Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 17 de noviembre de 2002
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Política
Pablo González Casanova

Sobre nuestra responsabilidad

Hay problemas que han sido tabú en ciencias naturales y sociales. Entre ellos se encuentran los problemas de la Creación y los problemas del Apocalipsis. Reformulados por las nuevas ciencias que florecieron desde la segunda mitad del siglo XX, esos problemas se plantean hoy en relación con los orígenes y el término de los sistemas. No me extiendo sobre las investigaciones de sistemas autopoiéticos o creadores, en que fueron pioneros Humberto Maturana y Francisco Varela -dos distinguidos biólogos chilenos-, ni sobre las investigaciones acerca de los "sistemas disipativos" y la historia irreversible y creadora que descubriera el físico y químico belga Ilya Prigogine.

Lo que quiero destacar en este acto es que hoy disponemos de un instrumental teórico y metodológico que nos permite determinar las zonas y tiempos de crisis, de turbulencias y entropías, de apoptosis y necrosis, de catástrofes, caídas y recomposiciones en los más distintos sistemas de la materia, la vida y la humanidad.
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Hoy mismo podemos determinar que estamos en una etapa y en un mundo en que priva la incertidumbre -concepto científico que ha resaltado el gran historiador estadunidense, Immanuel Wallerstein.

Los desequilibrios del sistema social y del ecosistema pueden derivar en una catástrofe para la humanidad, pero también pueden conducir a una salida creadora sin que el futuro sea previsible en términos deterministas o en términos probabilísticos. Lo que sí podemos afirmar es que el futuro va a ser muy distinto para el conjunto de la humanidad y del planeta, en función de las medidas que tomemos incluso en pequeños espacios sociales y geográficos.

En condiciones lejanas al equilibrio, como las que vivimos, se dan tendencias no lineales en las que acciones locales pueden tener efectos globales, en las que acciones micro pueden tener efectos macro. Asumir nuestra responsabilidad política y moral como personas, como universitarios, como mexicanos, puede tener efectos mucho mayores de lo que ahora nos imaginamos. Puede corresponder al principio de nuevas estructuraciones, de nuevas tendencias que hagan de la esperanza una virtud no sólo teologal y moral, sino política, social, cultural.

Sobre esas bases yo querría plantear aquí un problema que a todos nos preocupa: la grave situación del mundo en relación con la paz. El punto que quiero destacar es que no vivimos sólo la crisis de un sistema, ni sólo la alternativa entre socialismo o barbarie. Tampoco vivimos un conflicto de civilizaciones o de barbaries, o de la civilización contra la barbarie.

Más que la crisis de un sistema social, vivimos una crisis de la humanidad. Los especialistas en medio ambiente, biosfera, y ecosistema encuentran un silencio dramático frente a sus llamados para la preservación del planeta. La guerra por la conquista de territorios en Asia Central y en el Medio Oriente es una de las más peligrosas amenazas para la sobrevivencia de la humanidad. Va a aumentar la zozobra y la agresividad no sólo de pequeñas y medianas, sino de grandes naciones. Al mismo tiempo, el neoliberalismo de guerra insiste en seguir aplicando las políticas que han devastado la naturaleza y que han empobrecido a la mayoría de los habitantes del planeta. Eso es sumamente peligroso, suicida, ecocida. Luchar por la paz implica luchar por políticas alternativas en el mundo y en nuestro propio país, con las armas intelectuales, morales y políticas de que cada uno de nosotros y cada organización a la que pertenezcamos pueda disponer.

Las ciencias sociales siempre se han planteado como objetivo hacer realidad valores e intereses. Hoy vivimos un momento en la historia en que desde el lugar de la tierra donde nos encontremos, y dada la posibilidad de vencer los peligros que a la humanidad amenazan, debemos hacer un esfuerzo creciente por precisar las políticas alternativas que de acuerdo con nuestra conciencia y conocimiento fortalezcan la paz social y mundial, la democracia y la libertad. He aquí -en una nuez- como diría nuestro gran Alfonso Reyes, lo que un compromiso con la paz en México y en el mundo implicaría, según las más serias investigaciones y reflexiones. Y tómense estas palabras más que como un manifiesto, como un conjunto articulado de hipótesis probables y fundadas en que debemos ahondar, que debemos precisar y que tal vez podamos realizar.

