de la resolución 1441 evoca, de
manera inevitable, la enorme disparidad de criterios y la doble moral con
la que actúa el Consejo de Seguridad: Pakistán, país
gobernado por un dictador no menos cruel y sórdido que Saddam, se
dotó de armas nucleares sin que nadie lo molestara; otro tanto hizo
India, su rival y vecina; Israel, que en 1967 cometió en Cisjordania,
Gaza y la Jerusalén oriental algo muy semejante a la invasión
de Kuwait perpetrada por Irak 24 años más tarde, ha desarrollado
bombas atómicas y misiles para transportarlas sin que el Consejo
de Seguridad se atreva siquiera a ordenar una inspección de los
arsenales del Estado judío.
Por lo que hace a Irak, la perspectiva de la guerra, en
lo inmediato, no se ha cancelado, pero sí se ha pospuesto por, al
menos, unas semanas, y eso ya es ganancia.