ATENDER LA VOZ DE ATENCO
La
disposición que ayer mostraron las autoridades federales para desactivar
de manera dialogada el grave conflicto social en San Salvador Atenco representa
un primer paso hacia la solución definitiva del problema, originado
por la forma abusiva -un decreto expropiatorio que fija indemnizaciones
ofensivamente bajas y destruye la forma de vida de los campesinos afectados-
con que se impuso la ubicación de la nueva terminal aérea
de la capital del país.
En primer término, la liberación de todos
los ejidatarios detenidos tras la inadmisible represión ejercida
por el gobierno mexiquense y, por otro lado, la de los funcionarios retenidos
por los pobladores de Atenco, son medidas necesarias para relajar las tensiones,
prevenir nuevos casos de violencia y abrir espacios a un diálogo
que aborde las razones de fondo de este levantamiento popular.
Ha de señalarse que si bien resultan pertinentes
las declaraciones del secretario de Gobernación, Santiago Creel,
en el sentido de que se realizará un diálogo directo con
los ejidatarios con el fin de ofrecerles un nuevo esquema de resarcimiento,
el gobierno federal debe comprender que la oposición de los pobladores
de Atenco a la pérdida de sus parcelas no está motivada por
una cuestión meramente económica, sino que tiene su origen
en la firme convicción de no permitir el expolio de su patrimonio
ancestral y la destrucción de su cultura, enraizada en el cultivo
de la tierra. En este sentido, cabe hacer un llamado a las autoridades
para que reflexionen sobre la importancia de abandonar posiciones intransigentes
y se dispongan a conseguir, con base en el diálogo franco, un entendimiento
que a la par despeje definitivamente el riesgo de desgarramientos en esa
región del país, respete la historia y la forma de vida comunitaria
de los habitantes de San Salvador Atenco.
Por otra parte, deben reconocerse la inteligencia y la
sensibilidad social con las que el gobierno federal reaccionó ante
la crisis suscitada en Atenco, pues su actitud conciliadora es una respuesta
vigorosa a quienes clamaban por el recurso a la mano dura y al avasallamiento
represivo de las movilizaciones populares. A pesar de las críticas
que tal determinación puede traer entre los estamentos retrógrados
del ámbito político y empresarial, que el gobierno federal
haya optado por escuchar y atender el clamor popular constituye -a reserva
de conocer los detalles de la nueva posición oficial- un gesto esperanzador
que, aunque hubiera sido deseable con anterioridad, abre las posibilidades
de solución justa y pacífica para éste y otros conflictos
sociales vigentes en México.
Si el nuevo aeropuerto ha de favorecer el crecimiento
humano y material del país, debe orientarse desde una perspectiva
integral y no únicamente económica. Por ende, ha llegado
el momento de que las autoridades comprendan que Texcoco no es el lugar
adecuado para la construcción de la nueva terminal, pues obstinarse
en tal emplazamiento implicará inevitablemente una forma de depredación
social incompatible con los valores democráticos y el mantenimiento
de una peligrosa fuente de conflicto social, de desgaste político
y de desasosiego popular en la zona.