Un compromiso por la paz, la justicia y la dignidad implica que el pueblo y el gobierno de México establezcan movimientos solidarios que pongan un alto a la guerra y al terrorismo, yendo a las causas más profundas que los generan a partir de las más inmediatas y que son ampliamente reconocidas. Así, es urgente:

1º. Poner un alto a la creciente inequidad y exclusión que padecen más de las cuatro quintas partes de la población.

2º. Detener el agotamiento de recursos naturales como el agua, el petróleo, el gas, las selvas, y la grave contaminación del aire, los mares, los lagos y los ríos.

3º. Ratificar la solidaridad con todas las fuerzas que en el mundo luchan por una paz con democracia, pluralismo cultural, ideológico y político, y poder efectivo de los pueblos y las naciones para participar en formas directas o representativas en las grandes decisiones que los afectan.

Dentro de un proyecto de paz con democracia, justicia y dignidad, México debe y puede asumir un papel de avanzada. Para ello necesita, en primer término, comprometerse con un programa mínimo de gobernabilidad democrática en nuestro propio país. Las mexicanas y los mexicanos habremos de consolidar, en el derecho y los hechos:

1º. Una política exterior que dé prioridad a la lucha por la paz para que, con base en el orden jurídico mundial, cesen las intervenciones militares de las grandes potencias y la ocupación de territorios.

2º. Una política fiscal que no haga pe-sar la carga impositiva sobre las poblaciones de menos ingresos.

3º. Un presupuesto de egresos que fortalezca la autonomía municipal y el pacto federal, así como las inversiones y gastos públicos que contribuyan a resolver los graves problemas de desempleo, desnutrición, insalubridad, analfabetismo e infraestructura, que la globalización neoliberal ha agravado en los pasados 20 años. El presupuesto tendrá que proponer el fomento de políticas que atiendan ésos y otros problemas sociales, en especial la educación pública y gratuita a todos sus niveles, desde la preprimaria hasta las universidades e institutos superiores de cultura. Al proponerse esos objetivos, el Estado dará prioridad al mercado interno, a las políticas de ocupación con fines sociales, y a las políticas de inversión en infraestructura y artículos de primera necesidad. Pero a diferencia del pasado, su lógica no se basará sólo en el Estado y el mercado para supeditar uno a otro, si-no que aumentará la participación creciente de la sociedad civil y de sus organizaciones de base, actuales y virtuales.

4º. Una política que preserve los recursos que son propiedad de la nación y asegure el buen manejo de los mismos. Durante más de medio siglo han sido fuente de ingresos y prestación de servicios sociales muy importantes la electricidad, el petróleo, el gas y sus derivados. Hoy no sólo debemos defender ese patrimonio nacional sino el del agua y la biodiversidad, objeto de nuevas acometidas de depredación encubierta y abierta. El respeto a las propiedades ejidales y comunales y la no disposición de las mismas en formas unilaterales y autoritarias es fundamental para preservar la paz en la nación.

5º. Una política que no prive de sus derechos a los trabajadores de México con el pretexto de una "desregulación" que es "necesaria" para atraer a los "inversionistas". Hacer efectivos los derechos de los trabajadores y complementarlos con otros es lo verdaderamente necesario, es lo urgente. El argumento de que no vendrá el capital extranjero si no le damos una mano de obra barata, exenciones de impuestos, subsidios y concesiones, es un argumento que agravará todos los problemas de desarrollo, estabilidad y gobernabilidad democrática. De imponerlo, llevaríamos a la nación y a sus habitantes a una mayor pobreza, dependencia y vulnerabilidad. El argumento de que no hay que dar subsidios y apoyos a los agricultores sino dejarlos a las fuerzas libres del mercado es un argumento falso y corresponde a una política que no practica nadie: tanto la Unión Europea como Estados Unidos dan amplísimos apoyos a sus agricultores y campesinos.

