Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 28 de julio de 2002
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Cultura

Marshall Berman

Amor y robo

Randolph Bourne, joven discípulo de John Dewey, escribió un ensayo, Trans-National America (1916), que puede ser la primera teoría de este mundo. Bourne alegaba que los inmigrantes que llegaron al país no se "asimilaron" a un mundo anglo prexistente: mezclaron sus viejas culturas para crear una cultura híbrida estadunidense que jamás había existido en ninguna parte. "Sólo el estadunidense", escribió, "tiene la oportunidad de ser ciudadano del mundo", lo cual significa "no una nacionalidad, sino una trasnacionalidad, un hilado continuo con las otras tierras, con muchas hebras de todos tamaños y colores."

Tomó un tiempo a los estadunidenses asimilar este hecho. La visión "trasnacional" anima muchos murales del Frente Popular en el que todas las razas están comprendidas, muchas películas antinazis de la Segunda Guerra Mundial, el cortometraje canónico de Frank Sinatra y Albert Maltz The house I live in (1946). Se afirmó de manera oficial una generación más tarde, cuando la Ley de Inmigración de Lyndon Johnson abrió de nuevo las puertas en 1965. Es el significado real que subyace en la palabra contemporánea "multicultural", la cual se usa en muchos sentidos confusos y falsos. Podemos verla en vivo cualquier día en el subterráneo número 7 de Nueva York, el tren que atraviesa Long Island City, Jackson Heights, Forest Hills, Corona y el estadio Sheah, o bien una noche cualquiera en el viejo vecindario de El cantante de jazz, en "un viejo agujero del East Side", el Café de los Poetas Niuyóricos. La gente que ha crecido con ella a menudo ni se da cuenta de su presencia; simplemente está allí, diluida en el aire. Pero quienes han inmigrado o están allí de visita procedentes de cualquier parte sienten la diferencia. Cuando Jolson se pinta de negro, hace exactamente lo que Ralph Ellison tenía en mente en El hombre invisible, cuando dice que su héroe debe "parirse a sí mismo". Jolson realiza el primer sacrificio del Estados Unidos multicultural: se recrea a sí mismo como el mezclador y la mezcla al mismo tiempo.

P. D. Hace casi 40 años llevé a mi casa en el Bronx mi primer disco de Bob Dylan. Nuestro único tocadiscos estaba en el cuarto de mi madre, y ni podía ponerlo sin que ella lo oyera. Le gustó más de lo que yo pensaba -quizá captó "el gemido en la voz"-, pero me dijo que había un problema en el nombre. "Mm, Bob Dylan", dijo, "me pregunto cómo se llamaba antes." Los nombres adoptados y cambiados eran asunto crucial para la generación de mis padres, clave en su forma de evaluar la autenticidad. Me enojé mucho, pero claro que tenía razón. Si miramos bien, el nombre Bob Dylan suena tan real, o real en el mismo sentido, como Jack Robin. No digo que cualquiera de los nombres de Dylan sea irreal, sino que el tema de la identidad es mucho más huidizo de lo que imaginábamos cuando éramos jóvenes. Quizá algún día un estudiante graduado explore el tema a lo largo de la obra de 40 años de Dylan. Lo traigo a colación ahora porque el título de su último álbum, Amor y robo, y el estribillo de su mejor canción -"Only one thing I did wrong/Stayed in Mississippi a day too long" (Sólo una cosa hice mal/me quedé en Mississippi un día de más) sugiere que lo tenía en mente. No es que pretenda rastrear la mente de Dylan, pero la órbita en la que gira hoy día se parece mucho a la que Al Jolson definió hace más de 70 años, cuando nos invitó a su camerino para observarlo pintarse de negro.

© Marshall Berman

Traducción: Jorge Anaya

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