Luis Hernández Navarro
Lula: la mística, la referencia, el símbolo de una utopía
Duda Mendoça es una especie de Carlos Alazraki brasileño. Pu-blicista destacado, fue el responsable del diseño de la campaña electoral que derrotó al Partido de los Trabajadores (PT) en las elecciones municipales de Sao Paulo en 1992. Hoy, gracias a una de esas volteretas de la vida que propicia el imperio del marketing, se encuentra del otro lado de las trincheras. Luiz Inacio Lula da Silva, el candidato presidencial del PT, lo contrató para hacerse cargo de su estrategia en los medios de comunicación.
Es mucho lo que en apariencia ha cambiado Lula en esta cuarta contienda por la presidencia en la que participa. Aunque está muy lejos de haber renunciado a sus principios, al punto de haber concluido su campaña en la región en la que se forjó como dirigente sindical, es muy difícil encontrar restos de su pasado como obrero metalúrgico en su aspecto físico de hoy.
Vestido con trajes Armani, con la dentadura arreglada y un barbero que cuida de su aspecto, se ha lanzado de lleno a ganar el decisivo voto de los sectores medios. Esta transformación de su imagen va, sin embargo, más allá de la ropa o el look. En lugar de hablar de lucha de clases, el dirigente del PT ha hecho una campaña basada en "la paz y el amor". Ha renunciado a atacar al resto de sus contendientes y no ha respondido a las afiladas puyas que le han lanzado. Su compañero de fórmula como candidato a la vicepresidencia, José Alencar, es un gran empresario textil, beligerante antisindicalista, senador del Partido Liberal, estrechamente asociado con iglesias evangélicas, que durante las elecciones de 1989 acusaron a Lula de ser un personaje diabólico. La alianza forma parte de una operación política de largo aliento para acercarse con los empresarios.
El corrimiento hacia el centro del candidato del PT es también programático. A comienzos de septiembre de este año aseguró que las ocupaciones y la violencia para conseguir las tierras se van a terminar. En plena turbulencia económica publicó una "Carta al pueblo brasileño" en la que se comprometió a no romper con las obligaciones de pago de la deuda externa adquiridas por el gobierno del todavía presidente Fernando Henrique Cardoso. Lula aceptó, también, cumplir con los acuerdos pactados con el Fondo Monetario Internacional. El mensaje que el petismo quiere transmitir es el de un partido responsable, capaz de conducir al país sin sobresaltos, eficaz en la forja de una alianza de clases, abierto y representativo.
El lobo y la piel de oveja
A juzgar por los sondeos de opinión, la estrategia del PT está dando resultado. Sus posibilidades de ganar en la primera vuelta las elecciones son reales. Cada día suma a su causa más y más fuerzas y personajes políticos que tradicionalmente se han opuesto a él. Este cambio de imagen no convence, sin embargo, a todo mundo. Según uno de sus más acérrimos adversarios, el también candidato José Serra, el ex obrero metalúrgico es, ni más ni menos, un dos caras que oculta sus verdaderas intenciones. De un lado se encuentra el Lula moderado fabricado por el publicista Duda Mendoça; del otro, el verdadero Lula, el revolucionario de siempre.
Aunque desde la izquierda se han hecho fuertes críticas a la búsqueda del centro político, el PT no ha perdido apoyos significativos. En la alianza electoral participan los partidos comunistas de Brasil y Brasileño, y cuenta con el apoyo de la dirección de la Central Unica de Trabajadores. Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento de los sin Tierra, una de las organizaciones sociales más relevantes y novedosas del Brasil, ha ponderado esos cambios. Lo importante, según él, no es el tipo de discurso que hace Lula sino las fuerzas sociales que se aglutinan detrás de su candidatura. "En Brasil -dice- los programas electorales son meros ejercicios de retórica política", y "Lula está haciendo un discurso dentro de los límites de una campaña electoral. Evidentemente no es un discurso de defensa de un programa de izquierda o de las necesarias transformaciones radicales que nuestra sociedad requiere. Es un discurso de centro en el espectro ideológico" (Folha de Sao Paulo, 16 de septiembre de 2002).
Pero, desde su punto de vista, ello no limita los alcances transformadores de la actual coyuntura. "La candidatura de Lula -asegura- tiene el símbolo del cambio. El pueblo sabe que si Lula gana habrá cambios (...) La victoria de Lula traerá un gran ánimo para todo el pueblo brasileño, y va a generar un proceso de ascenso del movimiento de masas".