6º. Una política legislativa en relación con los derechos efectivos de los pueblos indios que abra una puerta a las negociaciones interrumpidas y a la verdadera reforma del Estado que sólo puede emprenderse si fortalecemos, con la autonomía municipal, la de los pueblos indios, y con el sufragio efectivo, la representación de los ciudadanos de un país pluricultural como es el nuestro.

7º. Una política de seguridad que se oponga a la vez al terrorismo, a la guerra y al neoliberalismo. Un mínimo de honestidad intelectual exige reconocer que las promesas del neoliberalismo globalizador han sido disconfirmadas por los hechos en todas partes, todo el tiempo, y hasta por sus propios autores. La deuda social que ha dejado el neoliberalismo en el mundo entero es fuente de inestabilidad, ingobernabilidad y violencia crecientes. En sus manifestaciones aberrantes, el neoliberalismo adquiere las características del terrorismo, el neomilitarismo y la guerra. La política de seguridad nacional y social requiere realizar de inmediato una renegociación de la deuda externa para su cancelación y saldo en un plazo perentorio. El no hacerlo seguirá produciendo de forma sistemática la violación a los derechos humanos y a los derechos de los pueblos. Fomentará, con la corrupción y la irresponsabilidad en el manejo de la cosa pública, el crimen organizado y la acracia, fuentes, esas sí, de la barbarie civilizada y fundamentalista.

8º. La política de gobernabilidad democrática y de paz con libertad y justicia implica un nuevo pacto social y un nuevo pacto internacional. Ambos se pueden concretar en medidas que tomen como base el derecho constitucional y el derecho internacional vigentes, incluso para cambiarlos. Su prioridad se concretará a detener la tendencia a un nuevo reparto del mundo basado en la conquista y el colonialismo de territorios y continentes, y decidido a imponer una dictadura mundial en nombre de la libertad humana. Tanto el pacto social como el pacto internacional deben ser parte de un proyecto conjunto y coordinado que presente una alternativa respetuosa de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos, de su soberanía y de su autonomía.

En el caso de México, como en muchos otros países, el pacto no sólo luchará por imponer un plan concertado para acabar con la sangría y la sujeción del pago de la deuda externa que ya absorbe la mayor parte de los ingresos fiscales del Estado, ni sólo luchará por reformular el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en las cláusulas que afectan a la economía nacional, sino que se opondrá firmemente a los proyectos que tienden a revivir y ampliar la política de enclaves coloniales y de zonas dominadas por las "compañías" como el Plan Puebla-Panamá o el Área de Libre Comercio de las Américas.

Tal vez no logremos los objetivos mínimos señalados. La soberbia ha cegado y ensordecido a los poderosos. En todo caso, el pueblo de México luchará por estos objetivos para influir en las decisiones del Congreso y del Ejecutivo, y se preparará para seguir luchando por ellos en una historia que será muy dolorosa si se mantiene el neoliberalismo por el terror y la guerra.

No sólo estamos viviendo la crisis de un sistema social mundial o nacional, económico, político o cultural. Estamos viviendo una grave crisis de la humanidad y del ecosistema. La voluntad colectiva que imponga el respeto a los derechos humanos tendrá que hacerse de muchas voluntades colectivas que aseguren el futuro de la humanidad. Nuestro pensamiento y acción deben estar dirigidos -con el de millones de seres humanos- a crear una nueva civilización que haga realidad la libertad y la vida. Como universitarios todos -profesores, estudiantes y trabajadores- tenemos una responsabilidad enorme. Asumámosla.
 
 

Palabras de Pablo González Casanova, al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, el 8 de noviembre de 2002.

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