Líder sindical, perseguido, candidato,
¿presidente?
Sao Paulo, 5 de octubre. "Hemos
llegado al final de la campaña y todo está muy bien, pero
también todo se encuentra listo para volver a empezar otra si fuera
necesario. Eso está en todos nosotros, así como la voluntad
y la esperanza, pensando en que Brasil es nuestra fuerza", dijo el candidato
a la presidencia por el Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio Lula
da Silva, a La Jornada.
La misma esperanza es compartida por José Alencar,
del Partido Liberal, candidato a la vicepresidencia en la coalición
con el PT, quien está de acuerdo con Lula "en llevar adelante a
Brasil y poner un alto al terrorismo económico que se intenta emprender
contra nosotros".
Da Silva, quien está en la puerta de la presidencia,
es un político surgido del liderazgo sindical. Cuando sólo
tenía 7 años salió con su familia de la localidad
de Garanhuns, en Pernambuco, región de terrible abandono social.
En Villa Carioca, por sus propios medios, aprendió a leer y escribir.
En 1956 terminó la escuela primaria y luego hizo
el curso de tornero mecánico en la secundaria. Su primer trabajo,
de aprendiz de operario, fue en la fábrica de Miguel Serrano, quien
a los 84 años sigue votando por Lula, "porque era un joven responsable
que amaba a su familia y a sus compañeros, que dedicaba todo su
sueldo a ayudar a los suyos. Luchaba en una vida difícil con fuerza
y generosidad".
Posteriormente, en San Bernardo do Campo, periferia de
Sao Paulo, trabajando en la metalúrgica Villares, ingresó
al movimiento sindical y fue dos veces presidente del Sindicato de Metalúrgicos
de San Bernardo y Diadema (75-78), líder de las huelgas del sector
durante la dictadura militar (1964-1985) bajo la cual estuvo preso en 1980.
En febrero de ese mismo año fundó el PT.
En 1980 ya habían regresado muchos políticos e intelectuales
de izquierda desde el exilio, quienes se integraron al nuevo instituto
político. Lula ha dicho que cuando el PT no parecía un partido,
sino "una lista de perseguidos políticos y ex presos, desde ahí
seguimos trabajando y creciendo, aprendiendo y madurando, pero el PT siempre
fue muy creativo".
En 1982 Da Silva ya estaba de lleno en la política,
y agregó legalmente el sobrenombre de Lula -como lo llamaba su madre-
a su apellido. En 1986 fue diputado constituyente, en 1989 disputó
la presidencia enfrentando no sólo a Fernando Collor de Mello, del
Partido Frente Liberal, sino al nuevo poder de los medios, ya concentrados,
que jugaron mayoritariamente en favor del liberal. "Yo he dicho que no
han sido derrotas los sucesos, porque hay que estar en Brasil para saber
lo que significó que un partido de izquierda, de trabajadores, con
una idea nueva, se atreviera a desafiar tantos poderes y llegara a tocar
a las puertas de la presidencia", ha asegurado.
Lula defiende la necesidad de un gobierno plural con el
mismo ímpetu con el que que lucha para que exista una integración
real en el Mercosur, en desafío al Area de Libre Comercio de las
Américas, al que considera "un intento temible de anexión
de América Latina por parte de Estados Unidos".
Recientemente, el candidato señaló: "Los
brasileños debemos saber que la crisis no es solamente nuestra,
sino que está en la mayoría de los países, incluyendo
a Estados Unidos. Pero vemos que su presidente (George W. Bush) está
siempre pensando en la guerra, cuando el mundo clama paz y justicia".
Además, Lula confía en que la transición
en su país será no sólo benéfica, sino pacífica.
"Yo creo en la palabra del presidente Fernando Henrique Cardoso, de que
habrá una transición muy ordenada, seria y democrática,
si nosotros ganamos. Esa será la mejor señal para el mundo
de lo que puede hacer un gobierno en Brasil. Se habla mucho, hay rumores
de los mercados". Lula ha demostrado que no le preocupan los grupos financieros,
sino la economía real. Por eso tampoco ha querido adelantar nombres
del gabinete. "No necesitamos fisuras internas. Hay tiempo para ver si
ganamos y lo que decidimos". (STELLA CALLONI, ENVIADA)