LLUVIAS ATIPICAS, IMPREVISIBLES, ORACIONES, INSENSIBILIDAD
Durante
los sexenios anteriores, cada desastre tenía como corolario la ineficiencia,
la insensibilidad política y hasta el desvío de los fondos
y el aprovechamiento clientelista de la solidaridad. Entre otras cosas,
por eso se necesitaba un cambio... que aparentemente no ha llegado.
El presidente Vicente Fox, por ejemplo, declaró
ayer en una entrevista radiofónica que cuando visitó Campeche,
el 26 del mes pasado, no le informaron sobre la gravedad de las inundaciones
y por eso el gobierno federal no declaró el estado de desastre natural
para ayudar a esa entidad. Sin embargo, hoy la Secretaría de Gobernación
adopta esa decisión respondiendo a un oficio del gobierno de Campeche
que solicitaba, el 27 de setiembre, un día después de la
visita presidencial, la Declaratoria de Desastre Natural en 11 municipios
de ese estado. Es difícil pensar que las autoridades locales se
olvidaron de hablar con el Presidente de un desastre cuya magnitud las
había llevado a emitir el citado oficio.
Por otra parte, la Secretaría de Gobernación
motiva la Declaración de Desastre Natural hablando de lluvias atípicas
e imprevisibles. Ningún huracán es igual a otro y, en ese
sentido, todos son atípicos, y en cuanto a la imprevisibilidad de
los huracanes y de las tormentas tropicales en estos meses y en la zona
ribereña del Caribe habría mucho que discutir, ya que se
presentan regularmente todos los años ¿Ambos gobiernos, el
estatal y el federal, consideran fatales y "naturales" catástrofes
que, efectivamente, no dependen sino de la naturaleza, pero cuyas consecuencias,
en cambio, sí pueden ser previstas y en gran parte evitadas por
Protección Civil, como sucede en Estados Unidos o en Cuba, países
que son azotados por los mismos huracanes pero donde éstos se enfrentan
con organización, previsión y recursos?
Pero no se trata sólo de Campeche: ¿cómo
puede ser, si no es por menosprecio clasista y por racismo semioculto,
que la zona rica de la ciudad de Mérida haya sido socorrida eficazmente
y cuente ya con servicios casi normales mientras en la zona sur, la pobre,
la maya, 50 mil personas siguen careciendo en cambio de los servicios básicos?
¿Es puro azar o se debe a que los gobernantes no se preocupan demasiado
"por los que no son como nosotros"?
¿Cuál es también la explicación
del hecho, denunciado por Ana Rosa Payán Cervera, alcaldesa de Mérida,
de que el gobierno del estado no le haya dado al municipio ni un peso de
los fondos de ayuda federales destinados a Yucatán? ¿Los
gobernantes, antes de tomar medidas de prevención contra desastres
que se repiten, confían esencialmente en la providencia divina,
como el panista yucateco Patricio Patrón Laviada, que como remedio
contra las inundaciones llamó a orar? La respuesta del gobierno
federal, mediante la Secretaría de Desarrollo Social y las Fuerzas
Armadas, ha sido rápida y eficaz en Yucatán, gobernado por
un correligionario que, por el contrario, no demostró sensibilidad
social. Pero en Campeche el retardo en la ayuda, estatal y federal, lo
pagan los inundados por el Champotón o los ribereños de otros
cursos de agua amenazados por nuevas crecidas de los mismos. ¿Las
poblaciones tendrán que seguir siendo rehenes de juegos partidarios
o clientelares cuando sufren calamidades no tan "naturales"?