Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 24 de noviembre de 2002
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Cultura
La violencia, necesariamente política cuando se cierran las vías, dice ante estudiantes

Destaca Sánchez Vázquez la prolífica cultura michoacana de los años 40

Recibe en la Universidad de San Nicolás el honoris causa

''Aquí me casé con Aurora y tuve mi primer hijo'', recuerda

ERNESTO MARTINEZ ELORRIAGA CORRESPONSAL

Morelia, Mich., 23 de noviembre. El pensador Adolfo Sánchez Vázquez recibió el grado de doctor honoris causa que le otorgó la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo por sus aportaciones a esta institución cuando entre 1941 y 1943 impartió clases de filosofía en el Colegio Nicolaita.

En la biblioteca de la Universidad Michoacana, Sánchez Vázquez comentó que llegó a México en 1939 en calidad de exiliado, en la época cuando el general Lázaro Cárdenas les brindó su generosa hospitalidad, al terminar la cruenta Guerra Civil española.

''Sólo contaba con mis estudios literarios y filosóficos en la Universidad Central de Madrid, bruscamente interrumpidos por la metralla de la sublevación militar fascista. Llegué, pues, como un estudiante frustrado, pero también con una vocación literaria, poética, así como con una intensa inquietud política", rememoró el reconocido académico.

Momentos antes, el rector de la Universidad Michoacana, Marco Antonio Aguilar Cortés, antes de entregar el reconocimiento, mencionó que aquella estancia en el Colegio de San Nicolás, cuando en Morelia había 60 mil habitantes, es considerada trascendental por sus aportaciones a la comunidad universitaria. Reconoció los principios morales y de congruencia del doctor Sánchez Vázquez por su lucha en favor de un sistema que para muchos está agotado: el socialismo.

El galardonado continuó con su historia: ''Llegué a Morelia un día de enero de 1941, casi sin poder tenerme en pie tras recorrer las 300 vueltas y revueltas de Mil Cumbres".

Comentó sus primeros días como profesor en el Colegio de San Nicolás, del temor que representaban sus alumnos, sobre todo aquellos conocidos como Los Popeyes, grupo del que formaban parte los ya fallecidos Ezequiel Calderón, Eugenio Villacaña y Salvador Molina, junto con Xavier Tavera y Francisco Ayala.

Asimismo, Sánchez Vázquez recordó a los profesores de aquella época, a los funcionarios de la universidad, a los poetas que visitaron alguna vez la capital michoacana, como Xavier Villaurrutia y Pablo Neruda. "La actividad cultural de aquella Morelia de apenas 60 mil habitantes era sorprendente: conferencias, recitales poéticos, aparición de revistas como Voces, editada por los poetas González Vázquez y Martínez Ocaranza".

El académico español continuó con su relato: "De mi estancia en Morelia guardo también otros recuerdos relacionados con mi condición de exiliado. No obstante las satisfacciones que me daba la tierra moreliana, vivía en ella la desazón y la provisionalidad del desterrado que no deja de soñar con la tierra propia, perdida".

Comentó que compartía su tristeza con sus compatriotas Juan Xirau, Fernando de Buen y José López Durá, entre otros; con ellos visitaba de manera periódica la Escuela España-México, que acogía a los primeros niños exiliados que después se conocerían como los niños de Morelia.

Recordó que los tiempos no eran prometedores; estaba la Segunda Guerra Mundial, los informes de cómo el ejército nazi había hecho retroceder al soviético.

Al final de un conflicto interno de la Universidad Michoacana se vio en la necesidad de renunciar a esta institución. ''Estando en Morelia me casé con Aurora y viví tiempos felices; estando allí nació mi hijo el mayor, Rodolfo; allí hice amigos", recordó.



El terrorismo, sin ninguna justificación moral, indica

ERNESTO MARTINEZ ELORRIAGA CORRESPONSAL

Morelia, Mich., 23 de noviembre. Hay una perversidad intrínseca en la violencia que la hace indeseable, pero en la vida real puede reafirmar y extender su perversidad, o contribuir a trascenderla y superarla, señaló Adolfo Sánchez Vázquez en la conferencia Moral y violencia política, que ofreció a universitarios michoacanos.

Dijo que otra verdad sobre la violencia es que, "siendo indeseable, se vuelve necesaria políticamente y se justifica moralmente, cuando se cierran las vías o posibilidades no violentas, o cuando renunciar a ella traería una violencia mayor''.

Y la tercera verdad es que hay formas de violencia extrema -como el terrorismo-, que cualquiera que sean los fines que se invoquen o su eficacia, no se justifican ni política ni moralmente.

También mencionó tres falacias: que la violencia sólo genera violencia es con el fin de descalificarla, "aunque en realidad lo que se pretende descalificar es sólo una forma específica de violencia política: la violencia armada, insurgente o revolucionaria".

La segunda es que la violencia es inherente al ser humano o a su esencia antropológica, y la tercera falacia es que "la no violencia en las relaciones sociales podría alcanzarse por una vía no violenta -la del discurso o el diálogo- al margen de los intereses particulares, no generalizables, que interfieren negativamente en ese discurso o ese diálogo".

El filósofo español, de 87 años, comentó que esta violencia no sólo afecta corporalmente sino también en lo moral, ya que se altera la autonomía y la libertad. Aunque, aclaró, no se puede situar en el mismo plano la violencia que genera más violencia la cual cierra toda vía de entendimiento, o la que pretende abrirlo.

Al hablar de la violencia política, como la llevada a cabo en los campos de concentración nazi, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los atentados contra las torres gemelas de Nueva York, la violencia aparece en condición de medio, en su naturaleza instrumental, es por ello que en ninguno de estos casos se glorifica el medio empleado sino el fin que lo justifica.

Dijo que ha habido pensadores que han exaltado la violencia como promotora de vida y creatividad, un tanto moralmente justificada. Es por ello que en la lucha por el poder, ya sea para conseguirlo o mantenerlo, entra en juego la violencia, "pues el poder político no existe fuera o al margen'' de la misma. Es por ello que el poder político es violento por naturaleza, sólo él tiene su monopolio legítimo. Por tanto, toda violencia que se ejerza al margen del poder, o contra él, carece de legitimidad, como en el caso de la violencia insurgente o revolucionaria.

Sin embargo, aquellos que ejercen tortura o secuestro, hacen del terror su instrumento; esto se conoce como terrorismo, acción que se ejerce en ocasiones desde el propio Estado. Obviamente que ninguna de esas violencias se justifica. Sin embargo, algunas formas de violencia política, como la lucha contra el poder opresor se justifican moralmente, cuando se cierran las vías o posibilidades no violentas.

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