REPUBLICA DE PANTALLA
JENARO VILLAMIL
Propaganda para ocultar crímenes de guerra
Los videos de la paranoia y el otro horror
Luz y privatización, no compatibles
EN EL MOMENTO que se resquebrajó el consenso
interno para una posible incursión militar contra Irak y que las
críticas de organismos defensores de derechos humanos arreciaron
por las flagrantes violaciones cometidas en Afganistán, la agencia
CNN presentó una serie hábilmente titulada Los videos
del terror, que tuvieron el impacto deseado en el gran público
estadunidense: más de 65 por ciento de los televidentes "se sienten"
más preocupados ante la posibilidad de un nuevo atentado, en la
víspera de cumplirse el primer año de los sucesos del 11
de septiembre.
UNA VEZ MAS el manejo emocional mediante la pantalla
se convierte en el principal activo para que la administración de
George W. Bush emprenda una especie de guerra en el frente interno, tan
peligrosa como el derrumbe de las Torres Gemelas. Como en el caso del "ataque
de ántrax" -que resultó ser un impresionante operativo
de paranoia inducido por los medios-, CNN y las grandes cadenas televisivas
privadas -ABC, CBS, NBC y Fox- se convirtieron en replicantes del terror
inducido. En México los noticiarios de Televisa y Tv Azteca destacaron
también estos videos, hasta opacar el escándalo inicial al
fin de semana. Incluso los telenoticiarios titularon la nota "Bin Laden
lanza la jihad contra Estados Unidos en un video", ¡sin subrayar
ni analizar que se trataban de imágenes del 26 de mayo de 1998,
cuyo contenido fundamental ya se conocía desde antes!
EN ESTRICTO SENTIDO, ninguno de los 64 videos
del terror aportaron nuevos elementos periodísticos ni responden
a la revelación, en mayo de este año, del periodista Dan
Rather, quien en CBS News informó que el gobierno de George W. Bush
tenía conocimiento de que Al Qaeda iba a realizar ataques en Estados
Unidos antes del 11 de septiembre. Ningún video explica las sospechosas
fuentes de financiamiento ni la situación actual de Osama Bin Laden.
LOS OBJETIVOS DE la transmisión fueron eminentemente
propagandísticos y coyunturales. Se trataba de desviar el interés
del televidente global sobre los verdaderos saldos de la guerra en Afganistán
y sobre otros horrores consecuentes que hablan del fiasco de la guerra
contra el terrorismo mundial.
EN
LA PRIMERA emisión, titulada Pruebas químicas,
se observa a unos caninos que, al estilo pavloviano, fallecen por gases
letales. Emocionalmente está comprobado que al gran público
estadunidense le preocupa más un perro que un ser humano abandonado
en una fosa común del desierto. La hábil descripción
de David Kay, ex inspector de armas de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) en Irak, es una joya de la inducción televisiva al
miedo: "Podemos ver en el perro algunos síntomas clásicos:
pierde el control muscular, la reacción de sus ojos y de sus músculos.
La pérdida gradual del control voluntario de músculos y finalmente
el colapso. También, la pérdida de capacidad pulmonar en
la medida en que va muriendo. Esas son señales de la progresión
normal de un agente neurotóxico".
EL SEGUNDO PAQUETE se tituló Raíces
del odio, con el renacimiento de Osama Bin Laden como el genio del
mal dispuesto a destruir el gran imperio. El tercero se tituló Fuerza
explosiva, acompañado por especulaciones poco respaldadas sobre
la capacidad de Al Qaeda para fabricar una "bomba sucia". El cuarto se
tituló En entrenamiento, en el que, curiosamente, no se observa
a algún aeropirata y sí a presuntos integrantes de Al Qaeda
en entrenamiento sobre "terrorismo urbano". La narración insiste
en los nexos de este grupo con combatientes árabes en Chechenia,
Argelia y Birmania.
"ESTO NOS DA una idea muy amplia del alcance global
de Al Qaeda. Demuestra claramente que está librando una jihad
universal", remató el experto Rohan Gunaratna. El viernes, el reality
show del terror culminó con Rostros del mal, que repite,
de nuevo, lo expresado por el establishment militar estadunidense
en contra de este grupo fundamentalista. Ni a Hollywood se le hubiera ocurrido
una serie tan previsible.
EN CONTRASTE, LA revista Newsweek publicó
en su reciente edición un reportaje verdaderamente escalofriante
sobre los crímenes de guerra cometidos en noviembre de 2001 por
los aliados del Pentágono, la Alianza del Norte, contra más
de mil prisioneros talibanes que fueron exterminados en contenedores de
carga y cuyos cuerpos fueron abandonados en fosas del desierto. No se había
leído nada que recordara con tanta precisión un método
muy similar al de los hornos de cremación hitlerianos.
EL REPORTAJE, EXTENSAMENTE documentado por Babak
Dehgahnpisheh, John Barry y Roy Gutman, es muy cuidadoso a la hora de responsabilizar
al Pentágono, pero contiene los suficientes testimonios que sugieren
que los militares estadunidenses se enteraron y encubrieron lo que estaba
sucediendo en localidades como Mazar-e-Shariff. Incluso una fuente no identificada
del Pentágono indica que el coronel John Mullholland "informó
que el equipo Al tenía conocimiento de que quizá un
gran número de prisioneros murió en el viaje a Sheberghan".
