El escritor reivindicó la causa palestina
al recibir el Premio Príncipe de Asturias
¿Dónde está la justicia?, clama
Edward Said desde España
Siempre he creído en la solución pacífica
de los conflictos, señaló el colaborador de La Jornada
El fundamentalismo es la total ausencia de comprensión
e interés por los demás, dijo
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 25 de octubre. El espíritu de la
concordia y el diálogo, de la paz y la denuncia crítica fue
el mensaje que más se escuchó en la entrega de los premios
Príncipe de Asturias 2002, acto que reunió a un auténtico
''cuadro de honor de la humanidad".
El intelectual de origen palestino-estadunidense Edward
Said, quien con el músico argentino judío Daniel Barenboim,
recibió el galardón en reconocimiento a su labor en favor
de la pacificación en Medio Oriente, reflexionó sobre la
identidad y denunció la tragedia del pueblo palestino.
El teatro Campoamor de la capital asturiana, Oviedo, se
vistió de gala para celebrar el acto que acoge cada año,
desde 1981, cuando se decidió crear este prestigioso reconocimiento
que exalta el humanismo y la concordia en diversas actividades del hombre.
Este año se reconoció al dramaturgo estadunidense
Arthur Miller (Letras); al sociólogo británico Anthony Giddens
(Ciencias Sociales); al poeta y filósofo alemán Hans Magnus
Enzensberger (Comunicación y Humanidades) y el premio de Investigación
y Ciencia a los creadores de Internet, Lawrence Roberts, Tim Berners-Lee,
Vintor Cerf y Robert Khan; al cineasta y escritor Woody Allen (Artes);
al Comité Científico para la Investigación de la Antártida
(Cooperación Internacional); el de Deportes a la selección
brasileña de futbol, y el de la Concordia para Said y Barenboim.
La opción de la música
En solemne ceremonia presidida por el príncipe
Felipe, que hizo entrega de los diplomas y del premio -unos 50 mil dólares-,
tomaron la palabra los galardonados para expresar su mensaje de paz y sus
reivindicaciones.
Edward
Said, escritor y ensayista palestino afincado en Nueva York, es autor de
una prolífica obra en la que se ha destacado por la crítica
literaria, el análisis político y la elaboración de
minuciosos estudios comparativos entre Oriente y Occidente. Si bien Said,
también colaborador de La Jornada, fue reconocido por el
proyecto que inició hace cuatro años con el pianista argentino-israelí,
Daniel Barenboim, el West Eastern Divan, un taller en el que se
reúnen cada año en torno de una orquesta unos 70 jóvenes
judíos y árabes, que pretenden lanzar un mensaje de paz para
Medio Oriente por medio de sus instrumentos.
Said, quien a pesar de que sufre una grave enfermedad
viajó a Oviedo para recibir el premio, se preguntó en relación
con las guerras de identidad que generan fundamentalismo y radicalidad
en la sociedad, como el conflicto que enfrentan los palestinos, ''¿dónde
está la justicia? ¿Consiste en luchar una y otra vez aunque
el poder de uno sea mucho mayor?, ¿consiste en oponerse a las prácticas
injustas y seguir llamando la atención sobre todo en la lucha por
los derechos humanos? o ¿consiste en asumir una posición
superior y pretender que la identidad no nos importa?"
El también profesor en la Universidad de Columbia
explicó que ''cada uno de nosotros pertenecemos a una comunidad
con una tradición, cultura, un idioma e ideas propias, lo cual potencia
la sustancia de la que se van formando las identidades. Pero no es cierto
que las identidades duren para siempre, pues la historia muestra grandes
evoluciones en las identidades humanas. Ahora sí hay grupos o personas
que pretenden ser los únicos representantes de una identidad y se
erigen como los auténticos defensores de la fe; de esos únicos
representantes de la historia de un pueblo, y me refiero a cualquier tipo
de identidad, sea islámica, judía, africana, europea o asiática;
de esas convicciones surge el fundamentalismo, que tiene total ausencia
de comprensión e interés por los demás.
''Yo, como palestino que nací en Jerusalén,
mi historia nacional y la historia de mis ancestros se vino abajo, se rompió
en añicos cuando se formó el Estado de Israel. Desde entonces
he participado en la lucha no sólo por conseguir la justicia para
mi pueblo, sino también para mantener viva la esperanza en la autodeterminación.
