En liquidación, el criadero Avestruces
del Valle y otras seis microempresas
Fracasan proyectos productivos de la universidad tecnológica
del Mezquital
El fallido intento de crear empleos y arraigar a la
población costó $3.4 millones a la institución
CLAUDIA HERRERA BELTRAN ENVIADA
Ixmiquilpan, Hgo., 30 de septiembre. A la orilla
de una cancha de futbol, 18 avestruces se pasean por unos corrales angostos
y desvencijados. Esto no se parece en nada a lo que hasta hace dos años
había en la Universidad Tecnológica del Valle del Mezquital
(U-TVM): una granja con 280 de estas enormes aves y lo que parecía
ser la industria del futuro para esta región olvidada.
De aquel proyecto hoy sólo quedan unos cuantos
animales abandonados, millonarias pérdidas y la lección de
que la universidad ya no puede "equivocar su misión" fundando empresas.
Así lo reconoce el rector de la institución, José
Antonio Zamora, quien está liquidando éste y otros seis negocios
que ocasionaron gastos por 3.4 millones de pesos.
La aventura de la cría de avestruces es una de
tantas que ha emprendido esta joven universidad en su afán por crear
los empleos que no hay en la región y que servirían para
arraigar a miles de pobladores que cada año emigran a Estados Unidos
(150 mil hidalguenses viven en ese país, de acuerdo con estadísticas
oficiales), a quienes no los detiene ni la universidad tecnológica,
la más reciente promesa educativa.
En
11 años la Secretaría de Educación Pública
ha abierto 48 universidades tecnológicas para llevar progreso y
educación técnica a las zonas más pobres y apartadas
del país, pero la del Valle del Mezquital es la que enfrenta las
peores condiciones para hacerlo, porque forma profesionales que no encuentran
trabajo donde nacieron y -así como hicieron sus padres, pero con
menos estudios- deben marcharse a otras entidades o a Estados Unidos.
A pesar de todo, la universidad es una remanso para los
800 mil pobladores de la región, en especial para los 80 mil hablantes
de la lengua ñañú, que durante siglos han vivido en
el olvido. En 30 años de intentos frustrados por revertir la miseria,
esta es la primera vez que se instala en la región una escuela de
educación superior en la que cada año se invierten 34 millones
de pesos.
La universidad se ubica en el municipio de Ixmiquilpan,
la puerta de entrada al Valle del Mezquital, donde los indígenas
ñañús viven en medio de la pobreza, en la tierra que
nadie envidia, en el lugar de los cactos y de los arbustos espinosos. Desierto
y montaña son el escenario natural de su refugio y defensa.
La institución abrió sus puertas en 1996
con metas ambiciosas: ser un centro académico de excelencia, fomentar
el arraigo de la población, vincularse con la sociedad y con los
productores, ayudar a revertir el deterioro del medio ambiente, promover
el reconocimiento del técnico superior universitario -el título
que obtienen sus alumnos- y contribuir a la preservación de la cultura
ñañú.
A seis años de su apertura, el impacto de la UTVM
todavía no es muy visible ni en la matrícula ni en los proyectos
productivos. En ese tiempo la población escolar pasó de 200
a 700 alumnos, a pesar de que en otras universidades la matrícula
ha crecido hasta 500 por ciento. De las ocho empresas que fundó,
sólo queda una, el resto está en liquidación ante
la imposibilidad de competir con los productos de marca.
En medio del páramo, la universidad es un ejemplo
de modernidad con sus cinco edificios nuevos, 348 computadoras, 11 laboratorios
y tres talleres.
Muestra de esa modernidad son los talleres de la carrera
de tecnología de alimentos. Su director, el químico Juan
Manuel Navarrete, está orgulloso del equipo disponible: "muchas
empresas y universidades nos envidiarían si supieran lo que tenemos".
Tan sólo la maquinaria del taller de carnes vale 3 millones de pesos.
No es gratuito que los talleres de alimentos cuenten con
este superquipo. A partir de 1997 la universidad fundó ocho microempresas
con el sello UTVM: Comercio y Distribución, Metalmecánica,
Pasteurización y Maquila Láctea, Cárnicos, Avestruces
del Valle, Equipo y Servicios Informáticos, Frutas y Legumbres y
Verificadora Ali-neación y Balanceo.
Con excepción de Comercio y Distribución
UTVM, que es una envasadora de agua, todas las marcas están en el
ocaso. Según el informe más reciente del rector, en total
se invirtieron 3 millones 444 mil pesos más otros activos propiedad
de la universidad y, en algunos casos, con aportaciones de accionistas
minoritarios.
Avestruces del Valle es la muestra de aquel sueño
empresarial. La granja se creó en noviembre de 1998 en los tiempos
en que la Secretaría de Medio Ambiente promovió la cría
del avestruz, considerada la "carne roja de los noventa" por sus propiedades
nutricionales y su bajo contenido en grasa.
El negocio se inició con 21 animales reproductores
que se adaptaron de inmediato a la zona que según la universidad
tiene un clima similar al de Sudáfrica, lugar de origen de estas
aves que pesan hasta 110 kilogramos.
La empresa creció rápidamente. Según
datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en
1999 llegó a producir 250 avestruces, de los cuales vendió
62, sacrificó cien para consumo y mantuvo otros 90 como inversión.
