Guillermo Almeyra
Argentina: las elecciones, ¿trampa u oportunidad?
Las elecciones fueron convocadas por un gobierno ilegítimo
de un establishment corrupto y odiado que ha hundido a Argentina
y mantiene la política del capital financiero internacional rebajando
brutalmente el nivel de vida de la población del país. El
odio contra todos los políticos y sus partidos se ha confundido
así, para muchos, con el repudio a la política y, en este
caso, con el rechazo a las elecciones. Es, por lo tanto, reducido el porcentaje
de quienes declaran su intención de votar y de hacerlo en las elecciones
internas que determinarán cuáles serán los candidatos
de los frentes sociales que disputarán el gobierno. La confusión
se agrava porque el gobierno trata de limitar la contienda electoral a
una simple elección dentro del peronismo (donde se enfrentan, sobre
todo, un delincuente como Menem, el gobernador de Córdoba, De la
Sota, y el de Santa Cruz, Kirchner, además de otros candidatos con
menos posibilidades) y porque la oposición social está aún
dividida principalmente entre la candidatura de la diputada Elisa Carrió,
que lidera un grupo de ex radicales, de socialistas de diferente tipo y
de independientes de centroizquierda, y la del también diputado
Luis Zamora, de origen trotskista. Los importantes sectores (desocupados
organizados, grupos de clase media o trabajadores radicalizados que animan
las asambleas populares) que están desarrollando experiencias de
democracia directa y de construcción de elementos de poder desde
abajo tropiezan, en lo que respecta a las elecciones, con la provocación
gubernamental que quiere llevarlos a una abstención que permitiría
la perpetuación de quienes gobiernan actualmente, y también
con el sectarismo y el palabrerismo radical de los grupúsculos de
extrema izquierda, que denuncian las elecciones sin ofrecer una salida
alternativa que no sea la futura toma del poder y el socialismo.
Pero las elecciones están ahí, dentro de
ocho meses y ante ellas hay que adoptar una posición, se quiera
o no. También están ahí el gobierno y el poder del
capital internacional, que siguen actuando, y a los cuales hay que hacer
frente en todos los terrenos, incluidos los que ellos imponen aunque resulten
menos favorables para quienes buscan una alternativa social. ¿Acaso
los cocaleros, los indígenas y la izquierda en Bolivia, con Evo
Morales, o en Ecuador, en tantas otras ocasiones, no han utilizado las
elecciones para ampliar su influencia, para organizarse, para difundir
su programa? El abstencionismo principista, montado sobre el asco por los
partidos, esconde sólo impotencia y pasividad. La abstención
sólo se justifica si no se puede imponer que las elecciones sean
también para todos los cargos o si se supone que habrá un
fraude aplastante. La participación en las elecciones, en cambio,
es una oportunidad para soldar el frente social alternativo que se expresó
ya en la consulta del Frente Nacional contra la Pobreza (antes mismo de
derribar al gobierno De la Rúa-Cavallo) y volvió a concretarse
en las huelgas generales y las marchas a Plaza de Mayo. Es también
una ocasión para lograr un acuerdo programático en torno
a la defensa del nivel de vida, de las fuentes de trabajo, de la lucha
contra el hambre y la desocupación, de la recuperación de
las palancas económicas para el desarrollo nacional, de la ruptura
con los planes del capital financiero, del no pago de la deuda externa
ilegal, de la defensa de la soberanía y la independencia nacionales.
Es, por último, un modo de cerrarle el camino a los agentes de Washington,
como Menem, que derramarán dinero para comprar votos de desesperados
y tratarán de reanimar el derechismo peronista, y un modo de elevar
la preparación cultural y política de las mayorías
(aún no participantes en piquetes y asambleas, aún
proclives a votar por candidatos que se proclamen peronistas) y de hacer
una experiencia masiva de pluralismo y de democracia, cosas ambas que Argentina
jamás ha conocido.
Por lo tanto, sin prestar oído a las sirenas delirantes
de la ultraizquierda, es elemental esforzarse por imponer elecciones generales,
para todos los puestos, para efectivamente sacar de todos los niveles del
gobierno a todos los que deben ser echados. Y es deber de ciudadanía
construir foros de debate y de unificación política para
lograr una fórmula única, con un programa mínimo común
alternativo que responda a las necesidades más urgentes de la población
y del país. La candidatura de Evo Morales no borró las diferencias
entre los integrantes de su frente, la de Lula no elimina las divergencias
internas en el Partido de los Trabajadores brasileño, el Frente
Amplio uruguayo une distintas tendencias: ¿por qué no formar
entonces en Argentina un Frente Social Alternativo, plural y democrático,
cuya idea misma temen los que en el gobierno quieren hacer de las elecciones
una simple interna del peronismo y teme también Washington? ¿Qué
"socialismo" proponen los que en nombre de la pureza y simulando asco ante
las elecciones se niegan a luchar por la democracia?