Una sociedad en movimiento
Las palabras de Joao Pedro Stedile tienen sentido. Las fuerzas sociales que se aglutinan detrás de la campaña de Lula son las más dinámicas y transformadoras de la sociedad brasileña. El PT, fundado en febrero de 1980, es uno de los partidos de masas de izquierda más grandes e influyentes en el mundo. El tejido asociativo de base de la sociedad brasileña tiene un dinamismo, una vitalidad y una densidad notables. Y la relación entre partido y movimientos, aunque cada vez más burocrática, sigue siendo estrecha. Ejemplo de esta riqueza asociativa de base fue la realización del Plebiscito Nacional sobre el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. En la consulta, efectuada entre el primero y el 7 de septiembre de este año, participaron más de 10 millones de brasileños. Noventa y ocho por ciento de los participantes se pronunció en contra de que su gobierno firme este tratado.
Esta consulta es un eslabón más de una larga cadena de iniciativas de educación y movilización populares, iniciadas en 1973 por las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) con la formación del Movimiento contra la Carestía, que culminó cinco años con un encuentro que sufrió la represión gubernamental, en el que participaron más de un millón y cuarto de personas.
El PT es uno de los representantes más destacados de la nueva izquierda latinoamericana. Partido radical, socialista, con un discurso renovado y moderno, abierto a las alianzas, se ha alejado lo mismo de la socialdemocracia tradicional que del viejo comunismo, elaborando con pragmatismo un proyecto de desarrollo alternativo para Brasil. Surgió, con una sólida base obrera, del movimiento social. Participaron en su fundación estudiantes, las CEB, sindicalistas, movimientos urbanos populares e intelectuales. Muy pronto logró implantarse en casi todo el territorio brasileño y alcanzó una afiliación masiva.
El partido, como lo anunció Lula en agosto de 1996, se convirtió en "una mística, una referencia, el símbolo de una utopía." En ello jugó un papel clave la renovación del discurso de izquierda, el abandono de una fraseología alejada de la comprensión popular. Según Marco Aurelio García, quien fuera presidente del PT, "Lula muchas veces escandalizó a la izquierda petista cuando decía que, para él, la revolución en Brasil era toda la población desayunando, almorzando y cenando. O yendo a la escuela. O teniendo un hogar mínimamente decente. O pudiendo ser atendida con eficiencia y dignidad en un hospital público. O, finalmente, teniendo una parcela de tierra para poder plantar y vivir en su estado."
Ese símbolo cosechó rápidamente victorias electorales notables. En las elecciones municipales de octubre de 2000 ganó 178 alcaldías en donde viven casi 29 millones de habitantes, 131 vicealcaldes y 2 mil 485 concejales. Gobierna 16 de las de las 62 ciudades más grandes del país, donde se concentra 30 por ciento del voto nacional.
Estos triunfos fueron acompañados del estímulo a la participación popular en la gestión de los gobiernos locales -entre los que se encuentra el presupuesto participativo-, y de programas de bienestar social. El PT se convirtió, para muchos, en la representación de la ética en la política.
La selva
Lula ha señalado que es necesario formular un "nuevo contrato social". Entre trabajadores, empresarios y el resto de la sociedad. El se presenta como un estadista y como el mejor negociador para lograrlo. Más allá de sus indudables cualidades políticas, el reto parece ser enorme. Desde hace ocho años no se ajustan los salarios públicos, hay 23 millones de personas por debajo de la línea de pobreza y 11.5 millones de desempleados. Uno por ciento de los propietarios rurales tiene 46 por ciento de las tierras. Existen 182 millones de hectáreas ociosas y 4.5 millones de campesinos sin tierras. Brasil, ha dicho Frei Betto, "es un país de alto riesgo para quien vive en él."
La economía brasileña se derrumba y está atada a todo tipo de compromisos internacionales. Su tasa de crecimiento durante los años 90 fue la más baja del siglo XX. Desde enero la moneda se ha devaluado en 30 por ciento. La deuda externa es de 258 mil millones de dólares. Durante 2002 se pagaron por este concepto 30 mil millones de dólares y se fugaron otros 20 mil millones.
De ganar la presidencia, Lula deberá enfrentar estos retos más los que surjan de la presión de los organismos financieros internacionales, el capital trasnacional y los especuladores internos. Su margen de acción no será muy amplio. Las presiones sociales serán muchas. Antonio Prado, el economista que coordina el plan económico de la campaña petista, asegura que "sólo con hacer que el gasto sea más eficiente se pueden aumentar la oferta de bienes y servicios a la sociedad."
Lula ha señalado que "aquí no hay un pueblo que quiere más, sino un gobierno que da menos de lo que el pueblo tiene derecho." Parece poco probable que los movimientos sociales acepten que no es posible atender de inmediato demandas postergadas durante tanto tiempo, así co-mo que los grandes problemas de Brasil puedan enfrentarse sólo con una mejor gestión del gasto público, evadiendo definiciones de fondo sobre la redistribución de la renta o el reparto de tierras. A la mística, la referencia y el símbolo de una utopía parece haberle llegado su hora, el momento en el que el marketing no sirve.