Luego de nueve años de bonanza, estalló en 1982
México, primer caso de la crisis de deuda en América Latina
López Portillo contrató en 81 préstamos por 38 mil mdd
AFP
El estallido de la crisis de la deuda externa latinoamericana en 1982 tuvo su primera manifestación en México, país que luego de nueve años de bonanza gracias a los altos precios petroleros y a créditos ilimitados con bajo interés se enfrentó a ingresos mucho menores y a un alza de las tasas, que lo llevaron en agosto a una moratoria parcial.
La crisis de la deuda externa pública de México comenzó a gestarse en la década de 1970, paradójicamente cuando el país vivía el auge de los precios del petróleo, que rozaban los 40 dólares el barril.
El entonces presidente Luis Echeverría (1970-1976), quien llevó a cabo una política populista y de enfrentamiento con el sector privado, duplicó la producción petrolera e inició una contratación excesiva de créditos externos para financiar megaproyectos, muchos de los cuales murieron antes de nacer porque los recursos se desviaron para otros fines, entre ellos para favorecer la corrupción.
Durante el sexenio de Echeverría, la deuda externa pública de México pasó de 4 mil 262 millones de dólares a casi 20 mil millones. Su sucesor, José López Portillo, catapultó todavía más la deuda externa para ubicarla a finales de 1982 en 58 mil 874 millones de dólares.
El contexto en que se dio esa excesiva contratación de deuda fue la abrupta caída de los precios internacionales del petróleo. Cuando los petroprecios se deslizaban por un tobogán, México decidió unilateralmente aumentar dos dólares el barril de su crudo, lo que provocó que las ventas mexicanas cayeran a la mitad.
Aunque López Portillo aseguraba que México no tenía problemas y que la inflación y el déficit en cuenta corriente eran pasajeros, el país se hallaba en el umbral de una grave crisis.
Para remediar el problema de liquidez, el gobierno de López Portillo recurrió a los empréstitos externos. Sólo en 1981 tomó prestado en los mercados internacionales 20 mil millones de dólares.
La corrupción siguió siendo la gran receptora de los préstamos internacionales, al tiempo que la fuga de capitales sangraba al país.
Ante la insolvencia mexicana, en 1982 los bancos internacionales dejaron de prestar y los recursos sólo llegaban de organismos financieros internacionales; además, el pago anual por intereses del débito externo era de 14 mil millones de dólares.
El 20 de agosto de 1982, el secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog, viajó a Nueva York y obtuvo una prórroga de 90 días para el pago de los capitales de la deuda de corto plazo que estaba por vencer y que sumaba 10 mil millones de dólares, en lo que se calificó entonces de moratoria "involuntaria" y "parcial".
Esto se pidió debido a la fuga de capitales en un año (15 mil millones de dólares, equivalente a las exportaciones petroleras).
Luego, el primero de septiembre, el gobierno de López Portillo nacionalizó la banca para poder tener control de las pocas divisas que quedaban.
En lugar de resolver el problema, la estatización de la banca enredó más las negociaciones de México con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las que finalmente se concretaron el 10 de noviembre de 1982 con la firma de una carta de intenciones.
El FMI y la banca privada internacional se comprometieron a otorgar a México cerca de 10 mil millones de dólares a cambio de que el país adoptara un programa de estabilización.
El problema de la deuda externa pasó a manos de presidente Miguel de la Madrid (1982-1988), cuyo gobierno anunció que debido a la permanencia de la tendencia alcista en las tasas internacionales del país dejaría de pagar mil 120 millones de dólares en el resto del año si se mantenía el nivel de tasas entonces vigente.
Fue en octubre de ese año cuando México logró restructurar 23 mil millones de dólares, con lo que el país tomó un respiro pero con un alto costo económico y social: entre 1983 y 1988, la economía mexicana transfirió al exterior, cada año, el equivalente a 7 por ciento del PIB para el pago de la deuda.
En ese periodo, México gastó más en pagar intereses de la deuda que en el presupuesto para educación y salud.