Néstor de Buen
George the second nos protege
Créalo o no. Pero en días pasados, exactamente
el día 12 de este mesecillo se ha producido un acontecimiento verdaderamente
notable. Nada menos que en una conferencia de prensa celebrada en la Casa
Blanca, la secretaria del Trabajo de Estados Unidos, Elaine Chao, ella
misma inmigrante desde los ocho años de edad, de familia china,
ha dictado cátedra acerca de cómo debe tratarse a los trabajadores
mexicanos en ese país, independientemente de su condición
migratoria.
Recuerden el famoso y muy reciente caso Hoffman resuelto
por la Suprema Corte de Justicia estadunidense, en relación con
la reclamación de un indocumentado mexicano apellidado Castro (¡a
quien se le ocurre llevar ese apellido en Estados Unidos!) que reclamaba
el pago de salarios caídos por un despido injustificado y que fue
resuelto, por una mayoría de cinco votos contra cuatro, en el sentido
de que los ilegales no tienen derecho a cobrar salarios caídos.
La secretaria Chao, quien hizo referencia a sus buenas
relaciones con el secretario Abascal, con quien se entrevistó recientemente
en Ginebra en ocasión de la asamblea anual de la Organización
Internacional del Trabajo, dejó establecido con claridad absoluta
que los inmigrantes, cualquiera que sea su status, tienen derecho
a todas las protecciones legales, incluyendo pago de salarios mínimos,
por lo menos y atención de las medidas de seguridad e higiene que
las empresas deben observar.
La secretaria Chao proporcionó datos inquietantes.
Los trabajadores hispanos representan 11 por ciento de la población
estadunidense, pero las estadísticas marcan 14 por ciento en los
riesgos de trabajo. "Esta tendencia, como hemos dicho en múltiples
ocasiones el presidente y yo, es inaceptable, y nosotros estamos tomando
medidas muy sólidas", ha dicho la secretaria Chao.
La tesis es que los trabajadores mexicanos, independientemente
de su condición migratoria (expresión reiterada muchas veces
en la conferencia de prensa), tienen pleno derecho a que se cumpla la Ley
de estandándares de trabajo leal o adecuado (Fair Labor Standards
Act, por si no les gusta mi traducción).
Incidentalmente expresó la secretaria que han puesto
remedio al despido injustificado, mediante su reinstalación, de
un hispano que fue despedido por colaborar con la secretaria del Trabajo
en una investigación sobre estos temas.
El asunto es verdaderamente sorprendente. Porque, además,
convive con una especie de olvido de la actual administración estadunidense,
del famoso Acuerdo de Cooperación Laboral de Norteamérica,
anexo al TLC, que ya no motiva quejas (sólo 25 en ocho años)
y que mantiene al secretariado residente en Washington (que ocupa un distinguido
especialista mexicano, Alfonso Oñate) en una lánguida residencia
sin demasiadas chambas.
Lo curioso es que un organismo administrativo le ponga
la cara a una resolución de la Corte que, independientemente de
su conclusión absurda, por una mayoría mínima (la
misma que llevó al señor George II a la cabeza del imperio),
evidentemente que obliga a una obediencia sin discusiones.
Si el tema se hubiera producido en nuestro país,
y una autoridad administrativa de la más alta jerarquía,
como es una secretaría de Estado se opusiese a su cumplimiento,
la Corte nuestra se habría encargado de enviar amenazas rotundas
a los funcionarios responsables, con avisos de remoción del puesto
y su consignación penal.
Mi ignorancia de las reglas de juego en Norteamérica
(nombre que también nos correspondería, pero nadie se lo
cree), me impide establecer conclusiones acerca de esta supuesta rebeldía.
Claro está que la secretaria Chao se encargó de decir, en
su intervención inicial, que entre México y Estados Unidos
existe un buen ambiente que permitió este espíritu de cooperación
en favor de los trabajadores hispanos, gracias a la relación personal
entre el presidente Vicente Fox y, por supuesto, el presidente George W.
Bush. ¡Buena explicación, sin duda! ¿Será suficiente
para convencer a la Corte de lo justo de la desobediencia?
Pero no faltan mal pensados. Resulta que en noviembre
habrá elecciones en Estados Unidos para la renovación de
la Cámara de Representantes y el voto mexicano puede ser determinante.
Salvo que el presidente texano, con cuñada mexicana,
se haya enamorado de nosotros. ¿Usted cree?