ATAQUES A LA PRENSA: ¿LINEA PANISTA?
Cuando
parecía que las acciones de hostigamiento de la Procuraduría
General de la República (PGR) contra reporteros de La Jornada y
otros medios podrían explicarse en razón del descontrol y
la ineficacia de esa dependencia, el secretario general del PAN, el diputado
Manuel Espino, dio un inopinado espaldarazo a los abusos contra los informadores,
minimizó los episodios de acoso, se manifestó en contra de
la naturaleza crítica de la prensa y consideró natural y
lógico que los informadores se conviertan en auxiliares de los procuradores
de justicia. En similares términos se expresó, en la tribuna
del Senado de la República, el legislador blanquiazul Juan José
Rodríguez Prats.
Semejantes conceptos, vertidos a contrapelo de las manifestaciones
de condena y repudio a los actos de intimidación contra la libertad
de expresión y el derecho de información reseñados
en días recientes en estas páginas, podrían tomarse
como meras expresiones de la ignorancia de Rodríguez Prats en materia
de periodismo y de la ultraderecha cavernaria de la que procede Espino
--quien admitió en entrevista con este diario haber sido miembro
del membrete ultramontano y fascistoide Desarrollo Humano Integral (DHIAC)--;
pero no, son posturas oficiales de la fracción senatorial panista
y de la segunda posición jerárquica en la directiva del partido
en el gobierno. Con esos datos en mente, resulta obligado replantearse
la actitud de la PGR no como un conjunto de torpezas y extralimitaciones
de funcionarios individuales sino como un probable lineamiento del actual
gobierno blanquiazul.
El episodio debiera obligar al presidente nacional de
ese instituto político, Luis Felipe Bravo Mena, a reconocer que
el menosprecio al secreto profesional periodístico y la idea de
convertir a los informadores en soplones obligados de la policía
son posturas oficiales del PAN, o bien, a desautorizar las palabras de
su segundo de a bordo y de Rodríguez Prats. Para los medios y los
informadores del país, así como para su público, resulta
fundamental esclarecer si realmente existe un compromiso del actual grupo
gobernante con la libertad de expresión y el derecho a la información,
o si el gobierno panista simplemente simula el apego a tales principios,
consustanciales e irrenunciables para cualquier ideario democrático.
En esta perspectiva, resulta esclarecedora la advertencia
de Carlos Payán Velver, director fundador de La Jornada, quien alertó
sobre la regresión que vive el país en lo que se refiere
a "las persecuciones y asechanzas del poder" hacia los periodistas. Es
también oportuna la exhortación de Payán al público
de los medios --lectores, televidentes, radioescuchas-- para que se manifieste
en contra del angostamiento de los márgenes de la libertad expresiva,
toda vez que ese fenómeno, de persistir, resultaría nefasto
para los anhelos de democracia, transparencia, rendición de cuentas
y legalidad que han animado los movimientos sociales de las décadas
anteriores. Sería intolerable y vergonzoso que el grupo que llegó
al poder hace dos años, capitalizando los reclamos democráticos
de la ciudadanía, pretendiera ahora restringir, acotar o cancelar,
en provecho propio, las conquistas en materia de libertad de expresión
que tantas vidas y sufrimientos han costado al país.