CFE: MOTIVOS PARA DESCONFIAR
Más
que legítimo, es indispensable siempre ser muy cauto en lo que se
refiere al destino de las empresas que son vitales para el crecimiento
económico y, sobre todo, el desarrollo del país (ambas cosas
no son idénticas). Especialmente cuando hay algunas cosas que no
cuadran en una propuesta de acción legislativa en pro de una reforma
del sector eléctrico que carece de la necesaria transparencia, lo
cual incita a la desconfianza.
Por ejemplo, ¿sigue vigente el sistema imperante
durante las presidencias de Salinas de Gortari y de Zedillo, cuando el
ciudadano se enteraba por la prensa extranjera de las cosas importantes
que sucederían en el país?
¿En qué filtraciones o informaciones fidedignas
se basó la correduría estadunidense Merril Lynch (la cual
debe informar correctamente a sus clientes y a los inversionistas) para
sostener que el crecimiento del país -es decir, el abastecimiento
en energía eléctrica a los grandes consumidores de la industria
y de los servicios- será asegurado por empresas privadas (por supuesto,
fundamentalmente extranjeras, al estilo de Enron) mientras el desarrollo,
o sea, el subsidio al agro y al consumo doméstico, estaría
a cargo del Estado?
Esa división entre la privatización de las
ganancias y de las palancas del crecimiento económico, por un lado,
y la socialización de los sectores que dan pérdida, por el
otro, ¿figura realmente en el proyecto gubernamental? Ya que la
reforma del sector presupone una reforma constitucional para privatizar
un sector estratégico hoy público siguiendo el camino desastroso
de las privatizaciones eléctricas en Chile, Argentina, Uruguay,
Bolivia y Perú por no hablar del estado de California, víctima
de Enron, que llegó a crear una escasez artificial de fluido para
justificar aumentos en las tarifas, ¿no convendría averiguar
mejor de dónde y de quiénes vendrían los capitales,
o sea, el currículum de los eventuales "salvadores" que según
todas las posibilidades podrían resultar aves de rapiña?
Según Merril Lynch, la industria eléctrica
mexicana requeriría una inversión de 38 mil millones de dólares
en 10 años. Ahora bien, ¿cuáles son las cifras oficiales
al respecto? Y también, ¿por qué se afirma que el
Estado carece de fondos cuando sólo el servicio de la deuda externa
equivale a las necesidades anuales de una recapitalización masiva
de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) o, también,
cuando el fisco dejó de percibir este año más de 36
mil millones de dólares porque sencillamente los bancos no pagan
sus impuestos y el Estado concede alegremente créditos y estímulos
fiscales a empresarios, que muchas veces son de trasnacionales?
¿Qué quiere decir además que se le
dará a la CFE autonomía de gestión? ¿Que será
una empresa regida por la ley de la ganancia, y no un servicio público
con función de desarrollo y de fomento y, por lo tanto, deberá
reducir su personal y cortar los servicios no lucrativos o aumentar las
tarifas? ¿Qué presupone igualmente la propuesta de que esa
misma CFE estará sometida a un régimen fiscal como el que
tiene cualquier empresa productiva?, ¿que se le cobrarán
rigurosamente, porque será paraoficial, los impuestos que los bancos
y los "elefantes blancos" evaden?
¿No sería mejor discutir en el Congreso
dónde y cómo encontrar los fondos para hacer que las empresas
energéticas nacionales, fundamentales para defender el futuro del
país, puedan modernizarse y recapitalizarse sin que por ello se
lesione la soberanía nacional?