Por supuesto, ninguna de las grandes cadenas televisivas estadunidenses
abundó en las revelaciones de Newsweek y en la denuncia original
de Médicos por los Derechos Humanos, que desde febrero ha exigido
a la ONU y a Washington una investigación exhaustiva sobre las fosas
comunes.
EN EUROPA, LAS cadenas televisivas y la prensa
documentaron el otro rostro del horror que aún continúa sobre
Afganistán y los presos talibanes. El 21 de agosto El País
publicó un reportaje sobre los 598 presos en la base militar de
Guantánamo, Cuba, que "tratan de comerse sus heces porque no tienen
otra cosa mejor para suicidarse". El reportaje, de Rosa Townsed, señala
que la situación de estos presos está al margen de lo establecido
en la Convención de Ginebra e involucra a la CIA, la DIA (agencia
militar de espionaje) y la FBI que los interrogan continuamente. Sobre
esta situación ningún reportaje especial en las grandes cadenas
televisivas estadunidenses.
EN REALIDAD DEL patriotismo exacerbado, que ha
tratado de justificar los excesos en la censura y la intercepción
de correos privados y llamadas telefónicas en Estados Unidos, se
ha pasado a un nuevo periodo de normalización de la paranoia. La
guerra antiterrorista parece justificar el terror interno y la flagrante
violación al derecho de acceso a la información en Estados
Unidos.
SIN EMBARGO, OTRO tipo de terror también
fue presentado y parece involucrar a Washington. El 21 y 22 de agosto la
BBC, la televisión española y Televisa, entre otras, difundieron
las imágenes que dio a conocer Amnistía Internacional sobre
la tortura en los cuarteles militares y policiacos de Perú. "Nos
metieron en un garrafón de agua, taparon nuestra nariz y nuestra
garganta, diciéndonos 'aquí los vamos a matar'", relató
el recluta Juan García. ¿También de estos horrores
estaba enterado el Pentágono? ¿No se tratará de la
otra jihad o "guerra del odio" que promueve Washington en la zona
andina contra el terrorismo y en nombre de las libertades?
La desconfianza a privatizar la luz
DESPUES DEL ESCANDALO del Crimen del padre Amaro,
que reveló la más sintomática derrota social frente
al interés de los obispos por poner a prueba su santa alianza con
las autoridades foxistas, los medios informativos se volcaron a la discusión
sobre la reforma eléctrica, orientando la cobertura ante lo que
en imágenes constituyó un hecho: la nueva alianza entre PAN
y PRI para emprender una operación de reforma constitucional que
abra paso a la privatización del sector.
EL RECHAZO INSISTENTE de los principales funcionarios
gubernamentales -en especial Ernesto Martens, Eduardo Sojo y Luis Ernesto
Derbez- por utilizar el término "privatización" en sus continuas
declaraciones a medios provocó, de nuevo, el efecto contrario: confirmar
que el objetivo real es la privatización y evadir una discusión
real en términos de opinión pública preocupada por
el aumento de las tarifas.
UNA ENCUESTA DIFUNDIDA por Canal 11, el 21 de agosto,
reveló que 60 por ciento de los encuestados está en contra
de ampliar la participación privada en la industria eléctrica
y 64 por ciento en contra de la privatización total. El estudio,
de la empresa Parametría, subrayó que existe un dilema entre
precio y calidad, pues la mayor parte de la población considera
que recibirá un mejor servicio mientras el proveedor sea el gobierno,
y en el caso de un proveedor privado la mayor preocupación de los
ciudadanos es el costo del servicio.
LA IDEA DE que las privatizaciones han generado
corrupción y precios elevados, así como pocos beneficios
para el ciudadano, fue el eje de una discusión muy rica efectuada
en el programa Zona Abierta, conducido por Héctor Aguilar
Camín, el pasado 22 de agosto.
LA INVESTIGADORA SOLEDAD Loaeza le puso el cascabel
al gato, al afirmar que el temor existente entre los ciudadanos radica
en la incapacidad del Estado mexicano para regular el sector privado. "Si
tenemos un Estado tan débil que no puede cobrar impuestos, ¿qué
podemos esperar de un Estado que va a regular empresas extranjeras que
llegan con un poder muy grande y que se van cuando quieren? Ahí
es cuando la intuición de la gente que reacciona en contra de la
privatización tiene que ver si el Estado mexicano tendrá
la capacidad de garantizarnos un buen servicio y con buenas tarifas."
JUNTO CON EL historiador Lorenzo Meyer, Loaeza
citó el caso de la evaluación negativa que se ha dado en
otros lugares, como California, sobre la privatización eléctrica.
La sombra del escándalo de Enron, tan reciente, y de la ineficacia
en la privatización de los bancos mexicanos, tan fresca en la memoria
de millones de ahorradores, serán los grandes dilemas en materia
de comunicación y de opinión pública que rodearán
la reforma eléctrica.