Angeles González Gamio
Nefasta invasión
Uno de los sueños de Porfirio Díaz era que México fuera reconocido en el mundo como un país moderno y próspero. Entre las medidas que adoptó para proyectar esa imagen, estuvo la construcción de grandes edificios con todos los adelantos técnicos de la época; así surgieron el Palacio de Correos, el gran Teatro Nacional, que ahora conocemos como Palacio de Bellas Artes, y el Palacio de Comunicaciones.
Arquitectos italianos de renombre fueron contratados para realizar las obras; de los dos primeros fue responsable Adamo Boari y del tercero Silvio Contri. El inmueble tenía como propósito albergar a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, dependencia esencial para el desarrollo económico que buscaba la administración porfirista, por lo que se ordenó que su sede fuera imponente y.... se logró.
El italiano diseñó un edificio ecléctico, que algunos críticos definen como neorrenacentista, de enormes proporciones, recubierto de cantera almohadillada y con elaborada herrería. En el interior contrasta un patio de dimensiones reducidas, con la monumental escalera. La decoración interior: tallas en madera, pinturas, yesos, herrería, mobiliario y demás, que nos hacen evocar a los lujosos palacios europeos; la realizaron el florentino Mariano Coppede y sus hijos.
La construcción se inició en 1904, en el predio que había ocupado el hospital de San Andrés, célebre porque en su capilla se embalsamaron los restos del emperador Maxiliano de Habsburgo, antes de ser enviados a Viena. En 1911 fue inaugurado por Francisco I. Madero, haciéndonos recordar el dicho: "nadie sabe para quién trabaja".
Años más tarde fue sede del Archivo General de la Nación y a partir de 1982 se estableció allí el Museo Nacional de Arte (Munal), que brinda un extenso panorama de la trayectoria seguida por el arte mexicano de la época prehispánica a nuestros días. En los majestuosos salones se muestran obras de arte de todas las épocas, entre las que sobresalen una magnífica colección de paisajes de José María Velasco, y otra de retratos de la famosa María Asunsolo, pintados por Soriano, Siqueiros, Diego Rivera y María Izquierdo, entre otros. En el vestíbulo se pueden admirar las soberbias esculturas Desespoir, de Agustín Ocampo; Malgré Tout, de Jesús F. Contreras, y Aprés l' Orgie, de Fidencio L. Nava.
El inmueble tiene el atractivo adicional de estar en una de las plazas más bellas de nuestro país, la ahora llamada Manuel Tolsá, en homenaje al extraordinario arquitecto y escultor valenciano autor de la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida popularmente como El Caballito, y del Palacio de Minería, ambos joyas principales de la plaza.
Pues resulta que el Munal tiene cerradas sus puertas desde hace semanas, ya que la soberbia plaza está invadida por 500 integrantes de la Coalición Federal de Trabajadores Petroleros y 800 del Movimiento de los 400 Pueblos de Veracruz. La imagen es dantesca: frágiles plásticos de colores mal cubren a niños, adultos y ancianos que ahí comen, duermen y defecan; no es difícil imaginar la insalubridad que invade la zona y sus alrededores y la cantidad de enfermedades que se han originado.
Probablemente las demandas sean justas, pero es inconcebible que se llegue a estos extremos que afectan gravemente la convivencia y la salud y no parece haber respuesta de las autoridades.
Por hoy alejémonos del rumbo, para irnos a la renaciente colonia Roma, en donde Marco Rascón tiene el restaurante Peces y Reses, esto último agregado recientemente, ya que ahora también se pueden degustar ricas carnes: sirloin, arrachera o rib eye, acompañados con sopa y ensalada de pilón. De todos modos, yo no perdono comer un carpaccio de bruja, ese exquisito pescado suave y blanquísimo que descubrimos en este encantador lugar, ubicado en la calle Jalapa 237. Ya es tradicional su paella de mariscos dominical, que también puede llevar a casa, y de postre: pastel de queso con šmermelada de jitomate! Aunque no lo crea, šriquísimo!
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