Luis Javier Garrido
El efecto Lula
El triunfo electoral de Lula en la segunda vuelta de las elecciones de Brasil constituye un momento significativo del nuevo periodo que se ha abierto en la historia de América Latina y en el que el pueblo es el actor fundamental.
1. La llegada de un antiguo obrero, Luiz Inacio da Silva, candidato del PT al palacio de Planalto en Brasilia, es una señal de rechazo del pueblo brasileño a las políticas monetaristas que profundizó el gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso, y que rechaza con el mismo vigor que en Venezuela y en Ecuador, en Argentina o en Uruguay, porque constituyen una verdadera guerra de las empresas multinacionales contra los pueblos más desposeídos.
2. El día que el nuevo presidente asuma el cargo las cosas no habrán cambiado, pues Lula va a tener el gobierno, pero no el poder, y es a partir de entonces cuando se iniciará el nuevo proceso que definirá el futuro inmediato del Brasil en los años por venir y que con toda certeza tendrá un impacto determinante en toda América Latina, y en ese proceso las lecciones de la historia son muy claras: Lula no va a poder gobernar sin el pueblo.
3. El triunfo electoral de Lula, que llega a la presidencia brasileña, y del PT, que aunque perdió las gubernaturas de Río de Janeiro, de Sao Paulo y de Río Grande do Sul obtiene la mayoría legislativa, parecería ser en principio consecuencia de un doble equívoco, pues por un lado, diversos sectores conservadores y, por el otro, múltiples fuerzas populares, de adentro y de afuera del PT, apoyaron esa propuesta con expectativas completamente diferentes, situación que no se explica si no es debiudo al proceso por el que atravesaron el PT y su candidato en ese corrimiento a la derecha que operaron en los pasados 10 años y que ha generado una situación que para muchos es de confusión, pues si para unos va a ser el mejor aliado del Banco Mundial para otros es claro que va a enfrentar al proyecto neoliberal.
4. Washington y un sector de los grandes empresarios y de la alta burguesía han visto en el ex obrero metalúrgico de 57 años al dirigente socialdemócrata prototípico que, a la manera de los socialistas ingleses o españoles, podría imponer mejor que los dirigentes políticos de la derecha tradicional los programas de los organismos financieros internacionales, ya que estaría en mejores posibilidades que sus opositores de controlar la inconformidad popular, de cooptar dirigentes sociales y de incorporar a organizaciones sociales a su proyecto, mientras para los habitantes de las favelas, los campesinos sin tierra, los desheredados y desempleados o los marginados, Lula aparece como el hombre que va a contribuir de manera decisiva a quebrar las estructuras neoliberales de dominación.
5. El ex candidato del PT, ahora presidente electo de Brasil, no es lo uno ni lo otro: es un gobernante surgido de la clase obrera, electo por una movilización popular sin precedentes en Brasil, que tiene, en consecuencia, un compromiso histórico: muy difícilmente podrá responder si no hay una movilización social permanente que exija un programa de transformaciones sociales y haga frente a las presiones de los organismos financieros, a la muy probable connivencia de éstos con la burocracia del PT, a los compromisos contraídos por Lula con el capital trasnacional y al programa endeble y vago que sostuvo en su campaña, que sólo propone reformas insuficientes.
6. El programa de gobierno del PT no pasa de proponer que se doble el salario mínimo, que es de 200 reales al mes (es decir, 55 dólares), y se reduzca a la mitad -con base en un crecimiento económico de 5 por ciento anual- el número de desempleados, el retorno a una política de sustitución de importaciones, una reforma fiscal sustentada en la reducción de ciertos impuestos sobre la producción y la distribución a los indigentes, dentro del programa social llamado Hambre cero, de cupones de alimentos. Es decir, no hay ofertas de ningún cambio estructural profundo.
7. El gobierno de Lula va a tener una presión social sin paralelo porque las fuerzas populares que respaldaron su candidatura creen que es posible la transformación de Brasil, uno de los países más ricos del planeta con los índices más elevados de pobreza y desempleo. El éxito del gobierno no va a depender de la burocracia del PT o de quienes vayan a ser los ministros del nuevo gobierno, que en su mayoría van a comportarse como burócratas de la socialdemocracia europea y van a tratar de ser los administradores del proyecto dominante, sino de la movilización social que va a venir para impulsar y defender los cambios, y eso lo saben esos burócratas. Por eso Aloizio Mercadante, asesor económico de Lula y futuro ministro, decía a El País (20/10/02) que tendrán que enfrentar a los sindicatos "que van a hacer huelgas contra nosotros".
8. "Si quieres que Brasil cambie, cambia tú", decía el mensaje televisivo de Chico Buarque llamando a votar por Lula antes de la primera vuelta, y eso es efectivamente lo que está aconteciendo.
9. Las elecciones brasileñas de 2002 no fueron una victoria personal de Lula y su tesón, que después de tres intentos fallidos llega al fin a la Presidencia de Brasil, como muchos tratan de interpretar, como no constituyeron tampoco un triunfo del pragmatismo del PT y de su política de alianzas o de su corrimiento programático a la derecha, como escriben al unísono los intelectuales orgánicos de la socialdemocracia y los panegiristas del neoliberalismo: fueron el triunfo legítimo de la mayoría del pueblo brasileño que votó por un cambio real y que rechaza, como en Venezuela y en Ecuador, en Argentina o en Uruguay, las políticas neoliberales que están llevando a nuestros países a la miseria, y que lo va a defender, incluso frente a Lula y el PT.
10. La experiencia de Lula al frente del gobierno brasileño va a tener un impacto continental, porque es un triunfo popular y lo encabeza un gobierno que se asume de izquierda, por eso mismo va a ser un laboratorio para toda América Latina y, lo que es más importante, va a hacer de Brasil, mucho más que en el pasado reciente, un lugar de encuentro.