BINACIONAL MEXICO-EU: TODO POR NADA
La
19 reunión de la comisión binacional establecida por los
gobiernos de México y de Estados Unidos, que se celebró ayer
en esta capital, marca una ocasión para reflexionar sobre el balance
de la actual orientación en materia de asuntos externos y, en especial,
la moda vigente desde hace dos años en el manejo de la relación
con el país vecino.
Por principio de cuentas, salta a la vista que los puntos
más importantes de la agenda de esas relaciones han cambiado de
manera sustancial: a la migración, el narcotráfico y el libre
comercio se agregan ahora el terrorismo, el manejo de la frontera y los
temas energéticos. También han cambiado las prioridades y
la relevancia de tales asuntos.
Esa sola constatación permite señalar que
Washington ha logrado imponer a México cuestiones que no le incumben
centralmente a nuestro país --como la "guerra contra el terrorismo
internacional" emprendida por el gobierno de George W. Bush--, forzar el
inicio de negociaciones en asuntos que debieran ser de exclusiva incumbencia
de los mexicanos --como la apertura de nuestro sector energético
al capital foráneo y a la privatización-- y eludir cualquier
compromiso en temas que para México --no necesariamente para sus
autoridades-- resultan dolorosos y urgentes, como la requerida regularización
migratoria de los connacionales que subsisten en el país vecino
en medio de una persecución policiaca y civil feroz, a los cuales
se atropella regularmente en su integridad física, en su dignidad
y en sus derechos humanos.
En el rubro comercial Washington impuso también,
sin ninguna dificultad y sin resistencia ninguna por parte de las autoridades
mexicanas, sus propios intereses. El primero de enero del año próximo
entrará en vigor la plena apertura del mercado agrícola,
la cual significará para nuestro país un desastre económico,
humano, ecológico, político y social. En la década
transcurrida desde la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos
y Canadá, los sucesivos gobiernos mexicanos no sólo no han
fortalecido el agro nacional, de cara a ese acontecimiento, sino que han
sumido a la gran mayoría de los campesinos en un estado de postración
y desamparo desde el cual resulta inimaginable que puedan enfrentar con
éxito la competencia inminente de los subsidiados agricultores estadunidenses.
El ingreso irrestricto de productos agrícolas del
país vecino al mercado nacional en tales condiciones hacía
aconsejable suspender el instrumento comercial, renegociarlo y dar tiempo
al agro mexicano a fortalecerse y consolidarse. El no haberlo hecho así
tendrá por consecuencia que sólo unas pocas agroindustrias
--especialmente las del norte del país-- podrán enfrentar
con éxito la apertura, y que los campesinos pobres que aún
permanecen vinculados a sus tierras --especialmente los de las zonas centro,
sur y sureste de nuestro territorio-- tendrán que buscar nuevas
ocupaciones o nuevos lugares de residencia. Sus horizontes serán
la migración a las ciudades mexicanas --para engrosar el comercio
ambulante, la miseria de los semáforos o la delincuencia en pequeño--
o al país vecino, o bien su incorporación al narcotráfico
o a los grupos armados.
Las implicaciones de este fenómeno en inseguridad,
alteración demográfica y desquiciamiento social habrían
hecho necesario que los funcionarios mexicanos, en atención a las
necesidades nacionales, pusieran sobre la mesa la renegociación
del capítulo agrícola del TLC. Se limitaron, en cambio, a
"pedir", a "sugerir" y a "solicitar" a sus contrapartes estadunidenses
que fueran "sensibles" ante la catástrofe que se avecina. La misma
actitud adoptaron en el tema del necesario acuerdo migratorio bilateral.
En los encuentros de ayer, en suma, el gobierno de Fox
rogó y el gobierno de Bush impuso. Las autoridades nacionales propusieron,
y las estadunidenses dispusieron. Los representantes de nuestro país
cedieron en todo y no recibieron, a cambio, nada.