José Blanco
Turbulencia y oportunidad
Una parte de quienes observan nuestros procesos políticos y escriben en los medios han dicho que fue un error del gobierno haber abierto al mismo tiempo el procedimiento para crear la Sección Instructora que se encargará de analizar ocho solicitudes de desafuero -entre las que se encuentran las de los tres líderes petroleros implicados en el Pemexgate- y la revisión salarial en Pemex. No es claro que el gobierno lo haya programado de esa manera pero, en todo caso, las cosas, aun sin proponérselo, pueden salirle bien al gobierno en este asunto crucial. Que el asunto penal y el laboral se hayan mezclado tuvo como feliz consecuencia que gran parte de la sociedad se diera cuenta de que la amenaza de huelga, en efecto, era un chantaje de los dirigentes con vistas a eludir el desafuero de los inefables "dirigentes" sindicales y los procesos penales que, esperemos, vendrán a continuación.
Tal como se esperaba desde días antes, la huelga estaba conjurada y el domingo se hizo oficial. Literalmente todo mundo dejó aislada a la dirigencia petrolera. Es difícil entender que el PRI hubiera decidido absorber los altísimos costos políticos de la defensa de los caciques presuntos delincuentes que "dirigen" a los trabajadores de la industria petrolera y, finalmente, el liderazgo del tricolor se deslindó, por supuesto, interesadamente; lo hizo el SNTE por decisión de la maestra, y los gobernadores priístas hicieron como que defendían a los caciques.
Después de haber doblado las manos frente al inocuo grupo de Atenco -asesorado por el CGH-, haberlo hecho frente a Romero Deschamps hubiera sido el fin político del gobierno foxista. Este gobierno, si no se detiene, está ahora frente a una enorme oportunidad política. Los grandes sindicatos charros son las peores piezas de horror del viejo Estado corporativo. Miles y miles de asalariados siguen siendo reos de las mismas estructuras de dominación que padecieron bajo ese Estado, y todo bajo la patraña de un discurso "nacionalista". Y se trata de las peores piezas de esa pesadilla porque pudieron operar siempre con total impunidad.
Bajo la obviamente falsa bandera de la autonomía sindical, las dirigencias charras han hecho y deshecho a su antojo, han medrado a costa de los asalariados y los han robado como en despoblado, los han manipulado y a muchos de ellos corrompido; no han tenido que entregar cuentas a nadie, no han contado con ningún contrapeso institucional y han comprado o asesinado a las disidencias, todo ello con la complicidad de los responsables de las entidades en las que laboran los "representados" por los charros.
De la pesadilla corporativa, las estructuras sindicales permanecen intactas. Sobresalen, desde luego, los electricistas, los petroleros y los maestros del SNTE. No puede caber la menor duda: esas estructuras son obstáculos formidables al desarrollo social, político y económico de la sociedad y de la nación. Los electricistas se han opuesto, con argumentos falsos, a la reforma eléctrica; el SNTE es un estorbo inmenso a la reforma educativa; los dirigentes petroleros están en vitrina, y la historia de la mafia que han sido es archiconocida.
Hoy es más claro que nunca que la desarticulación de esas estructuras y la reforma sindical es un capítulo absolutamente central de la reforma del Estado. La ley debe garantizar que los trabajadores tengan representantes auténticos, impedir la constitución de mafias, transparencia para todos los asalariados sobre el manejo de sus asuntos, real autonomía sindical -asunto opuesto 180 grados a las estructuras corporativas que han sido-, separación sindical efectiva, por tanto, de los asuntos sustantivos de los centros de trabajo en los que laboran: nada tiene que hacer la dirigencia sindical en las decisiones sustantivas de los organismos en los que prestan sus servicios; ésa es la base del corporativismo corrupto en que se convirtieron. Pero eso ha ocurrido en el sistema educativo, en la industria eléctrica y en la petrolera. La autonomía sindical debe dejar de ser la patraña que ha sido: parapeto de los caciques que han medrado a costa de los asalariados.
El gobierno foxista, el PAN, el PRD deben abrir el camino para crear los espacios de libre desarrollo de los asalariados. La liberación de las masas, dijera el viejo Marx, es obra de las masas mismas, aunque no bajo cualquier condición. Pueden hoy estar abriéndose las posibilidades de esa liberación. Por lo pronto en la creación de formas de representación sindical auténticas, efectivos interlocutores autónomos del capital y del gobierno, que representen el interés de los trabajadores, no el de las mafias que expropiaron sus derechos efectivos. Es inaceptable perseguir la corrupción en todas las esferas del Estado y dejar intacta la corrupción, la infinita, incalculable corrupción de la vida sindical.