Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 17 de noviembre de 2002
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Cultura

LA MUESTRA

Carlos Bonfil

A media escalera

FRANKFURT/ODER, EN LA ex Alemania Oriental, a pocos kilómetros de la frontera polaca. Dos amigos cuarentones, Christian, locutor de radio, y Uwe, dueño de un snack-bar, apenas consiguen comunicar con sus esposas. La rutina y la vulgaridad se han apoderado de la relación conyugal, y una de las mujeres, Ellen, acepta engañar a su marido con Christian, para desesperación de Katrin, madre de dos hijos, cuyo universo sentimental se derrumba. Uwe, por su parte, vive esta situación en la perplejidad absoluta: la deslealtad de su amigo y la infidelidad de su esposa, son, combinadas, dos desgracias que rebasan la candidez del modesto vendedor de cerveza y papas fritas.

ANDREAS DRESEN, UNO de los cineastas más destacados de la ex RDA (La otra vida del señor Kreins, 1994; La mujer policía, 2000), consigue en A media escalera (Halbe Treppe), una comedia agridulce, reflejar el clima de escepticismo moral y la desolación urbana que prevalece, luego de la reunificación, en la zona oriente del país más próspero de la comunidad europea. Las ocurrencias humorísticas son un contrapunto estupendo al psicodrama conyugal: un ejemplo, los horóscopos radiofónicos mediante los cuales Christian orienta y determina la suerte sentimental de sus oyentes, al tiempo que contempla el marasmo de su propia vida afectiva; otro más, el músico ambulante que soporta las inclemencias del tiempo y la incomprensión universal, al tiempo que crea, poco a poco, toda una orquesta con la incorporación espontánea de nuevos miembros. Lo más notable, sin embargo, es el modo en que A media escalera explora los estados de ánimo de sus protagonistas; oponiendo continuamente las nociones de amistad y deber conyugal, escrutando las reacciones, siempre imprevisibles, de sus protagonistas, sin caer, en su descripción de la vida cotidiana en la ex RDA, en las facilidades del melodrama o en el tremendismo. No hay soluciones automáticas en la vida, parece recalcar el guionista y director, y esto lo viven en carne propia Uwe y su esposa, cuando perciben la imposibilidad de ignorar o minimizar el deterioro de su relación amorosa. Las reparaciones cosméticas que acostumbra el cine comercial para alcanzar sus desenlaces sonrientes, no tienen sentido alguno en esta película. Sin la exigencia del cinismo autoimpuesto, Christian recobra el contacto con sus radioescuchas, y de ahí con su propio mundo afectivo. De modo inteligente se contrastan los puntos de vista y las sensibilidades del curioso cuarteto en desavenencia. Un poco a la manera de la cinta australiana Parejas en conflicto (Lantana), sin el thriller ni la tentación misógina, y con un sentido del humor entre la ironía y el espíritu festivo. Los personajes, fascinantes, terminan felizmente desengañados, con una saludable percepción de su propia madurez. Una película notable.

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