La historia de un joven y noble sacerdote
En un ambiente de exacerbada polémica y elevada expectación, este lunes se presentó la película El crimen del Padre Amaro para la prensa y críticos especializados. Este filme, producido por Arturo Ripstein, dirigido por Carlos Carrera y adaptado de la obra homónima de José Maria Eça de Queiroz por Vicente Leñero, narra la historia de un joven y noble sacerdote llamado Amaro (Gael García) que llega a la iglesia de un municipio michoacano con ideas reformistas. Allí desarrolla sus labores eclesiásticas bajo la supervisión del padre Benito (Sancho Gracia), hombre de buena voluntad que recurre a las lismosnas del narcotráfico para ayudar a los pobres. Poco a poco el padre Amaro se va enamorando de Amelia (Ana Claudia Talacón), hija de la Sanjuanera (Angélica Aragón), con la que incia un apasionado romance que lo llena de contradicciones internas. A partir de este acontecimiento, todos los personajes empiezan a vivir sus propias luchas interiores que chocan con las imposiciones sociales, políticas y morales de una sociedad encerrada en principios anacrónicos.
Aunque son muchos los temas que abarca esta película (narcotráfico, aborto, corrupción, entre ellos) la trama nos lleva siempre al mismo punto: la hipocresía de una sociedad y de una iglesia que se regocija en las virtudes del poder.
Las actuaciones de los actores, tanto principales como secundarios, no tienen desperdicio, lo cual refleja un excelente trabajo de dirección. Pero si hay un verdadero protagonista en la cinta, ése es el humor. Sarcástico, irónico, fino e inteligente, el humor es el hilo conductor de un agente narrativo que no se detiene ante nada; devastador e implacable, pone el dedo en la llaga de las sensibilidades más susceptibles e intocables.
La reacción de los espectadores la iremos conociendo a partir del próximo viernes, día en que se llevará a cabo el estreno. Por lo pronto pudimos percibir las reacciones de algunos periodistas que acudieron al estreno del lunes. El conflicto interior que viven los presonajes en la pantalla contagió a parte del público asistente. Pocos reían en las escenas más críticas y anticlericales.
Mucho más allá de sensibilidades morales, muchos vimos en la obra de Carrera un excelente trabajo cinematográfico, el cual refleja perfectamente el sentimiento de una sociedad mexicana sedienta de verdaderas transformaciones sociales, políticas, religiosas y morales. Deseos que, poco a poco, van abriendo más la grieta en un muro obsoleto y caduco.
MARIANA NORANDI