Bárbara Jacobs
Oración a la vida
A veces no entiendo muy bien las críticas, ni si son irónicas o nacidas de la envidia. A veces no entiendo gran cosa de nada. Lo cierto es que cuando leí la presentación que Paulina Rivero Weber hace a una grabación de la música de Nietzsche y, concretamente, que Wagner "esperaba nervioso y a disgusto la ejecución de la pieza regalada a su mujer por el joven profesor mientras estrujaba la boina entre sus manos" hasta que, a media composición, mejor optó por abandonar la sala, me pareció que el gesto, ni irónico ni envidioso, era vilmente una reacción de celos. ƑDe Cósima? ƑO de la música de Nietzsche? Difícil saberlo. En otro momento me entero de que el mismo Wagner tocó otra pieza de Nietzsche con éste, a cuatro manos, al piano. ƑEntonces?
Es que quizá debería empezar por establecer que no soy ninguna experta en música; o que mi melomanía se limita a apreciar lo que me gusta, muchas veces sin saber muy bien ni qué es, si sonata o qué cosa; muchas, olvidando, en cuanto me entero de cuál es, el nombre del compositor. Lo peor, con frecuencia se me olvida incluso algo que me hubiera gustado mucho, tanto, que habría creído que sería inolvidable y que, puesta a ello, podría repetir, tarareándolo como si lo conociera de memoria.
No sé dónde tengo la cabeza, o por qué falla la conexión entre mi centro emotivo o sensual y el intelectual. ƑO por qué me cuesta fijar en expresiones de entendido y conocedor cómo puede apasionarme la música, o determinada música? Es cierto que tampoco domino el lenguaje ya no digamos de los músicos, pues no tendría por qué, sino de los simples aficionados, de los que van un paso más hacia no sé dónde y llegan a pasar por críticos y hablan de "puestas en música", "coloratura", "do de pecho" y "disonancia", por ejemplo. Yo no paso de estremecerme o soltar las lágrimas. Bueno, he llegado a saltar a bailar.
Me enteré de que Nietzsche sabía algo de música cuando leí la autobiografía de Lou Andreas-Salomé. Sabía que el filósofo había musicalizado un poema de Lou. Luego, que ya en la frontera de la locura, Nietzsche se había encerrado en su cuarto de pensión a tocar el piano sin ton ni son, literalmente, pues lo que tocaba carecía de melodía, armonía y lo que fuera que debía tener, por no decir que los cantos con los que acompañaba dicha ejecución no correspondían, tampoco, a las leyes de este mundo, ni en lenguaje, ni en sentido, ni en nada. Es decir, con estos datos claros, pero mínimos, no podía yo haber arribado a la conclusión, en mi ignorancia general, de que Nietzsche hubiera sido, además de filólogo como él se llamaba, compositor.
Aunque tenía curiosidad por oír la puesta en música -Ƒestaré aplicando bien la frase?- del poema de Lou, tampoco hice nada por averiguar si existía; mucho menos, buscarla. Sin embargo, en un momento afortunado, y casual, šla oí! Para mayor prueba de lo que digo, la sucesión fue como sigue: Encendí el radio, sonaba algo que me retuvo; lo que oía, piano y voz, me apasionó y, por último, cuando llegó a su fin y dejó de oírse, gracias al locutor supe qué era, y de quién o de quiénes era lo que acababa de escuchar y que me había subyugado: Nada menos que la Oración a la vida, con música de Nietzsche a un poema de Lou Andreas-Salomé.
šQué momento fue ése! Una celebración en sí. La pieza no volvió a su lugar, sino que se quedó dando vueltas dentro de mí. Por supuesto que quise tenerla y, a pesar de que temí que la búsqueda resultara infructuosa, también en este punto fui gratificada pues encontré la grabación inmediatamente. Con ella la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional conmemoró los cien años del fallecimiento de Nietzsche y, es más, según deduzco de la presentación de Paulina Rivero Weber, en esta ocasión se tocó por primera vez en el mundo la "Oración a la vida", como si quien ideó el programa y la incluyó hubiera querido atender el último deseo de Nietzsche cuerdo, que era éste: la Oración a la vida debe cantarse a mi memoria. Es, después de todo, la composición a la que más años dedicó y, de hecho, la última que hizo.
En las únicas palabras que tengo, puedo decir, šEs una belleza! Oírla, entenderla y dejarse habitar por ella de forma permanente.