MUSICA
Patricia Peñaloza
Los sonidos de Britney
QUIZA EL PROBLEMA de la música interpretada por Britney Spears no radique tanto en su baja calidad de composición o producción, sino en la relación o aproximación que la estrellita tiene hacia aquélla. Para Spears y/o su equipo mercadotécnico es más importante que la chamaca sea megaconocida, deseada, más que respetada como músico. No sería sobrado decir lo anterior, si no fuera porque dos que tres de sus recientes temas ofrecen cierta gracia, en parte por mérito de ella (tiene su encanto interpretativo, seamos justos) y en parte gracias a sus productores. Sin embargo, lo poco que podría tener de aceptable pierde todo interés con su imagen de niña tonta, frívola y altanera (por muy bonita y sabrosa que esté), y con la excesiva publicidad que evidencia su prefabricación y merma su credibilidad.
CON DINERO BAILA Britney y también los músicos y productores que la apadrinan. En primera instancia, Max Martin, millonario productor de los Back Street Boys, fue quien le dio esos arreglos funky/soul/raperos, originalmente negros, para embadurnarlos con crema pastelera: son clásicos sus potentes bombos, sus bajeos rítmicos, sus interminables hits (golpes sonoros y agudos que rematan/acentúan el cambio de una estrofa hacia un estribillo); es como una vuelta bubble-gum a lo peor de fines de los 80, con New Kids on the Block y la adolescente olvidada Debbie Gibson (entre otras que querían ser Madonna). Estos rasgos, sobre todo en sus dos primeros discos, Baby, one more time y Ooops, I did it again.
EN SU TERCER álbum, Britney (en el cual se pretende hacer creer que sus sentimientos están más retratados, y que la cantante "es más ella"), ciertamente la escuincla escribió más letras que en sus otros discos, y es verdad que su voz suena más definida y expresiva, por mucho protool que le pongan. Sin embargo, hubo un pequeñito avance. Dentro de su pop viejo y choteado, sus temas aquí son ligeramente más afilados, aunque no abandonan su cursilería (I'm not a girl, not yet a woman, No soy una niña, ni todavía una mujer, coescrita por la cantante Dido) y choteo, sobre todo en los temas de Martin (como Overprotected y Bombastic love).
SIN EMBARGO, SOLO dos temas valen la pena: I'm a slave for you y Boys, producidos por uno de los dúos más interesantes y originales de la escena electro/funky/raper alternativa, llamado The Neptunes (Pharrell Williams y Chad Hugo, cuya calidad puede escucharse en su proyecto N.E.R.D.) Ambas rolas en particular (la primera con un video altamente cachondo pre-porno), cuenta con un funk y unas secuencias deliciosas, muy a lo Prince. De hecho, este tema y Boys son lo único verdaderamente sexy del disco. Si acaso el funk/soul de Anticipating es agradable (suena al primer Michael Jackson), así como Lonely y Let me be, en las que las programaciones quesque electrónicas de otro de sus productores fuertes, Rodney Jenkins, remarcan la rítmica hip-hopera. Varios de sus tracks suenan también al poder que en su momento tuvo el exitoso disco Control, de Janet Jackson (sobre todo la rola que le escribió su ex novio de N'SYNC, Justin Timberlake, What's it like to be me, que se supone describe lo que significa ser alguien tan famosita como Britney). A I love rock and roll, original de Joan Jett, le quita las guitarras, le sube al bombo y le quita lo chido de la original: es oportunista e insultante, pues sobra decir que de rocanrolera la Spears no tiene nada. Amén de los buenos bajeos (cuando el funk y el r&b predominan) y los buenos músicos que la rodean, hacia la segunda mitad, composiciones y arreglos se vuelven aburridísimos y monótonos.
SI BRITNEY, CON la fama y lana que tiene, se inclinara más por elegir productores con el buen gusto e innovación que tienen The Neptunes, y se preocupara menos por ser la stripper más famosa del mundo, seguramente ganaría el respeto que ya va perdiendo (los adolescentes crecen), y acaso se acercaría a la inteligencia y visión crítica que ha tenido su mera madre, Madonna, a quien no le pisa ni los talones.