Juan Arturo Brennan
Vacuna contra el prejuicio
Kuhmo, Finlandia. Ocurre con cierta frecuencia, especialmente en conciertos de música contemporánea, que el oyente se deja guiar más por los nombres de los compositores y sus respectivos prestigios que por su percepción real de la música misma. Así, obras menores firmadas por una u otra vaca sagrada son alabadas como genialidades sin par, mientras que composiciones indudablemente mejores son menospreciadas por el simple hecho de que están firmadas por nombres menos ilustres. Confieso haber sido víctima de este síndrome en alguna ocasión.
Sin embargo, parece haber una vacuna contra el prejuicio y los organizadores del Festival de Música de Cámara de Kuhmo han hallado una interesante forma de aplicarla. Uno de los conciertos más esperados en el espléndido festival veraniego de esta minúscula ciudad finlandesa es la final del concurso de composición. Organizado por la dirección del festival y la Sociedad de Compositores Finlandeses, el certamen se dedica a obras para dotaciones limitadas de cámara. Esta ocasión se recibieron 23 obras, sobre las cuales un jurado de especialistas hizo una primera selección, reduciendo el campo a seis partituras finalistas.
Las seis obras fueron programadas en uno de los conciertos del Festival de Música de Cámara en una interesante sesión interactiva a ciegas. Fueron ejecutadas en un orden aleatorio y de manera anónima, y la decisión final del concurso quedó a cargo del público. Por una parte, los asistentes al concierto tuvieron a su disposición formas especiales para votar al final de la sesión. Además, el concierto fue transmitido en vivo por la radio finlandesa y el público fue invitado a votar por teléfono, cosa que en la patria del ubicuo Nokia apunta hacia una participación numerosa. Media hora después del final del concierto, los votos ya habían sido computados y se procedió a la premiación; fue sólo entonces que el público supo quiénes eran los autores de las obras.
Pertti Jalava presentó la pieza Espiral (violín, viola, violoncello, clarinete) en la que el clarinete toma el papel protagónico de un discurso lúdico, de estados de ánimo cambiantes y con una lógica interna muy bien armada. La escritura es clara y transparente y puede detectarse, quizá, un cierto sentido del humor subversivo. En segundo lugar se interpretó Foga, de Juha Leinonen (violín, viola, violoncello, piano, clarinetes). Se trata de una obra más sólidamente ensamblada que la anterior, con menos protagonismo del clarinete y con componentes rítmicas y expresivas más sólidas y mejor articuladas.
El compositor Jorma Härkönen ofreció la suite Visiones invisibles (piccolo, violín, viola, violoncello, clarinete bajo), ocho breves piezas para niños cuyo mayor mérito es la interesante conducción melódica a cargo del piccolo y el clarinete bajo. Sencillas y lúdicas en su intención, estas piezas de Härkönen tienen algo de latino en su espíritu y su lenguaje es multirreferencial, incluyendo algunos juegos de palabras en los títulos de las piezas individuales.
Djinns, de Uljas Pulkkis (violín, viola, violoncello, clarinete, piano) es una obra de cualidades más abstractas y texturas más homogéneas que la mayoría de las piezas del programa. Escritura compleja pero lógica, discurso profundo pero no hermético. Por cierto, ninguna de las seis obras finalistas se inscribe en lo que se ha dado en llamar la nueva complejidad, que en general contienen materia suficiente tanto para el oído como para el cerebro. Después se interpretó New York, New York, de Seppo Pohjola (violín, viola, violoncello, piano), también llena de referencias a diversos lenguajes y modos de expresión, pero en un estilo más austero y abstracto que la obra de Härkönen.
Obra intensa y de gran homogeneidad de texturas, tiene un par de secciones lentas de cualidades casi oníricas y un final siempre ascendente, poderosamente elaborado y realizado.
Para concluir la sesión se interpretó Juoigga (violín, viola, violoncello, piano, barítono), cuyo título se refiere a una forma de canto del pueblo saame, al que en castellano conocemos como lapón. La ejecución de esta interesante pieza tuvo como punto focal la enorme voz del barítono Juha Kotilainen, que se ensambló muy bien con el conjunto instrumental para esta expresiva y poderosa pieza vocal cantada en una lengua misteriosa y lejana.
Después de computados los votos en la sala de conciertos y por medio de la radio, se realizó la breve y eficiente ceremonia de premiación en la que, además, los 8 mil 400 euros del premio se repartieron entre los compositores estrictamente según el porcentaje de votos recibidos.
La obra que ganó el primer lugar fue New York, New York, de Seppo Pohjola, sin duda la partitura más expresiva y emotiva de la noche. En orden descendente quedaron después las piezas de Härkönen, Tuomela, Leinonen, Pulkkis y Jalava. A pesar de que siempre podrá discutirse si el público tiene la capacidad y el conocimiento necesarios para participar con credibilidad en este tipo de ejercicios, no cabe duda de que se trata de una idea interesante, cuyos elementos de democratización e interactividad merecen ser explorados.
Posdata: la obra por la cual voté quedó en cuarto lugar, lo cual demuestra, probablemente, que tengo oído de artillero.