Nuestra historia moderna como pueblo ha estado llena de sufrimientos y
otro tipo de desgracias", añadió Said, y reconoció
ser ''un privilegiado" en relación con sus compatriotas, muchos
de ellos hacinados en campos de refugiados o también condenados
al exilio por la ocupación de sus tierras.
''Muy pronto advertí que yo podía rehuir
de mi pasado -como muchos miembros de mi familia que se han convertido
desde 1958 en refugiados sin tierra- o dedicarme a oír y escuchar
todos los problemas y seguir escribiendo y testificando sobre la tragedia
palestina. Opté por la última alternativa, que también
es la opción de una política americana no militarista
ni imperialista. Siempre he creído en la resolución pacífica
de los conflictos, basada en la apertura y la sinceridad, basada no en
la exclusión sino en la inclusión."
Said añadió que a pesar de las detenciones
en masa, de las expropiaciones, de los bombar-deos y demás, los
palestinos se mantienen ''con coraje", pero ''siempre necesitamos apoyo
moral para llamar la atención sobre la marginación de nuestro
pueblo, pues tenemos que demostrar que Palestina no es la tierra de un
pueblo, sino de dos pueblos que no pueden exterminarse y expulsarse el
uno al otro, sino que deben vivir en paz y en seguridad juntos".
Elogió la labor que realiza la cultura para sentar
las bases de esta convivencia pacífica, pues ''la literatura y la
música abrieron este espacio distinto que era tan necesario precisamente
porque son artes, no se basan en el antagonismo sino en la comprensión,
en la receptividad y en la interpretación colectiva. Nadie escribe
ni ejecuta un instrumento en soledad, siempre hay un lector o un público,
y con el tiempo el número de las personas dispuestas a oír
estos discursos culturales aumentará. Incluso en estos tiempos tan
difíciles hay muchos jóvenes palestinos que han optado por
estudiar música, aprender a tocar un instrumento, a practicar su
arte. Quién sabe hasta dónde llegaremos, cuántas mentes
podremos cambiar, pero ésa es la belleza de esta cuestión".
Por su parte, Daniel Barenboim añadió que
la aventura del taller de músicos jóvenes es una forma de
concretar sus propias convicciones, pues ''siempre he creído en
la solución pacífica de los conflictos y también sé
que el problema de Medio Oriente no tiene solución militar".
Miller y la Guerra Civil española
El escritor Arthur Miller, cuya obra es un referente en
la dramaturgia del siglo XX, recordó en su discurso dos episodios
de su vida relacionados con España, uno desagradable, vinculado
con la Guerra Civil (1936-1939), y otro más personal y nostálgico,
relacionado con la última vez que visitó este país
en compañía de su ex mujer, ya fallecida.
''Desde mi juventud España ha ejercido sobre mi
conciencia efectos especialmente importantes, incluso dramáticos.
Acababa de cumplir 20 años cuando estalló la Guerra Civil
con el alzamiento encabezado por Franco contra la República. Ningún
otro acontecimiento contribuyó de manera tan trascendental en mi
generación y en la que yo adquirí una conciencia del mundo.
Para muchos fue nuestro rito de iniciación del siglo XX, realmente
la peor centuria de la historia. La agonía española se convirtió
en clásica, en el modelo de otros muchos gobiernos democráticos
derrocados por fuerzas militares que predicaban la vuelta a los valores
cristianos."
El dramaturgo recordó que en los años 30
la palabra España ''era explosiva, era el emblema esencial no sólo
de la resistencia contra el retroceso del mundo a un feudalismo eclesiástico
sino también contra el dominio de la sinrazón y la muerte
del pensamiento. Para muchos, incluso en aquel entonces, la Guerra Civil,
librada en un contexto en el que los nazis y las tropas de Mussolini apoyaban
abiertamente a Franco, fue la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial.
A la vez se asociaba a España con Pablo Picasso y su Guernica.
Resultaba muy difícil creer que en un piloto militar, aunque fuera
de las tropas aéreas nazis, pudiese sobrevolar una plaza abierta
y soleada y bombardear civiles".
Por último, el cineasta Woody Allen homenajeó
a algunos directores clásicos del séptimo arte, entre ellos
Luis Buñuel, Ingman Bergman y Akira Kurosawa, al tiempo que elogió
al cine europeo, latinoamericano, asiático y árabe, que consideró
auténticos bastiones del cine con aspiraciones de arte.
Allen reiteró sus críticas al cine de su
país, ''carente de ideas y cada día más mercantilizado''.