Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 10 de agosto de 2002
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Espectáculos
Leonardo García Tsao

Un festival ejemplar en Lima

Participar en el jurado de la crítica en el sexto Encuentro Latinoamericano de Cine, que inició el jueves pasado en la capital peruana, ha permitido comprobar que un festival puede desarrollarse bajo una eficiencia ejemplar si establece un justo equilibrio entre sus recursos y ambiciones. Organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú, el encuentro ha reunido un total de casi 60 películas, con una competencia de veintiún producciones latinoamericanas.

A diferencia de otros festivales (no mencionaremos nombres para no herir susceptibilidades), el encuentro se ha llevado a cabo sin las fallas habituales. Aunque las películas se exhiben en siete salas diferentes, el programa no ha sufrido cambio alguno. Es más, todas las proyecciones a las que he asistido han comenzado a tiempo. El transporte de invitados también se realiza con una solvencia casi militar. Vaya, hasta las conferencias -el punto flaco de muchos festivales, hasta de los grandes- se han cumplido de manera satisfactoria. Por ejemplo, quien esto escribe fue uno de los ponentes en una conferencia sobre la crítica de cine. Esto ocurrió el domingo a las diez de la mañana. Eso en México se hubiera traducido en tener a más gente en el podio que entre el público; aquí los interesados casi llenaron una sala de 193 butacas, sin que nadie huyera a media conferencia.

Le comenté este fenómeno a Alicia Morales, directora ejecutiva, y me dio una explicación muy sensata: el equipo encabezado por Edgar Saba ha sido el mismo que ha organizado el festival desde el inicio. Los empleados trabajan todo el año en el Centro Cultural de la Universidad, también dirigido por Saba, y por lo tanto es un trabajo constante entre gente que se conoce. No hay un equipo de voluntarios -es decir, empleados que laboren de gorra y por lo tanto capaces de abandonar sus responsabilidades sin culpas- pues hasta los colaboradores ocasionales cobran un sueldo. Y, lo que es más importante, el encuentro ha sabido crecer gradualmente en la medida de sus posibilidades. No hay aquí el complejo de imitar a Cannes, con la compulsión de rendirle culto a las estrellas cinematográficas con supuestos fines publicitarios. (La figura homenajeada este año, por ejemplo, ha sido Francisco Lombardi, el realizador peruano más conocido en el extranjero).

Aunque Lima en invierno es un lugar gris y frío, de cielos nublados permanentes, el Encuentro Latinoamericano de Cine es lo suficientemente festivo para que uno no se deprima. Todas las funciones registran una capacidad llena en casi todos sus horarios; y en el Centro Cultural, el cuartel general del festival, se vive un ambiente de verdadero encuentro entre cineastas, críticos y espectadores. Además, la organización ha programado actividades extracurriculares para los invitados, que incluyen visitas turísticas y pachangas.

Siendo miembro del jurado, junto con el argentino Jorge García, el cubano Carlos Galiano y los críticos locales Isaac León Frías y Federico de Cárdenas, no puedo comentar sobre las películas concursantes. Baste decir que el programa ofrece un panorama representativo de la actual producción argentina, brasileña, chilena, colombiana, cubana, mexicana, peruana y venezolana. (El lector atento y memorioso recordará mi parecer sobre las concursantes mexicanas: Demasiado amor, de Ernesto Rimoch; Perfume de violetas, de Maryse Sistach, y Vivir mata, de Nicolás Echevarría, sobre las cuales escribí en el momento de su estreno.) Además, se exhibe una selección de cortos mexicanos de los años 90, en la que hay desde trabajos importantes como El héroe, de Carlos Carrera, hasta cosas francamente menores que no viene al caso nombrar.

Al encuentro también han asistido algunos directores de otros festivales de cine latinoamericano, no tan bien organizados. Esperemos que estén tomando muchas notas.

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