Matan el gusto por el buen comer
Las trasnacionales uniforman y deforman la alimentación,
alerta chef
KARINA AVILES
El pensamiento único que pretenden expandir en
el mundo los dueños de los grandes capitales no sólo alcanza
a las ideologías, sino también al paladar. En el futuro ''todos
vamos a estar uniformados por la boca'', pues ahora sólo
quedan 35 de las 500 variedades de papa que existían en el planeta
y 25 de los mil 200 tipos de manzanas, alertó el chef francés
Frederic Roger Marcel Bodelin Touron.
De continuar la tendencia, añadió, en un
siglo el ser humano sólo conocerá el sabor dulce que promueven
principalmente las empresas estadunidenses en la alimentación. Así,
los sabores amargo, ácido y salado serían especies en
extinción que todavía se lograron conocer en el siglo
XXI.
Experto
de la Escuela de Oficios de la Mesa de París, Bodelin Touron está
convencido de que esta ''moda'' impuesta al paladar ha obligado a los chefs
a que todo debe estar "dulce, suave y bonito".
El francés ofreció la charla Química
para chefs en el ciclo Ciencia, conciencia y café, organizado
por la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán de la UNAM. El
especialista explicó que los intereses económicos de pequeños
grupos y la mercadotecnia han propiciado la baja en la producción
de enormes variedades de alimentos naturales.
Con la industrialización de los alimentos y la
influencia de culturas extranjeras, abundó, los hábitos dietéticos
en el mundo han cambiado, no siempre para bien: "Hoy varias empresas, principalmente
estadunidenses, quieren dirigir nuestras comidas, nuestro gusto en la alimentación".
Destacó que se pone demasiada azúcar en
todo lo que consumimos y la gente lo acepta. De esa forma, las personas
se pierden del gusto por lo amargo, lo ácido y lo salado.
Además las empresas, en su afán de reducir
costos y agilizar su producción, recurren a la química para
crear sustitutos aditivos, entre otros elementos artificiales, y los consumidores,
influenciados por la publicidad, optan por los productos y estilos de vida
que los grandes capitales promueven, como es el caso de las fast food.
Por ello, mientras la población acepta un
"sabor único" en su paladar, las variedades de alimentos empiezan
a desaparecer. Las dietas se han vuelto "monótonas y limitadas".
Frente a este panorama, destacó, es necesario rescatar
la gran variedad de sabores que existe. De lo contrario, esa riqueza se
perderá inevitablemente. También advierte que la imposición
de productos empacados y la preferencia de las personas por comprar en
un solo lugar propiciará que las opciones en el mercado sean cada
vez menos, y que un día el consumidor halle sólo los productos
que determinado grupo quiera venderle.
El doctor en alimentos Arturo Janovitz Klapp manifestó
que la tecnología en la rama creó aditivos, saborizantes,
colorantes, texturizantes, conservadores, potenciadores de sabor, antioxidantes,
edulcificantes y hasta consistencias que antes no se podían obtener.
La aplicación de la química en la conservación, transformación
y manipulación de alimentos privó a los chefs de la
facultad de ''dirigir el gusto, de mezclar nuevos ingredientes y obtener
sabores exóticos y novedosos''.
Estos elementos químicos, más que servir
y ser empleados por un chef, atienden a las necesidades de quienes
producen en gran escala y buscan abaratar costos y reducir el tiempo de
sus procesos, puntualizó.
Recordó que en 1950 Estados Unidos producía
10 semillas de cereal por cada una que podían comer. ''Fue una época
difícil después de la Segunda Guerra Mundial. Pero de ahí
en adelante se abrió una convocatoria a los tecnólogos para
saber qué hacer con el afán de que la gente consumiera más
cereales."
Buscaron cómo provocar que la población
comiera más y compulsivamente. Fue lo que se llamó la revolución
crunch, porque se percataron de que dicha ansiedad es provocada por
el ruido que produce el alimento cuando se mastica. De ahí nacen
los corn flakes, apuntó.
La revolución crunch desembocó en
los llamados snacks, que son productos como las papas fritas. Desde
esa época, agregó, el fenómeno del ''ruido-alimento''
se ha explotado en forma permanente.
Sin embargo, precisó, los estadunidenses no buscaron
el alimento del futuro ni un sustituto del huevo, sino promover el consumo
de cereales para venderlos. El fenómeno ocurrió porque la
idea de los productores de alimentos "no es salvar al mundo del hambre,
sino hacer negocio".