Llenaron el Auditorio Nacional con sus fans
femeninas y uno que otro inútil
Mano a mano amistoso entre Paquita y Lupita D'Alessio...
pero contra ellos
Mientras una se ofrecía ''si estás
buscando una mujer...'', la otra pedía ''invítame a pecar''
JAIME WHALEY
Con un duro, duro, duro, un numerosísimo y aguerrido
coro -femenino, desde luego- saludaba prácticamente todas las interpretaciones
de Paquita la noche del viernes en el Auditorio Nacional, en donde ella,
la del barrio, y Lupita D'Alessio, sostuvieron lo que en términos
deportivo-taurinos se catalogaría como un amistoso mano a mano,
pero que tuvo un blanco común, nosotros, los traicioneros, los que
pagamos mal, los mentirosos, los irresponsables, los que nos esmeramos
en redimirnos pero casi nunca lo logramos ante los ojos de ellas.
Con
los asientos todos (que dicen llegan a 10 mil) ocupados Lupita puso en
marcha el festival de la venganza con sus musicales diatribas, pero también
con su talento y su bien timbrada voz.
Elegante, con un atuendo que a la distancia parecía
de cuero, y seguramente lo era, pues a la hora de los créditos dio
un reconocimiento a quien la vistió, lo mismo que a su gastroenterólogo
-el de ella, pues, no se piense que al del modisto-, Lupita, la multifacética,
entusiasmó desde el momento mismo de su salida.
Dijo que ella le creía, pero él le mintió
para después asegurar que se le había agotado la fantasía
y que no buscaba ni guerra, ni paz... Y ya encarrerada, la cantante lanzó
epítetos: caprichoso, embustero, mujeriego. Añadió
que con la misma moneda te pago engañándote a ti. Sus interpretaciones,
respaldadas por un excelente ensamble de 10 músicos, y un coro de
tres voces, también de alta calidad, tuvieron una estruendosa respuesta,
a punto tal que las lágrimas asomaron a los ojos de Lupita, quien
dijo que hace 12 años pisó por vez primera el tablado del
Auditorio.
Y siguió la letanía: No sé que tiene
tu cara, pareces hombre de a de veras. Los aplausos y los aullidos no se
hicieron esperar, lo mismo que con la siguiente en la que asevera que es
una leona en su guarida, y el sumum llega cuando exclama que usted
no llega ni a pecado, punto y coma, y el remate desmadrador, ya no siento
nada al hacerlo contigo.
Luego le bajó un buen y aceptó que ella
también estuvo enamorada como uno, para luego afirmar que quien
ama de a deveras no es infiel, para después amenazar con que ya
no regresará.
Un tenue ¡Bravo Lupe¡, se dejó oír
en la sección de balcones derecha, que no fue nada con la catarata
de palmadas que se desgranaba en la parte central y por todo el resto del
graderío.
Se ofrece ahora Lupita: si estás buscando mujer,
aquí estoy yo, para enseguida demandar, acaríciame. despacio,
lentamente y sin temor. Y, caray, cómo de que no, claro que sí,
yo me apunto para contarle a la Lupe las pequitas de su pecho y las de
su espalda que dejó parcialmente descubierta cuando se despojó
del saco.
La catársis de nuevo cuando es visible en las gigantescas
pantallas que Lupita, en otra rolita, musita, pen-de-jo, y viene luego
la promesa, hoy voy a cambiar, para el cierre apoteósico también,
con la remembranza del corazón gitano, para dejarle el espacio a
Paquita quien, ni tarda ni perezosa, empezó a deleitar a los inútiles
ahí presentes y a sus compañeras.
''¿Me estás oyendo, inútil?''
Del
arsenal de Paquita, toda ella ornamentada con albo vestido de pedrería
y anillos en ocho de sus 10 dedos de las manos, también brotaron
hirientes disparos lo mismo que personales lamentos con igual respuesta
del público que a las interpretaciones de Lupita, salvo que con
gritos que denotaban pandorga y un ambiente un poco más relajado,
ya que las luces dejaron de ser discretas.
A los acordes de su rúbrica, aquella de que anda
siempre en el fango, sin mancharse las plumas, y su sello patentado ''¿me
estás oyendo, inútil?'', se escucharon las risas contenidas
en la primera parte del larguísimo recital.
El coro se tornó multitudinario con Perdida,
aquel éxito del trío Los Panchos, que entonado por Paquita
cobra crudeza, y pues nada, que la mujer, al cabo de unas canciones más,
requiere de un líquido que, desde el graderío parece refresco
de cola pero ella, sincera como es, dice que es coñac, y ¡salud!,
que a eso venimos aunque no estemos en su casa.
Ay, ay ay. Paquita, con su rostro adusto, impávido,
diríase, insinúa invítame a pecar, invítame
o te invito, y enseguida extiende un Cheque en blanco, para
luego confesar, te he engañado tres veces.
Falta poco ya para la medianoche y a Paquita le faltan
todavía una docena de temas, pero pocos tienen prisa por salir a
Reforma y empaparse con la incesante lluvia.
Mejor se está aquí adentro, a pesar de la
amenaza cancionil de que o se componen o los capamos, y la aclaración
de que si el Sol siendo el astro rey, lo tapa una pinche nube...
o la advertencia de que el que quiere azul celeste, que le cueste.
Así se fueron diluyendo las leyes del querer.