MAR DE HISTORIAS
Vivir sin alma
CRISTINA PACHECO
Delia camina de prisa, esforzándose por esquivar a los viejos que, a media mañana, están en posesión del jardín. Sin volverse a Elvira, su nueva asistente, sigue interrogándola:
-ƑTú le pediste a don Justo que te ayudara con la papelería?
-No, él solito se ofreció.
-ƑY estaba tranquilo?
-Sí, perfecto.
-Para que se haya puesto tan mal, algo tiene que haber sucedido.
-Palabra que no. Estábamos platicando muy bien cuando llegó Conchita a preguntar si a la nueva asilada iba a dársele lavandería. Saqué su expediente y leí: "Inválida: todos los servicios".
-ƑGuardaste el fólder en su lugar? Luego se pierden y es un lío-. Delia suspira: -Me urge tanto la computadora.
-Le encomendé a don Justo que lo hiciera-. Casi enseguida le oí la respiración muy rara, como si se le hubiera atorado algo en la garganta.
-Es asmático. El polvo pudo haberlo afectado.
-No lo creo. Además, ya lo he visto cuando le dan los ataques y no era igual. Temblaba y se puso pálido.
-Me hubieras llamado antes de que saliera.
-ƑCrees que pude detenerlo? Iba como demonio.
-Que Julia llame al doctor Vélez.
-ƑY si no lo encuentra? Es sábado.
-Pues que busque a otro. La cosa es que haya alguien aquí.
Un anciano con facciones de pájaro y nariz supurante se acerca a Delia con expresión alarmada:
-ƑSucede algo? ƑPuedo ayudar?
-No pasa nada, profesor -contesta la administradora, disimulando apenas su impaciencia. Unos metros adelante se detiene:
-No sé cómo le hacen para darse cuenta de todo.
-Son viejos y saben...
Al pasar frente al grupo de ancianos que en sus sillas de ruedas conversan bajo un liquidámbar, Delia procura sonreírles. Uno de los viejos se precipita a su encuentro:
-No van a quitarme el cuarto Ƒverdad? Siempre que llega un nuevo asilado me refunden cerca de la caldera y no duermo, no duermo -chilla don Tulio, enfatizando su protesta con la cabeza.
-Si no sabe no hable, abuelito: la que llegó fue una señora, así que el pabellón de hombres queda igual.
Una mujer de ojos vivaces se aproxima:
-Oiga, Delita, la nueva Ƒcómo se llama?
-No me acuerdo.
-Alma Torres no sé qué -dice Elvira. Levanta las cejas en señal de admiración: -Debe de haber sido bien guapa.
-A los veinte todas fuimos bonitas -afirma la interna.
-Luego platicamos. Tengo urgencia-. Delia da vuelta, con intención de alejarse, pero doña Luisa insiste:
-ƑAlguien se puso malo?
-No, pero tanto quehacer. Acuérdese de que ustedes dan mucho trabajo-. Delia camina decidida: -Luisa es tremenda. Si se entera de lo que le sucedió a don Justo al rato va a ser un chismerío.
Cuando llegan a la habitación 309 Elvira se detiene:
-ƑEntro contigo?
-No, vete a llamar al doctor Vélez.
II
-Don Justo, soy Delia. ƑPuedo prender la luz?
-No.
-Está muy oscuro.
-Si le molesta, váyase.
-Amanecimos de mal humor- comenta Delia en tono maternal.
Jala una silla y se sienta muy cerca del viejo: -Elvira me dijo que usted se puso muy agitado. ƑEstá usando correctamente su Ventolín?
-No quiero que me vea así.
-Pero si no distingo nada-. Delia estira la mano y enciende una lámpara de buró. -Está llorando. ƑOtra vez se acordó de algo triste?
-Ya todo serán remordimientos.
-Más despacito: Ƒde qué habla?
-De mis cosas-. Don Justo inclina la cabeza: -Quiero irme.
-šIngrato! Aquí todos lo apreciamos mucho y resulta que está pensando en dejarnos. ƑQué mala cara vio?
-Que se vaya.
-ƑQuién?
-Alma.
-Es el nombre de la señora que llegó esta mañana-. Delia ve a don Justo apretarse las manos: -ƑLa conoce?
-Que si conozco a Alma Torres. šInfeliz! Por ella dejé a mi esposa de toda la vida, a mis hijos y Ƒpara qué? Ella también se fue. Me volví loco buscándola y ahora viene aquí.
-ƑPor eso se puso tan mal y está queriendo irse?
-Soy un viejo horrible...
-El tiempo es igual para todos.
Justo no la escucha:
-Sus ojos eran bellísimos.
-Sí, todavía los conserva.
-ƑHabló con ella? ƑCómo está?
-Bien pero con su enfermedad.
-šCállese!- don Justo se levanta: -Ayúdeme a buscar otro asilo.
-Le mentiría si no le dijera que será muy difícil. Cada vez hay más ancianos abandonados. Tendrá que permanecer aquí, a menos que piense buscar a sus hijos para irse con alguno de ellos.
-No sé ni dónde viven y nunca me han visitado. Para ellos estoy muerto-. Cierra los puños: -No quiero ver a Alma.
-Imposible. Tarde o temprano coincidirán en el jardín, en el comedor, en la capilla.
-šYo no voy a misa!
-Pero come y sale a tomar el sol-. Delia cree haber derrotado al viejo: -Más vale que se resigne. Hoy, a la hora de la comida, se encontrarán por fuerza. No la va a reconocer.
-A lo mejor ya ni se acuerde de mí después de tantos años.
Ella tenía dieciocho y yo cuarenta. Imagínese.
-Usted no cambió tanto y sigue llamándose Justo Olvera Madrigal. ƑHabrá otro con ese nombre tan bonito?
-Espero que no-. Hace una pausa: -Causé mucho daño Ƒsabe? Por Alma hice desdichada a mi familia, pero a ella no le importó. Se fue. Quería sentirse libre, tener su mundo.
-ƑElla le dijo eso?
-No, pero me dejó-. Don Justo suspira: -Fue muy difícil aprender a vivir sin Alma y ahora me quita hasta su recuerdo. šMaldita! ƑPor qué me hace esto?
-Ella no sabe que usted vive aquí.
-ƑEntonces por qué vino?
-Está sola y enferma.
-Preferiría que se muriera en la calle, sin volver a verla.
-ƑTanto rencor le guarda?
-Usted no entiende. Ella es mala. No se conforma con haberme arrebatado cuanto tenía sino que ahora viene a quitarme lo único que me dejó: su hermoso recuerdo-. Don Justo murmura: -Por las noches, cuando me persiguen los remordimientos, pienso en Alma, en su belleza. Así me justifico por haber hecho lo que hice. šQue se vaya!
-La pobre no tiene a nadie.
-Me tenía a mí. Yo amaba su recuerdo, pero ahora... Será cosa de empezar a morir.