JOHANNESBURGO: GOBERNANTES INEFICACES
En
la Cumbre de Desarrollo Sostenible que se realiza en Johannesburgo, y en
la acción más importante realizada hasta ahora en esa ciudad
sudafricana -el acuerdo en torno a un plan de acción en materia
de desarrollo y preservación del entorno-, se manifiesta la determinación
de Estados Unidos -el gran ausente- y de las industrias más contaminantes
del planeta por impedir el establecimiento de cualquier regulación
internacional que pudiera afectar sus intereses.
De hecho, el documento que será finalmente aprobado,
al parecer, por los gobiernos que participan en el encuentro, es una enumeración
de 70 páginas de buenos propósitos no vinculatorios, cuyo
cumplimiento queda librado a la buena voluntad de las autoridades nacionales
y cuyas metas son, en el mejor de los casos, vagas e inciertas.
Así ocurre, por ejemplo, con el "compromiso" de
reducir en 50 por ciento, a lo largo de los próximos 13 años,
la cantidad de personas que subsisten sin agua potable -y que se calcula
en unos dos mil 400 millones-, acción para la cual no se establecen
mecanismos específicos de cooperación y acción. Con
el apartado sobre la reducción de fuentes no renovables de energía
ocurre algo peor: se menciona, simplemente, la conveniencia de desarrollar
recursos energéticos renovables que sustituyan a los combustibles
fósiles, pero no se habla de tiempos ni de cantidades.
Una buena noticia es la adhesión de Canadá,
China y Rusia al Protocolo de Kyoto, instrumento internacional que data
de 1997 y que establece límites para la emisión de gases
contaminantes que propician el calentamiento global. Con la aprobación
de esas naciones, el documento referido podrá adquirir el carácter
de obligatorio y permitirá ejercer una presión diplomática
significativa sobre Estados Unidos, el principal contaminador mundial -la
nación vecina produce la tercera parte de la infición atmosférica
mundial- y el gobierno más reacio a las regulaciones internacionales
en la materia.
Por supuesto que en la tribuna de la cumbre nadie -ni
siquiera el representante estadunidense, el secretario de Estado Colin
Powell, quien llegó al encuentro con dos días de retraso-
ha externado su oposición verbal al crecimiento económico,
la preservación ambiental, la incorporación de las minorías
al desarrollo o la justicia social. Por el contrario, todos los participantes
han construido, en torno a esos temas, formulaciones verbales más
bien demagógicas, rutinarias y vacías. Toda esta retórica
no hace sino evidenciar la falta de voluntad, la poca operatividad y la
ineficacia de quienes gobiernan el planeta para hacer frente a problemas
acuciantes y alarmantes. Ello pone de manifiesto, a su vez, una de las
más graves limitaciones del modelo político pregonado por
Occidente y adoptado o impuesto en la mayor parte de los países
del orbe.