Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 14 de julio de 2002
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Política
Rolando Cordera Campos

Violencia en directo

El mes del triple aniversario se ha visto manchado por el desacuerdo y el escándalo como forma principal de arreglar litigios y ahora, de nuevo, por la violencia disfrazada de acción directa y justiciera. Un auténtico "no cumpleaños" pero sin el humor y la ironía sutil de Carroll.

Los macheteros actuaron de nuevo este jueves, como era previsible que lo hiciesen después de su toma del aeropuerto internacional. Y después de la toma de Toluca y de los muchos paseos armados por la ciudad de México, a ciencia y paciencia del jefe de Gobierno, que prefiere dar consejos y muestras de templanza a quien se despierte temprano.

Ahora, lo que se ha planteado no es un intercambio de rehenes, sino la capacidad del Estado para hacer valer su autoridad. Por lo pronto, el jueves por la noche el gobernador Montiel hizo gala de conocimientos sobre la competitividad que se vería beneficiada por la nueva terminal aérea, pero de ningún reflejo ante situaciones que en realidad nunca ha tenido entre manos y, por eso, no se le pueden salir de control. ("Porque, usted sabe, el aeropuerto es de todos los mexicanos, no de los mexiquenses": casi verbatim, 11/07/02 por la noche, con Joaquín López Dóriga.)

La admisión expresa y total de que la democracia representativa es la alternativa a la violencia no se ha vuelto un compromiso claro entre nosotros y no es un mandato creíble para el conjunto de actores que hacen la política todos los días. Los ciudadanos hicieron un mandato claro desde 1994 y lo reiteraron en 1997 y 2000, pero desde aquel año miserable hasta la fecha, analistas y tribunos de toda laya se han dedicado a minar la robusta señal de gana democrática emitida por una ciudadanía de cuya madurez se dudaba y se duda sistemáticamente.

No son estos votantes los que erosionan el IFE, o callan ante los desmanes de los manifestantes iracundos que invaden el Palacio Legislativo con vacas y tiran puertas en el Palacio de Cobián donde debería velarse por el orden interior. Mucho menos los que celebran sin recato los abusos del machete o se abstienen de opinar por largos meses sobre una huelga universitaria que requería con urgencia de acciones correctivas por parte del Estado. Es la "sociedad política" formada por tirios, troyanos y romanos que sueñan con un imperio, la que se encarga de cercenar todos los días lo poco de sólido que tiene la democracia en estreno.

Aprendido que fue el verbo desafanar, los políticos se dedicaron a conjugarlo y a volverse robots ridículos del costo-beneficio... y aquí estamos, a la espera de que el Ejército federal intervenga en territorio mexiquense y mande a callar... sin garantía alguna de eficacia u obediencia.

La acción directa es reconocida como una práctica legítima dentro de muchas democracias avanzadas. Sin embargo, nunca es vista como costumbre o recurso cotidiano. Los actores políticos y sociales y el mercado se encargan de imponerle restricciones y de hacerla un expediente de última instancia, o casi. No ocurre así entre nosotros y no parece que hayamos encontrado el modo de hacerlo. Por eso los machetes son objeto de transmisión y hasta de celebración en directo y los gobernantes tienen que hacer el ridículo antes de pedir la intervención federal. Los que no lo hacen se reducen a dejar hacer con la esperanza de que el pueblo llano los premiará con votos. Y la cadena sigue, sacralizada por los sacerdotes de la revancha más que de la justicia.

Quejas y gemidos hay sobre la falta de reglas y estado de derecho. Lo que falta es el trapito y la disposición al riesgo por parte de quienes tienen el poder del Estado y han visto su ejercicio legitimado por el voto. En esta disyunción es donde radica tal vez nuestra falla institucional mayor.

Confundir leyes con acuerdo y convicción para aplicarlas, por ejemplo, es una fuente mayor del escepticismo mexicano respecto a la justicia, como lo ha sido tradicionalmente la impunidad de que han gozado sobre todo los poderosos en la política y la economía a la luz del día. No son los delincuentes menores que se benefician a diario del desbarajuste judicial los que han corroído la credibilidad de la justicia en México; son los que mandan y poseen y hacen negocios turbios bajo el sol y no a la sombra, los que se amparan sin pudor y desfachatadamente son avalados por los guardianes de la democracia, los que pasan la sierra debajo del piso de la política civilizada que, para serlo, requiere de un gobierno y de una población sujetos a las leyes, no porque así lo mande la teoría, sino porque así lo entienden y lo sienten los que quieren vivir en una sociedad habitable.

Pero en lugar de esto, así fuese en dosis pequeñas, lo que tenemos es la transmisión en directo de la violencia diferida. Mala temporada, sobre todo cuando se trata de un año más del cambio.

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