El Señor del Mundo de los Muertos continúa
su desafío al tiempo desde El Zapotal
Tarde o temprano los mortales estarán ante Mictlantecuhtli
Se considera pieza única en el mundo y la equiparan
con los guerreros chinos de terracota
Indiferencia oficial frente al olvido y lento deterioro
de esa importante deidad totonaca
ANDRES T. MORALES CORRESPONSAL
Ignacio de La Llave, Ver., 1º de noviembre. Ataviado
con la corona sacerdotal que muestra su jerarquía sobre otras deidades
precolombinas y con sonrisa irónica para recordar a los mortales
que tarde o temprano comparecerán frente a su trono, el Señor
del Mundo de los Muertos continúa desafiando el tiempo en El Zapotal,
sitio donde se le edificó, quizá, el santuario más
relevante de Mesoamérica.
Elaborado en barro crudo y con una antigüedad que
se calcula entre mil y mil 700 años, el monumento a Mictlantecuhtli
se considera pieza única en el mundo y equiparable a los guerreros
durmientes de terracota de la provincia china de Xi'an, aunque la indiferencia
de las autoridades federales y estatales ha enclaustrado al dios prehispánico
en el olvido y condenado a un lento deterioro.
Mezclarse con el culto cristiano
En contraste con la importancia del adoratorio prehispánico,
desde hace tres décadas están detenidos los proyectos de
investigación sobre la ofrenda mortuoria de El Zapotal, donde se
llegaron a contabilizar restos de 190 sacrificios humanos y un sinnúmero
de figurillas y utensilios que durante años fueron el botín
de saqueadores de joyas arqueológicas.
Pocas
divinidades que conformaron el amplio panteón mesoamericano antes
de la Conquista han logrado sobrevivir a la imposición de
costumbres extranjeras, en especial al catolicismo. Una de ellas y quizá
la más desafiante que pudo mezclarse con el culto cristiano es el
Dios de la Muerte o Mictlantecuhtli.
El festejo de Todos los Santos es una de las formas en
la que se continúa rindiendo culto a esta deidad que también
se le conoce como Ixpuztec (El del rostro quebrado), Nextepehua (Esparcidor
de Cenizas) y Tzontémoc (El que baja de cabeza) que todavía
es venerado mediante las famosas calaveras que se colocan en los altares
de difuntos.
Localizado a cien kilómetros de Jalapa, la congregación
de El Zapotal alberga a unos 2 mil habitantes y se asienta sobre una antigua
ciudad del imperio totonaca, y junto con Zempoala y El Tajín formó
parte del complejo de adoratorios más sobresaliente en la zona costera
del Golfo de México.
Según el investigador del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH), Daniel Nahmad Molinari, a diferencia
de las otras dos zonas arqueológicas, los complejos arquitectónicos
de El Zapotal no fueron construidos con piedra sino a base de tierra comprimida,
debido a la falta de material sólido en la región, y en donde
hasta el momento se tienen contabilizadas 30 pirámides de arcilla,
la mayoría sin explorar.
Hallazgo de saqueadores
En una de estas pirámides fue localizado hace cuatro
décadas el santuario en honor al Dios del Mundo de los Muertos más
importante de México, cuya belleza y fragilidad se compara con la
del ejército de soldados durmientes de terracota, que durante dos
milenios resguardó el sepulcro del emperador chino Qin Shi Huang,
descubierto en la provincia de Xi'an en la década de los 70.
La localización de Mictlantecuhtli se dio a raíz
de los saqueos que hicieron famosa a la región de El Zapotal, por
la ferviente actividad de los traficantes de piezas arqueológicas
sustraídas de los montículos de arcilla y que en diversas
ciudades de la entidad las ofrecían en venta, lo que obligó
a que un grupo de arqueólogos de la Universidad Veracruzana se interesara
por el sitio.
Fue en 1971 cuando oficialmente se da por descubierto
el santuario que, además de la efigie del Señor del Mundo
de los Muertos, sólo conserva una decena de ofrendas mortuorias,
pues aparte del saqueo clandestino, la mayoría de las piezas fueron
retiradas de la zona y enviadas al Museo de Antropología en Jalapa.
Nahmad Molinari, quien durante los pasados cinco años
ha recopilado los escasos estudios y teo-rías recientes sobre el
complejo mortuorio de El Zapotal, explica que el adoratorio se encontró
en una galería subterránea, cuyo sitio principal era ocupado
por Mictlantecuhtli, sentado en un trono fastuoso y ataviado con el tocado
sacerdotal lleno de simbolismos que reflejaban su jerarquía.
En la corona destacan relieves de cráneos, cabezas
de jaguar, y en la parte central, la figura de un murciélago, símbolo
correspondiente a Tezcatipotlatl (Señor de la Noche), que muchas
veces es confundido con Mictlantecuhtli. Atrás de la figura central
zoomorfa, se distingue a Quetzal-coátl, otro de los dioses supremos
del panteón precolombino.
''Hay una leyenda que dice que después de un cataclismo
registrado en tiempos inmemoriales, Quetzalcóatl robó huesos
a Mictlantecuhtli para elaborar a partir de ellos a los nuevos hombres,
pero ello le valió que fuera perseguido por el Dios de la Muerte,
porque tenía que estar huyendo constantemente de él'', refirió
Nahmad Molinari.
La risa burlona
Otra de las peculiaridades del monumento son las facciones
del dios, fiel testimonio de la unión entre vida y muerte. No es
un esqueleto completo, sino un personaje descarnado. Manos, piernas y pies
se encuentran íntegros, como una persona viviente, pero se exponen
las costillas de la caja torácica, la columna vertebral y la cabeza
cadavérica.
La expresión del rostro es otro de los enigmas
de Mictlantecuhtli, ya que parece sonreír y burlarse de quienes
lo enfrentan.
''Es una risa burlona, así se le puede catalogar,
tal vez se mofa de los mortales que algún día llegarán
ante sus dominios y comparecerán ante su trono'', señala
el custodio del sitio, Gilberto Orozco Guadalupe.
Además, la deidad muestra la lengua de fuera, lo
que algunos especialistas han interpretado como indicio de que el monumento
también fue utilizado como oráculo, donde los sacerdotes
entablaban conversación con él.
Orozco indicó que originalmente el trono estaba
rodeado por un extenso osario que a manera sacra semejaba una columna vertebral
que aglutinó a más de 82 esqueletos humanos, algunos sepultados
en posición de loto, meditando ante el señor del Mictlán.
Indiferencia gubernamental
Daniel Nahmad manifestó que el trono con el Señor
de la Muerte no pudo ser saqueado ni trasladado al Museo de Antropología
e Historia de Jalapa, porque su base está adherida al suelo moverlo
sería fatal por la fragilidad del material.
Asimismo, desde los años 70 se suspendieron los
proyectos de investigación que inició la Universidad Veracruzana
y por el deterioro del monumento funerario se corre el riesgo de perder
información sobre el mismo. De manera inexplicable, dijo, los informes
sobre la primera y única fase de investigación permanecen
ocultos.
Así, siguen ignoradas nuevas hipótesis que
de corroborarse arrojarían pistas sobre la cultura prehispánica
de la zona costera de México, y en el marco de la explicación
del monumento a Mictlantecuhtli, tesis inéditas que variarían
su concepto actual.
Una, dijo, es que el osario sea un sacrificio masivo en
honor de la deidad para detener alguna calamidad, o la tumba de un alto
dignatario sepultado con guerreros y doncellas para acompañarlo
en su viaje al inframundo, al reino de los muertos.