Edward Said
Más allá del egoísmo de la soledad
En Orientalismo, libro de Edward Said, el autor plantea a manera de tesis central la dificultad para el mundo occidental de pensar sobre oriente y sus culturas. Describe cómo los ''clichés ideológicos'' que se refieren al Islam y a los musulmanes obedecen a los intereses y estrategias del poder dominante en cada momento histórico. Con autorización de Editorial Debate ofrecemos un fragmento de esta novedad bibliográfica del escritor palestino, exiliado en Nueva York, que circula en México
Orientalismo se concluyó a finales de 1977 y se publicó un año después. Fue (y sigue siendo) el único libro que he escrito como un gesto permanente, a partir de una serie de investigaciones, realizando diversos borradores del mismo, uno tras otro, hasta llegar a su versión definitiva, sin interrupción y sin ninguna distracción seria. Excepción hecha de un año maravillosamente civilizado y de relativamente poco trabajo que pasé como becario en el Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences (1975-1976), de Stanford, tuve escasos apoyos y desperté muy poco interés en el mundo exterior. Me animaron unos pocos amigos y mis familiares más próximos, pero distaba mucho de estar claro que el estudio que estaba realizando sobre la forma en que la fuerza, la erudición y la imaginación de una tradición bicentenaria europea y estadunidense veían a Medio Oriente, a los árabes y al Islam, pudiera interesar al público en general. Recuerdo, por ejemplo, que me resultó muy difícil al principio que un editor serio se interesara por el proyecto. Una editorial en concreto, que publicaba temas de humanidades, me ofreció un pequeño contrato para una breve monografía, štan poco prometedor y tan pobre les debió parecer el tema inicialmente! Pero afortunadamente (que es el término que empleo para aludir a mi buena suerte en los Agradecimientos del libro) las cosas mejoraron mucho después de la conclusión de este estudio.
Tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido (donde se publicó en 1979 una edición independiente) atrajo mucha atención. Parte de dicha atención (como podía esperarse) fue muy hostil; parte de ella, poco comprensiva, pero en su mayoría he de decir que fue positiva y entusiasta. En 1980 se publicó la edición francesa, que supuso el principio de una serie de traducciones que empezaron a publicarse y que han ido aumentando hasta el presente, muchas de las cuales provocaron controversias y discusiones en idiomas que desconozco. Se publicó una traducción al árabe, notable y controvertida, realizada por el prestigioso poeta y crítico sirio Kamal Abu Deeb, de la que comentaré algo más en las siguientes páginas. Posteriormente, Orientalismo se tradujo al japonés, al alemán, al portugués, al italiano, al polaco, al español, al catalán, al turco, al serbocroata y al sueco (en 1993 fue uno de los libros que más se vendieron en Suecia, hecho que nos desconcertó tanto al editor local como a mí). Hay varias ediciones (en griego, en ruso, en noruego y en chino) que se están preparando o que están a punto de aparecer. Se habla de otras traducciones europeas, lo mismo que de una versión israelí, según varios informes. Se han realizado, asimismo, traducciones parciales piratas en Irán y en Pakistán. Muchas de las traducciones que he conocido directamente (en especial la japonesa) han superado la primera edición: todas siguen imprimiéndose y aparecen ocasionalmente para suscitar discusiones locales que van más allá de lo que yo pensé cuando escribí el libro.
El resultado de todo esto es que Orientalismo se ha convertido en varios libros diferentes, casi como si hubiese sido obra de los Borgia. Y, por lo que he podido seguir y entender de estas versiones posteriores, ese extraño, a veces inquietante y sin duda imprevisto polimorfismo es lo que quiero tratar aquí, repasando lo que otros han dicho que yo escribí, además de lo que yo escribí después de Orientalismo (ocho o nueve libros y muchos artículos). Está claro que trataré de corregir las lecturas erróneas y, en algunos casos, las malas interpretaciones intencionadas.
No obstante, también citaré argumentos y posturas intelectuales que reconocen que Orientalismo es un libro útil en aspectos que sólo pude prever muy parcialmente en su momento. No trato de ajustar cuentas ni de acumular felicitaciones, sino de registrar una sensación más amplia de autoría que va más allá del egoísmo de la soledad que sentimos cuando iniciamos un trabajo, pues Orientalismo parece hoy una obra colectiva, creo, que me supera como autor más de lo que podía esperarse cuando la escribí.
Empecemos por la forma en que se recibió el libro, que es lo que más lamento y me resulta hoy (en 1994) más difícil de superar. Me refiero al supuesto antioccidentalismo del libro, como ha sido calificado errónea pero sonoramente por sus comentaristas, tanto hostiles como simpatizantes. Este concepto consta de dos partes, que a veces se argumentan conjuntamente y a veces por separado. Se me atribuye en primer lugar que el fenómeno del orientalismo es una sinécdoque, un símbolo en miniatura, de todo Occidente, y que debería tomarse como representativo del conjunto de Occidente. Siendo esto así, prosigue el argumento, todo Occidente es enemigo de los árabes y del Islam, o incluso de los iraníes, de los chinos, de los hindúes y de muchos otros pueblos no europeos que sufrieron el colonialismo y los prejuicios occidentales. La segunda parte del argumento que se me atribuye no tiene tanto alcance. Afirma que un Occidente y un orientalismo depredadores han violado al Islam y a los árabes (obsérvese que los términos ''orientalismo" y ''Occidente" se han unido). Siendo esto así, la propia existencia del orientalismo y de los orientalistas se utiliza como pretexto para argumentar exactamente lo contrario, esto es, que el Islam es perfecto, que es el único camino (al-hal al-wahid), etcétera, y que para criticar el orientalismo, como hice en mi libro, hay que ser un defensor del islamismo o del fundamentalismo musulmán.
Apenas si sé qué hacer con todos estos cambios ridículos de un libro que para su autor y por sus argumentos es explícitamente antifundamentalista, radicalmente escéptico respecto a designaciones categóricas, tales como Oriente y Occidente, y escrupulosamente cuidadoso en cuanto a no ''defender", ni siquiera hablar de Oriente y del Islam. Y, sin embargo, Orientalismo se ha leído y de Orientalismo se ha hablado en el mundo árabe como de una defensa sistemática del Islam y de los árabes, pese a que digo expresamente que no tengo ningún interés y mucho menos estoy capacitado para mostrar lo que son realmente Oriente o el Islam. En realidad voy mucho más allá cuando afirmo en las primeras páginas del libro que términos como ''Oriente" y ''Occidente" no se corresponden con una realidad estable que exista como un hecho natural, Más aún, todas esas designaciones geográficas suponen una extraña combinación de lo empírico y lo imaginativo. En el caso de Oriente, como concepto vigente en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, la idea procede en gran medida del impulso no sólo de describir, sino también de dominar y, en cierto modo, de defenderse contra él. Como trato de demostrar, esta idea es esencialmente cierta respecto del Islam como una personificación especialmente peligrosa de Oriente.
El punto fundamental de todo ello radica, no obstante, como Vico nos enseñó, en que la historia de la humanidad la escriben seres humanos.