Después de 22 años de ausencia, expone en la Galería de Arte Mexicano
Interés de Frederic Amat por las obras que crean enigmas e interrogantes
Incluye técnicas mixtas, fotografías y grabados Video sobre su filme Viaje a la luna
MERRY MAC MASTERS
Nómada contumaz, peregrino de la vida, el pintor catalán Frederic Amat (Barcelona, 1952) estableció desde un principio una relación muy especial con México, país al que llegó por vez primera en 1977. Tan fuerte es el vínculo que suele venir cada año aunque no exponga.
Luego de una ausencia de 22 años -hace poco menos de una década tuvo una retrospectiva en el Museo Rufino Tamayo- Amat exhibe de nuevo en la Galería de Arte Mexicano. La muestra que se presenta en ese espacio de la calle Gobernador Rafael Rebollar 43, San Miguel Chapultepec, comprende técnicas mixtas, fotogra-fías y grabados, la mayoría realizadas en los ocho o nueve meses anteriores.
El público también puede ver en video la película Viaje a la luna, hecha por Amat en 1998, basada en un guión escrito en 1929 por Federico García Lorca para el fotógrafo y grabador mexicano Emilio Amero, así como dos ''documentos" de su trabajo.
Experiencia con la cerámica
Amat quiso presentar las piezas de cerámica hechas en el taller de Hugo Velásquez, en Cuernavaca. Sin embargo, tendrán que esperarse hasta que la muestra, ampliada, viaje al Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca el 7 de febrero de 2003. Cabe mencionar que su experiencia con cerámica salpica su proceso pictórico.
Del abanico de manifestaciones que le interesan, para Amat el hilo conductor es la pintura, que es ''una actitud de vida, una manera de ver". Hace muchos años Juan García Ponce observó: ''Frederic Amat ignora la pintura, pero la pintura no ignora a Frederic Amat. Mi proceso -apunta el artista- es bastante antipictórico, pero la presencia final es pictórica".
El pintor, explica Amat, hace visible mundos ''entrañables, profundos y de los cuales soy el primer espectador". Continúa: ''A la pintura le pido que me sorprenda siempre. En mi trabajo pictórico me gusta justamente el extravío. Cuando tengo una pintura muchas veces solucionada, me interesa menos. Las obras que me llaman la atención son las que me crean enigmas y preguntas. Son las que han surgido de una actitud de mi parte como artista del extravío, donde hay un diálogo en el proceso y una conclusión, pero que me lleva a cierto estado de perplejidad".
-ƑCómo llegas a la tela?
-Me lleva a la tela un estado de disponibilidad, que implica un acto de fe, como sucede en campos como la poesía. Utilizo mis dietarios (documentos), ya sean fílmicos, realizados con una pequeña cámara de video, o mis anotaciones y dibujos. Voy a la despensa a buscar imágenes que luego traslado. Me gusta este lado de extravío. A veces es un pequeño accidente que sucede en el papel o en el trabajo, que provoca una línea, que lleva a otra y a otra. Es como un mundo de resonancias, de cosas que sugieren, evocan unos a otros, y construyen algo que no sé. Cómo puedo hacer presente algo que no he visto. En la disponibilidad se hace. No soy yo que hago presente la obra, sino la obra que se hace presente. Pinto tanto a la pintura como la pintura me pinta a mí.