El químico Navarrete dice que era un buen negocio,
porque cada trío de avestruces (se venden así para su reproducción)
vale 20 mil pesos. La otra ventaja es que la totalidad del animal se puede
aprovechar: con la carne se puede hacer jamón, salchicha y chorizo;
las plumas sirven para forrar almohadas y la piel para hacer cinturones,
bolsas y zapatos.
Sin embargo, en enero pasado el consejo directivo de la
UTVM decidió liquidar el negocio de los avestruces, porque requería
de mayor inversión. Lo mismo determinó con las otras microempresas,
que no podían competir con las marcas ya establecidas. A decir del
rector fue la decisión correcta porque "estaba en riesgo de perderse
un recurso público que estaba destinado a educación, que
se estaba desviando a otros fines".
Ahora, en el vasto terreno que ocupaban los avestruces
se construyó una cancha de futbol y un invernadero. Ya hay planes
para que la UTVM se asocie con una empresa española para hacer una
planta que elabore aceite de oliva. La diferencia con respecto al pasado,
dice el rector, es que "no lo vamos a hacer solos, ahora nos van a ayudar
la Sedeso y el gobierno del estado".
Expulsión de mano de obra
La historia de expulsión masiva lleva 14 años
en el Valle del Mezquital. "En 1988 el gobierno de Estados Unidos otorgó
permisos de trabajo, y como la crisis en el campo era muy fuerte, en unos
cuantos años ya se habían ido miles de Hidalgo. En 1992 había
26 mil hidalguenses viviendo allá y en 2000 ya eran 150 mil", indica
Juana Alvarez, investigadora del Centro de Estudios de Población
de la Universidad Autónoma de Hidalgo.
Cuando Rodolfo Trejo terminó la preparatoria en
el Valle del Mezquital podía elegir entre estudiar computación
en la universidad tecnológica recién abierta o irse de indocumentado
a Estados Unidos. Al final se decidió por ganar dólares.
Tres años después, el joven está
de regreso, pero no por mucho tiempo. Dice que en cuanto consiga su título
de técnico en informática va a volver con sus tíos
a Texas. "Lo bueno es que ya no voy a trabajar de aprendiz de carpintero,
ahora voy a ser técnico en computación."
Rodolfo forma parte de la estadística roja de
80 por ciento de egresados de la UTVM que emigran a otra entidad o a Estados
Unidos sin que los detenga ni la universidad, la última apuesta
del gobierno para retener a los jóvenes en sus tierras, pero que
en realidad se ha convertido en una pequeña fábrica exportadora
de talentos.
"Los muchachos no terminan ni la secundaria y ya piensan
en irse a Estados Unidos porque allá ganan en dólares. Los
que se quedan ven a sus amigos que llegan del otro lado con sus coches
último modelo y no la piensan dos veces, también se van",
dice Bernabé Angeles, locutor de la estación de radio indígena
XECARH, que en su programa informa de las convocatorias de inscripción
a la universidad.
Actualmente la UTVM atiende a 760 estudiantes en cinco
carreras: informática, administración, mecánica, tecnología
de alimentos, y electricidad y electrónica industrial. Podría
recibir mil 200 alumnos; sin embargo, la demanda de ingreso es baja.
Cuando llegan los meses de diciembre y agosto los maestros
de la universidad "nos ponemos a temblar porque no sabemos cuántos
alumnos van regresar de las vacaciones y cuántos se van a ir con
sus familiares a Estados Unidos", explica Luz Florida, directora de informática,
la carrera más demandada, que atiende a uno de cada tres alumnos.
Además de lidiar con la migración, la universidad
enfrenta los enormes rezagos educativos de sus alumnos. En el más
reciente examen de ingreso el promedio de calificación fue de 3.5
-de acuerdo con la directora de la carrera de Informática- y todos
los aspirantes fueron aceptados porque de lo contrario la escuela se hubiera
quedado vacía.
"Los muchachos arrastran deficiencias desde la primaria.
Hay quienes no saben multiplicar o dividir, y los quebrados son la muerte
para ellos", explica la maestra Florida.
De modo que la migración y el bajo nivel de aprovechamiento
escolar son las dos causas principales de las altas tasas de deserción
escolar. Aquí de cada diez estudiantes cuatro abandonan las aulas
antes de concluir sus estudios, y de ellos la mayoría lo hace en
el primer cuatrimestre.
Para paliar esta situación, la UTVM ha firmado
todo tipo de convenios para dar becas a los estudiantes y con ello retenerlos.
Sin embargo, los esfuerzos no rinden muchos frutos porque la falta de empleo
no está resuelta. Por ejemplo, 75 por ciento de los estudiantes
tiene que salir de Hidalgo para hacer sus prácticas en empresas,
porque ni en la entidad y mucho menos en la zona hay suficientes industrias.
A pesar de la fuga de técnicos y de que los beneficios
no se quedan en la región, algunos tienen una visión optimista,
como el director de vinculación de la universidad, César
Lagunes, quien afirma: "la ventaja es que les dimos herramientas para enfrentar
la vida, y si tienen suerte ya no llegan a Estados Unidos como peones,
allá ponen su negocio o son jefes de taller".
En lo individual, los jóvenes tienen mejores expectativas
de vida, pero para toda la población de esta región todavía
no hay "resultados tangibles". El maestro de la UTVM Nicasio García,
uno de los pocos que habla ñañú, así lo piensa
y le apuesta a que "algún día la universidad sirva para arraigar
a la gente del Mezquital y para sacarla de la pobreza".